Le confesé a un amigo la dificultad para seguir escribiendo columnas de opinión política, porque ante la mercenaria razón que parece haberse apoderado del criterio general, el libre derecho de disentir se ha convertido en el solitario gorjeo de una golondrina en el verano de la irracionalidad. En estos tiempos la evaluación política y los valores éticos se deforman en el tamiz de la relatividad […]
Le confesé a un amigo la dificultad para seguir escribiendo columnas de opinión política, porque ante la mercenaria razón que parece haberse apoderado del criterio general, el libre derecho de disentir se ha convertido en el solitario gorjeo de una golondrina en el verano de la irracionalidad.
En estos tiempos la evaluación política y los valores éticos se deforman en el tamiz de la relatividad económica. Es así que sin siquiera sonrojarse, imitan al gobierno Monsalvo, a pesar de que fue literalmente ‘rajado’ en los indicadores de gestión y cuestionado por su sesgada contratación e incompleta ejecución de obras y demás proyectos, por solo decirlo así.
Hoy la justicia se quita la venda y no ve el delito, el filo de su espada solo decapita a los débiles y la balanza tiene una morrocota que la inclina a favor de los poderosos. Los entes de control del Estado poco funcionan, algunos solo son alfiles de los emperadores políticos de turno y su función se reduce a escandalillos muy bien manejados por los investigados en la prensa, con cero repercusiones jurídicas.
La credibilidad institucional se deteriora mientras yo quisiera seguir confiando en mi paisana, la magistrada Rocío Araújo, quien luego de conocer los documentos y videos que le allegaron como prueba, ignora que Franco Ovalle se inscribió a última hora como candidato a la Gobernación de Cesar por el Partido de la U, realmente siendo de Cambio Radical. No pensé que la confusión llegaría a esta instancia, pero parece que el marasmo colectivo no conoce de límites ni independencia.
Como columnista sería más fácil dedicarme a publicar románticos poemas o desesperados cuentos de mi época juvenil o simplemente relacionar en insulsas líneas los sociales encuentros de velorios o parrandas de la región, haciendo eco a los pusilánimes editoriales de emisoras, que inexplicablemente se apartan de su responsabilidad social para equivocadamente descalificar cualquier iniciativa política que “no tenga la plata”, como si con inteligencia, sensibilidad y trabajo honesto no pudiéramos desde las bases populares liderar con éxito un movimiento contestatario independiente al poder corruptor del dinero fácil.
Claro que claudicar sería condenarme a solo ser parte de un muy bien concebido fraude, el cual mantiene las necesidades de la humildad sumidas en el infortunio, utilizando artificial información. Prefiero entonces sacudirme del endémico letargo argumentativo y mejor aprovecho el momento de esperanza que vive el país para seguir opinando.
Entonces para contribuir a que lo expuesto anteriormente cambie en algo, invito a votar favorablemente el fin del conflicto pactado en La Habana, haciendo uso de una oportunidad irrepetible en décadas y confiando en que a instancias de estas negociaciones nos embarquemos en un verdadero e integral proceso de transformación político y económico que abra espacios a la equidad, sensible a las necesidades y capaz de reconciliarnos sobre oportunidades de desarrollo general, para que como dijo algún escritor, voluntariamente no hagamos parte de “una sociedad manipulada por la política, donde vemos a pobres defendiendo ricos culpables de su pobreza”. Un abrazo.
Le confesé a un amigo la dificultad para seguir escribiendo columnas de opinión política, porque ante la mercenaria razón que parece haberse apoderado del criterio general, el libre derecho de disentir se ha convertido en el solitario gorjeo de una golondrina en el verano de la irracionalidad. En estos tiempos la evaluación política y los valores éticos se deforman en el tamiz de la relatividad […]
Le confesé a un amigo la dificultad para seguir escribiendo columnas de opinión política, porque ante la mercenaria razón que parece haberse apoderado del criterio general, el libre derecho de disentir se ha convertido en el solitario gorjeo de una golondrina en el verano de la irracionalidad.
En estos tiempos la evaluación política y los valores éticos se deforman en el tamiz de la relatividad económica. Es así que sin siquiera sonrojarse, imitan al gobierno Monsalvo, a pesar de que fue literalmente ‘rajado’ en los indicadores de gestión y cuestionado por su sesgada contratación e incompleta ejecución de obras y demás proyectos, por solo decirlo así.
Hoy la justicia se quita la venda y no ve el delito, el filo de su espada solo decapita a los débiles y la balanza tiene una morrocota que la inclina a favor de los poderosos. Los entes de control del Estado poco funcionan, algunos solo son alfiles de los emperadores políticos de turno y su función se reduce a escandalillos muy bien manejados por los investigados en la prensa, con cero repercusiones jurídicas.
La credibilidad institucional se deteriora mientras yo quisiera seguir confiando en mi paisana, la magistrada Rocío Araújo, quien luego de conocer los documentos y videos que le allegaron como prueba, ignora que Franco Ovalle se inscribió a última hora como candidato a la Gobernación de Cesar por el Partido de la U, realmente siendo de Cambio Radical. No pensé que la confusión llegaría a esta instancia, pero parece que el marasmo colectivo no conoce de límites ni independencia.
Como columnista sería más fácil dedicarme a publicar románticos poemas o desesperados cuentos de mi época juvenil o simplemente relacionar en insulsas líneas los sociales encuentros de velorios o parrandas de la región, haciendo eco a los pusilánimes editoriales de emisoras, que inexplicablemente se apartan de su responsabilidad social para equivocadamente descalificar cualquier iniciativa política que “no tenga la plata”, como si con inteligencia, sensibilidad y trabajo honesto no pudiéramos desde las bases populares liderar con éxito un movimiento contestatario independiente al poder corruptor del dinero fácil.
Claro que claudicar sería condenarme a solo ser parte de un muy bien concebido fraude, el cual mantiene las necesidades de la humildad sumidas en el infortunio, utilizando artificial información. Prefiero entonces sacudirme del endémico letargo argumentativo y mejor aprovecho el momento de esperanza que vive el país para seguir opinando.
Entonces para contribuir a que lo expuesto anteriormente cambie en algo, invito a votar favorablemente el fin del conflicto pactado en La Habana, haciendo uso de una oportunidad irrepetible en décadas y confiando en que a instancias de estas negociaciones nos embarquemos en un verdadero e integral proceso de transformación político y económico que abra espacios a la equidad, sensible a las necesidades y capaz de reconciliarnos sobre oportunidades de desarrollo general, para que como dijo algún escritor, voluntariamente no hagamos parte de “una sociedad manipulada por la política, donde vemos a pobres defendiendo ricos culpables de su pobreza”. Un abrazo.