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Columnista - 6 octubre, 2016

Es el momento para quitarse las caretas

Dios ama a Colombia, porque dispuso que el huracán Matthew pasara cerca a la costa del mar Caribe colombiano el día que se votó el plebiscito por la paz convocado por el presidente JM Santos. Es una tradición que aún no se ha desarraigado en la gente de la costa Atlántica colombiana, que cuando llueve […]

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Dios ama a Colombia, porque dispuso que el huracán Matthew pasara cerca a la costa del mar Caribe colombiano el día que se votó el plebiscito por la paz convocado por el presidente JM Santos. Es una tradición que aún no se ha desarraigado en la gente de la costa Atlántica colombiana, que cuando llueve copiosamente poco se mueve de sus casas. Ahora la lealtad al caudillaje de los opositores al SÍ, generó aumento de la votación por el NO en la costa norte. Pero Dios es sabio y justo, porque si no hubiera llovido  copiosamente, el SÍ habría superado al NO por estrechísimo margen y hoy, sin duda alguna, la situación del país fuera diferente.

En vista que todos declaramos querer la paz, entonces es el momento para quitarnos las caretas, si en verdad deseamos terminar el conflicto armado interno y construir una paz estable y duradera. Esto significa que a todos los colombianos nos toca, de una vez por todas, despojarnos de la doble moral por la cual algunos matan o mandan a matar y acuden a los funerales de esos difuntos a darles el pésame a sus familiares. Perdonen mi crudeza, pero esta es la realidad monda y lironda en nuestro tan querido país.

En consecuencia, gobernar a Colombia es muy, muy difícil, por no decir imposible, de esto pueden dar fe los expresidentes Belisario Betancourt, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana y mucho más el expresidente Álvaro Uribe que la gobernó durante dos periodos consecutivos y JM Santos que lleva más de seis años continuos como su presidente. Es facilismo tratar al actual presidente de estúpido porque ganó el NO, en vez de reconocerle el esfuerzo que ha realizado para llegar a firmar el acuerdo de acabar el conflicto armado con la Farc y por admitir la victoria de la democracia, prueba fehaciente de su talante de estadista demócrata.

El pasado 26 de septiembre en Cartagena, frente a una amplia representación de la comunidad internacional, de centenas de sus víctimas, de los altos miembros del gobierno nacional y de otras personalidades, el presidente JM Santos y alias Timochenko como máximo jefe de la Farc, firmaron lo acordado en La Habana, que en su parte final estipula su refrendación por la ciudadanía colombiana a través de un plebiscito, en el cual una mayoría minúscula (prácticamente la mitad) no lo aprobó.

En vista de la loable actitud del Presidente y la de sus principales opositores en proseguir en la búsqueda de un mejor pacto político con base en lo acordado,  los que verdaderamente queremos convivir en armonía debemos apoyarlos, totalmente desprendidos de prevenciones. Bajo este orden de ideas que, lamentablemente, este espacio me impide expresarlas en su totalidad, yo que defendí y voté por el SÍ, estoy contento con el resultado del plebiscito porque, reitero, de lo  contrario todo lo alcanzado con los diálogos de La Habana hubiera sido baldío; es decir, se hubieran perdido más de cinco años y gran cantidad de recursos que hubieran servido para invertirlos en solucionar otros de los tantos problemas que padecemos los colombianos.

Bienvenidos el Centro Democrático, el exprocurador Alejandro Ordoñez y los demás opositores del SÍ a la unidad nacional para terminar el conflicto armado interno, todos con la verdad, especialmente los integrantes del Secretariado de la Farc con sus otros comandantes,  también los del Eln; en fin, todos los actores de este largo y atroz conflicto entre hermanos.

Después que hayamos renogociado, aceptado y firmado un mejor acuerdo, debemos elegir la Asamblea Constituyente, porque en nuestro querido país hay mucha tela que cortar y muchos entuertos que arreglar, sobre todo la justicia que anda manga por hombro. El debate queda abierto.

