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Columnista - 3 septiembre, 2016

Votaré sí a favor de la paz

El 2 de octubre próximo votaremos en el plebiscito para legitimar el proceso de superación del conflicto armado no internacional que sufrimos desde hace más de medio siglo. Es una ineludible invitación para que la ciudadanía consolide la democracia participativa y fortalezca el Estado Social y Democrático de Derecho. Derrotar la violencia mediante la razón […]

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El 2 de octubre próximo votaremos en el plebiscito para legitimar el proceso de superación del conflicto armado no internacional que sufrimos desde hace más de medio siglo.

Es una ineludible invitación para que la ciudadanía consolide la democracia participativa y fortalezca el Estado Social y Democrático de Derecho. Derrotar la violencia mediante la razón es la invitación a votar por el SÍ.

El tratamiento que se ha orientado frente a las guerrillas ha sido de amigo – enemigo, y el resultado: un degradado conflicto armado. Se concibió que al enemigo había que exterminarle, no rescatarle.

La política de liquidación del enemigo fracasó. Tenía que fracasar, ya lo había enseñado Sun Tzu en su milenaria obra “El arte de la guerra”. El fin de la guerra es la victoria, no la destrucción del enemigo, y tomar intacto el Estado es la mejor política, así lo expresó.

El fracaso ha permitido el rediseño de la política a favor de las conversaciones políticas y los resultados son exitosos. Lo que no pudo la política de violencia lo ha podido la política de diálogo.

No estoy de acuerdo con todo lo pactado en La Habana. Pocas personas lo estarán. Son 297 páginas en la que se consignan las negociaciones de seres humanos que, como tal, son imperfectos, y sus obras también, pero es mejor un acuerdo imperfecto que continuar con un conflicto armado entre hermanos de una Nación. Nadie se ha rendido. Ha triunfado la razón y la democracia.

La prensa internacional coincide con las ideas aquí expuestas. The Economist en su artículo “Ending a half-century of war” (Poner fin a medio siglo de guerra), asegura que votar No implicaría el rechazo a los resultados de la negociación y ello significaría una absoluta “tragedia”. Y como lo señala el New York Times, en su editorial: este proceso les entrega a los colombianos más jóvenes una oportunidad única: la de un camino claro de cómo volver a empezar y dejar la guerra solo para los libros de historia.

La democracia no se ha rendido como algunos argumentan, por el contrario, ha salido victoriosa. Los guerrilleros acuerdan que es mejor la democracia y sus reglas de juego que insistir en imponer un modelo totalitario mediante la violencia y el terror. Ha triunfado el Estado Social y Democrático de Derecho.

Superar la guerra es un asunto de marca mayor. Se estarán reasignando recursos que se invertían para la destrucción del otro, a favor de los derechos humanos y sus garantías. Las instituciones democráticas estarán fortaleciéndose. La paz soñada se abre a la luz.

Se estará recobrando ciudadanos para la democracia, la paz y la producción económica. El infierno de la guerra se debilita y nace la luz de la paz y la esperanza. No podemos continuar en la oscuridad de la confrontación armada. Los vientos de la guerra que generaron los huracanes de desapariciones, masacres, desplazamientos, ejecuciones extrajudiciales, reclutamiento de menores, violaciones, terror, etc., desaparecerán de la escena nacional. Todo un éxito, insisto, la política de diálogo y acuerdos.

Por esto votaré por el SÍ en el Plebiscito. Reafirmo, no estoy de acuerdo con todo el contenido del documento final. No es tan importante coincidir en una democracia. No obstante, estoy absolutamente convencido de legitimar el fin de la guerra y fortalecer la ruta de la paz.

Votar por el SÍ constituye, como están las cosas, un imperativo de la ética, un imperativo de cultura por la paz y la reconstrucción de la democracia. Pienso en público, por eso digo: Sí a la paz.

Columnista
3 septiembre, 2016

Votaré sí a favor de la paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo Verano De La Rosa

El 2 de octubre próximo votaremos en el plebiscito para legitimar el proceso de superación del conflicto armado no internacional que sufrimos desde hace más de medio siglo. Es una ineludible invitación para que la ciudadanía consolide la democracia participativa y fortalezca el Estado Social y Democrático de Derecho. Derrotar la violencia mediante la razón […]


El 2 de octubre próximo votaremos en el plebiscito para legitimar el proceso de superación del conflicto armado no internacional que sufrimos desde hace más de medio siglo.

Es una ineludible invitación para que la ciudadanía consolide la democracia participativa y fortalezca el Estado Social y Democrático de Derecho. Derrotar la violencia mediante la razón es la invitación a votar por el SÍ.

El tratamiento que se ha orientado frente a las guerrillas ha sido de amigo – enemigo, y el resultado: un degradado conflicto armado. Se concibió que al enemigo había que exterminarle, no rescatarle.

La política de liquidación del enemigo fracasó. Tenía que fracasar, ya lo había enseñado Sun Tzu en su milenaria obra “El arte de la guerra”. El fin de la guerra es la victoria, no la destrucción del enemigo, y tomar intacto el Estado es la mejor política, así lo expresó.

El fracaso ha permitido el rediseño de la política a favor de las conversaciones políticas y los resultados son exitosos. Lo que no pudo la política de violencia lo ha podido la política de diálogo.

No estoy de acuerdo con todo lo pactado en La Habana. Pocas personas lo estarán. Son 297 páginas en la que se consignan las negociaciones de seres humanos que, como tal, son imperfectos, y sus obras también, pero es mejor un acuerdo imperfecto que continuar con un conflicto armado entre hermanos de una Nación. Nadie se ha rendido. Ha triunfado la razón y la democracia.

La prensa internacional coincide con las ideas aquí expuestas. The Economist en su artículo “Ending a half-century of war” (Poner fin a medio siglo de guerra), asegura que votar No implicaría el rechazo a los resultados de la negociación y ello significaría una absoluta “tragedia”. Y como lo señala el New York Times, en su editorial: este proceso les entrega a los colombianos más jóvenes una oportunidad única: la de un camino claro de cómo volver a empezar y dejar la guerra solo para los libros de historia.

La democracia no se ha rendido como algunos argumentan, por el contrario, ha salido victoriosa. Los guerrilleros acuerdan que es mejor la democracia y sus reglas de juego que insistir en imponer un modelo totalitario mediante la violencia y el terror. Ha triunfado el Estado Social y Democrático de Derecho.

Superar la guerra es un asunto de marca mayor. Se estarán reasignando recursos que se invertían para la destrucción del otro, a favor de los derechos humanos y sus garantías. Las instituciones democráticas estarán fortaleciéndose. La paz soñada se abre a la luz.

Se estará recobrando ciudadanos para la democracia, la paz y la producción económica. El infierno de la guerra se debilita y nace la luz de la paz y la esperanza. No podemos continuar en la oscuridad de la confrontación armada. Los vientos de la guerra que generaron los huracanes de desapariciones, masacres, desplazamientos, ejecuciones extrajudiciales, reclutamiento de menores, violaciones, terror, etc., desaparecerán de la escena nacional. Todo un éxito, insisto, la política de diálogo y acuerdos.

Por esto votaré por el SÍ en el Plebiscito. Reafirmo, no estoy de acuerdo con todo el contenido del documento final. No es tan importante coincidir en una democracia. No obstante, estoy absolutamente convencido de legitimar el fin de la guerra y fortalecer la ruta de la paz.

Votar por el SÍ constituye, como están las cosas, un imperativo de la ética, un imperativo de cultura por la paz y la reconstrucción de la democracia. Pienso en público, por eso digo: Sí a la paz.