Lamento la partida de Silvestre Dangond de nuestra música y eso debe poner a reflexionar a mucha gente necia, puesto que le cayeron buscando destruirlo; el único pecado de Silvestre fue triunfar, llegar a donde llegan los grandes, claro él no se dejó porque se defendió y tuvo personalidad para afrontar con carácter y decencia […]
Lamento la partida de Silvestre Dangond de nuestra música y eso debe poner a reflexionar a mucha gente necia, puesto que le cayeron buscando destruirlo; el único pecado de Silvestre fue triunfar, llegar a donde llegan los grandes, claro él no se dejó porque se defendió y tuvo personalidad para afrontar con carácter y decencia todos los ataques inmisericordes que le hicieron; por aquí existe esa mala maña y es que a todo el que triunfa se le van encima, eso es desde la época de Alfredo Gutiérrez.
Silvestre vino de abajo con un apellido de alta alcurnia y raíces en Francia, blanco y bien parecido, “voz de oro”, con esa magia que Dios coloca en nuestros artistas, montado en la tarima es difícil quitarle los ojos de encima. Pero, como siempre he dicho la fama no viene sola ¡ojo! la envidia es: “La rabia que se siente por el bien ajeno”, conócete, elimínala.
Asombra la autosuficiencia de la gente que decía con falsa autoridad: “Ese CD de Silvestre está malo”. Uno revisaba con todo el cuidado y la pregunta era: ¿Y dónde está lo malo? Creo que esto fue determínate, me imagino que el hijo del Palomo en su noble intención de complacer al público empezó a dudar; no de su capacidad, si no de si eso que hacía le iba agradar a la gente.
Por otro lado si gritaba y hablaba en sus espectáculos era malo y si no lo hacía también, algunos en el paroxismo de su envidia; la bestia que lo atacó con toda su virulencia para aplastarlo lo declaró gay en un esfuerzo ingente de apagar su brillo triunfante. Pero de manera increíble viene un gay (J. Gabriel q.d.e.p.) a cantar a Valledupar y lo aplauden a rabiar, ¿Quién entiende a estos jueces de conciencia? Creo que es tiempo de que algunas personas reflexionen si realmente ellos son autoridades para juzgar.
A los “súper sabios del vallenato” que son como peste y abundan más que el coquito, les ruego más respeto con nuestros artistas en un país en donde la oportunidad de estudio o de trabajar es escasa, si un pelao de nuestros patios logra hacerse aplaudir por millones de personas, además de obtener ganancia y calidad de vida, eso merece respeto. Si dejamos que la nueva generación madure, todos vuelven a casa.
Me hubiese gustado escuchar una de mis canciones cantadas por “El hijo de La Marquezote” pero parece que una sombra siempre estuvo al acecho dañándome la oportunidad; alguien que tampoco me quiere a mí o teme al impacto de un mega éxito. Silvestre, suerte buen cantor de mi tradición.
Lamento la partida de Silvestre Dangond de nuestra música y eso debe poner a reflexionar a mucha gente necia, puesto que le cayeron buscando destruirlo; el único pecado de Silvestre fue triunfar, llegar a donde llegan los grandes, claro él no se dejó porque se defendió y tuvo personalidad para afrontar con carácter y decencia […]
Lamento la partida de Silvestre Dangond de nuestra música y eso debe poner a reflexionar a mucha gente necia, puesto que le cayeron buscando destruirlo; el único pecado de Silvestre fue triunfar, llegar a donde llegan los grandes, claro él no se dejó porque se defendió y tuvo personalidad para afrontar con carácter y decencia todos los ataques inmisericordes que le hicieron; por aquí existe esa mala maña y es que a todo el que triunfa se le van encima, eso es desde la época de Alfredo Gutiérrez.
Silvestre vino de abajo con un apellido de alta alcurnia y raíces en Francia, blanco y bien parecido, “voz de oro”, con esa magia que Dios coloca en nuestros artistas, montado en la tarima es difícil quitarle los ojos de encima. Pero, como siempre he dicho la fama no viene sola ¡ojo! la envidia es: “La rabia que se siente por el bien ajeno”, conócete, elimínala.
Asombra la autosuficiencia de la gente que decía con falsa autoridad: “Ese CD de Silvestre está malo”. Uno revisaba con todo el cuidado y la pregunta era: ¿Y dónde está lo malo? Creo que esto fue determínate, me imagino que el hijo del Palomo en su noble intención de complacer al público empezó a dudar; no de su capacidad, si no de si eso que hacía le iba agradar a la gente.
Por otro lado si gritaba y hablaba en sus espectáculos era malo y si no lo hacía también, algunos en el paroxismo de su envidia; la bestia que lo atacó con toda su virulencia para aplastarlo lo declaró gay en un esfuerzo ingente de apagar su brillo triunfante. Pero de manera increíble viene un gay (J. Gabriel q.d.e.p.) a cantar a Valledupar y lo aplauden a rabiar, ¿Quién entiende a estos jueces de conciencia? Creo que es tiempo de que algunas personas reflexionen si realmente ellos son autoridades para juzgar.
A los “súper sabios del vallenato” que son como peste y abundan más que el coquito, les ruego más respeto con nuestros artistas en un país en donde la oportunidad de estudio o de trabajar es escasa, si un pelao de nuestros patios logra hacerse aplaudir por millones de personas, además de obtener ganancia y calidad de vida, eso merece respeto. Si dejamos que la nueva generación madure, todos vuelven a casa.
Me hubiese gustado escuchar una de mis canciones cantadas por “El hijo de La Marquezote” pero parece que una sombra siempre estuvo al acecho dañándome la oportunidad; alguien que tampoco me quiere a mí o teme al impacto de un mega éxito. Silvestre, suerte buen cantor de mi tradición.