El mundo es un encuentro de abecedarios que se funden sobre el mar del cielo y un reencuentro de sonrisas y lágrimas que se vierten sobre los caminos de la vida. ¿Qué es la existencia sino un cohabitar? Cuando nuestro espíritu se halla con el dolor, cuando parece que el aire se nos marcha, cuando […]
El mundo es un encuentro de abecedarios que se funden sobre el mar del cielo y un reencuentro de sonrisas y lágrimas que se vierten sobre los caminos de la vida. ¿Qué es la existencia sino un cohabitar?
Cuando nuestro espíritu se halla con el dolor, cuando parece que el aire se nos marcha, cuando vivimos estos momentos oscuros, al borde del abismo, el alma se engrandece. ¿Qué es la trascendencia sino abrazarse?
Yo siento a los que se fueron dentro de mí, y retorno al verso que les canté para entonar, la más bella melodía, el más níveo poema, pues, al fin, somos la mística del Creador. ¿Qué es la contemplativa sino ver y sentir?
Venimos a la vida sin ser nada para ser todo, somos hijos del momento, descendientes de un preciso soplo de luz que nos cautiva, ascendientes de un gozoso anhelo creativo. ¿Qué es desvivirse sino ofrecerse y ofrendarse?
Hemos de salir de nosotros mismos para ser. Sí, para ser la paz que injerta los caminos. No asustarse de nada, ser próximo al prójimo. Que la proximidad genera sueños en realidad, que nos hacen más humanos, más de Dios.
Porque, a veces, somos la vida que no somos, el deseo de un despertar y andamos dormidos, el impulso de un amor que jamás lo ha sido, pues amar no es poseer, sino donarse total, ser para el otro la luz, la savia de su sustento.
No hay brisa más pura que el verdadero pulso de una vida en otra vida armonizada. Todo crece en unión y, cuanto más se expande, mejor nos concebiremos interiormente, porque si la belleza es un enigma, yo soy un misterio.
Por. Víctor Corcoba Herrero
El mundo es un encuentro de abecedarios que se funden sobre el mar del cielo y un reencuentro de sonrisas y lágrimas que se vierten sobre los caminos de la vida. ¿Qué es la existencia sino un cohabitar? Cuando nuestro espíritu se halla con el dolor, cuando parece que el aire se nos marcha, cuando […]
El mundo es un encuentro de abecedarios que se funden sobre el mar del cielo y un reencuentro de sonrisas y lágrimas que se vierten sobre los caminos de la vida. ¿Qué es la existencia sino un cohabitar?
Cuando nuestro espíritu se halla con el dolor, cuando parece que el aire se nos marcha, cuando vivimos estos momentos oscuros, al borde del abismo, el alma se engrandece. ¿Qué es la trascendencia sino abrazarse?
Yo siento a los que se fueron dentro de mí, y retorno al verso que les canté para entonar, la más bella melodía, el más níveo poema, pues, al fin, somos la mística del Creador. ¿Qué es la contemplativa sino ver y sentir?
Venimos a la vida sin ser nada para ser todo, somos hijos del momento, descendientes de un preciso soplo de luz que nos cautiva, ascendientes de un gozoso anhelo creativo. ¿Qué es desvivirse sino ofrecerse y ofrendarse?
Hemos de salir de nosotros mismos para ser. Sí, para ser la paz que injerta los caminos. No asustarse de nada, ser próximo al prójimo. Que la proximidad genera sueños en realidad, que nos hacen más humanos, más de Dios.
Porque, a veces, somos la vida que no somos, el deseo de un despertar y andamos dormidos, el impulso de un amor que jamás lo ha sido, pues amar no es poseer, sino donarse total, ser para el otro la luz, la savia de su sustento.
No hay brisa más pura que el verdadero pulso de una vida en otra vida armonizada. Todo crece en unión y, cuanto más se expande, mejor nos concebiremos interiormente, porque si la belleza es un enigma, yo soy un misterio.
Por. Víctor Corcoba Herrero