Columnista
6 octubre, 2016

Es el momento para quitarse las caretas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Dios ama a Colombia, porque dispuso que el huracán Matthew pasara cerca a la costa del mar Caribe colombiano el día que se votó el plebiscito por la paz convocado por el presidente JM Santos. Es una tradición que aún no se ha desarraigado en la gente de la costa Atlántica colombiana, que cuando llueve […]


Dios ama a Colombia, porque dispuso que el huracán Matthew pasara cerca a la costa del mar Caribe colombiano el día que se votó el plebiscito por la paz convocado por el presidente JM Santos. Es una tradición que aún no se ha desarraigado en la gente de la costa Atlántica colombiana, que cuando llueve copiosamente poco se mueve de sus casas. Ahora la lealtad al caudillaje de los opositores al SÍ, generó aumento de la votación por el NO en la costa norte. Pero Dios es sabio y justo, porque si no hubiera llovido  copiosamente, el SÍ habría superado al NO por estrechísimo margen y hoy, sin duda alguna, la situación del país fuera diferente.

En vista que todos declaramos querer la paz, entonces es el momento para quitarnos las caretas, si en verdad deseamos terminar el conflicto armado interno y construir una paz estable y duradera. Esto significa que a todos los colombianos nos toca, de una vez por todas, despojarnos de la doble moral por la cual algunos matan o mandan a matar y acuden a los funerales de esos difuntos a darles el pésame a sus familiares. Perdonen mi crudeza, pero esta es la realidad monda y lironda en nuestro tan querido país.

En consecuencia, gobernar a Colombia es muy, muy difícil, por no decir imposible, de esto pueden dar fe los expresidentes Belisario Betancourt, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana y mucho más el expresidente Álvaro Uribe que la gobernó durante dos periodos consecutivos y JM Santos que lleva más de seis años continuos como su presidente. Es facilismo tratar al actual presidente de estúpido porque ganó el NO, en vez de reconocerle el esfuerzo que ha realizado para llegar a firmar el acuerdo de acabar el conflicto armado con la Farc y por admitir la victoria de la democracia, prueba fehaciente de su talante de estadista demócrata.

El pasado 26 de septiembre en Cartagena, frente a una amplia representación de la comunidad internacional, de centenas de sus víctimas, de los altos miembros del gobierno nacional y de otras personalidades, el presidente JM Santos y alias Timochenko como máximo jefe de la Farc, firmaron lo acordado en La Habana, que en su parte final estipula su refrendación por la ciudadanía colombiana a través de un plebiscito, en el cual una mayoría minúscula (prácticamente la mitad) no lo aprobó.

En vista de la loable actitud del Presidente y la de sus principales opositores en proseguir en la búsqueda de un mejor pacto político con base en lo acordado,  los que verdaderamente queremos convivir en armonía debemos apoyarlos, totalmente desprendidos de prevenciones. Bajo este orden de ideas que, lamentablemente, este espacio me impide expresarlas en su totalidad, yo que defendí y voté por el SÍ, estoy contento con el resultado del plebiscito porque, reitero, de lo  contrario todo lo alcanzado con los diálogos de La Habana hubiera sido baldío; es decir, se hubieran perdido más de cinco años y gran cantidad de recursos que hubieran servido para invertirlos en solucionar otros de los tantos problemas que padecemos los colombianos.

Bienvenidos el Centro Democrático, el exprocurador Alejandro Ordoñez y los demás opositores del SÍ a la unidad nacional para terminar el conflicto armado interno, todos con la verdad, especialmente los integrantes del Secretariado de la Farc con sus otros comandantes,  también los del Eln; en fin, todos los actores de este largo y atroz conflicto entre hermanos.

Después que hayamos renogociado, aceptado y firmado un mejor acuerdo, debemos elegir la Asamblea Constituyente, porque en nuestro querido país hay mucha tela que cortar y muchos entuertos que arreglar, sobre todo la justicia que anda manga por hombro. El debate queda abierto.