Existen personas generosas que a cada instante celebran la vida y con sus acciones invitan a descubrir las bondades de la honradez, la decencia y la amistad. Cuando mueren sus recuerdos son puertas abiertas en el sublime esplendor del corazón y la memoria. Infortunadamente, también existen quienes destierran los jardines de la primavera y se […]
Existen personas generosas que a cada instante celebran la vida y con sus acciones invitan a descubrir las bondades de la honradez, la decencia y la amistad. Cuando mueren sus recuerdos son puertas abiertas en el sublime esplendor del corazón y la memoria.
Infortunadamente, también existen quienes destierran los jardines de la primavera y se dedican a cultivar los instintos del odio y la violencia. Cuando mueren sus recuerdos son ventanas cerradas que se desvanecen en el silencio de los sepulcros.
Por fortuna, he tenido la suerte de conocer a personas generosas que han dejado huellas indelebles en la comarca. En mi calidad de docente e investigador cultural, me resulta ineludible resaltar los aportes de estas personas. Hoy escribo para exaltar a dos distinguidos ciudadanos de origen humilde, que físicamente no están entre nosotros, pero nos quedan sus ejemplos de superación y liderazgo cívico.
Uno de ellos es Víctor Meza Bornachera, nativo de Gaira (Santa Marta). En 1950 llega a Valledupar e inicia sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios, y en la ciudad de Pereira termina el ciclo de bachiller. En 1962 ya era un reconocido maestro de la Escuela Industrial y catedrático en el Nacional Loperena y en colegios particulares. En 1974 es nombrado rector del Instituto Técnico Industrial Pedro Castro Monsalvo. Posteriormente rector de la Escuela Industrial de Santa Marta, Colegio Roque de Alba de Villanueva, y finalmente en el Nacional Loperena de Valledupar. En cada una de las instituciones demostró su liderazgo social y su incansable capacidad de gestión; sus palabras irradiaban motivación y disciplina en estudiantes y docentes.
Las comunidades educativas lo recuerdan como un rector insobornable en sus principios éticos y en la responsabilidad de cumplir con eficiencia sus funciones. El éxito de su trabajo lo fundamentaba en estos criterios: “El logro académico en una institución es una labor integral de directivos, docentes, estudiantes y padres de familia. Ser rector es una vocación. Un buen rector sabe que el mejor decir es el hacer”.
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El otro personaje es Marco Mendoza Romero. Líder comunal y miembro activo de la política y de la hermandad del Nazareno. El trabajo fue su verdadera escuela. En las manos estaban las huellas de sus innumerables faenas: agricultor, balsamero, aserrador, alfarero, constructor de kioscos de palma, pescador, cazador…
Era nativo de Valledupar, pero hijo ilustre de Mariangola. Como era costumbre en la época de su niñez, no fue a la escuela; pero pudo desarrollar de manera natural una inteligencia para la oratoria, para comprender las pericias de la política, y desde muy joven se erige como líder comunitario. Su primer cargo público fue en 1958, cuando es nombrado comisario de Mariangola.
Cuando es erigido corregimiento, el primero de diciembre del mismo año, ejerció el cargo de inspector encargado. Después, ocupó ese cargo en el corregimiento de Caracolí, y varias veces fue inspector de rentas departamental.
Suma a su historial ser el primer presidente de la Junta de Acción Comunal de Mariangola, creada por la personería jurídica 606 del 22 de agosto de 1966 del departamento del Magdalena.
Además, sus gestiones fueron importantes en obras de interés social, entre ellas: la construcción de la Iglesia y el acueducto, y la creación del colegio de bachillerato “Rodolfo Castro”.
Existen personas generosas que a cada instante celebran la vida y con sus acciones invitan a descubrir las bondades de la honradez, la decencia y la amistad. Cuando mueren sus recuerdos son puertas abiertas en el sublime esplendor del corazón y la memoria. Infortunadamente, también existen quienes destierran los jardines de la primavera y se […]
Existen personas generosas que a cada instante celebran la vida y con sus acciones invitan a descubrir las bondades de la honradez, la decencia y la amistad. Cuando mueren sus recuerdos son puertas abiertas en el sublime esplendor del corazón y la memoria.
Infortunadamente, también existen quienes destierran los jardines de la primavera y se dedican a cultivar los instintos del odio y la violencia. Cuando mueren sus recuerdos son ventanas cerradas que se desvanecen en el silencio de los sepulcros.
Por fortuna, he tenido la suerte de conocer a personas generosas que han dejado huellas indelebles en la comarca. En mi calidad de docente e investigador cultural, me resulta ineludible resaltar los aportes de estas personas. Hoy escribo para exaltar a dos distinguidos ciudadanos de origen humilde, que físicamente no están entre nosotros, pero nos quedan sus ejemplos de superación y liderazgo cívico.
Uno de ellos es Víctor Meza Bornachera, nativo de Gaira (Santa Marta). En 1950 llega a Valledupar e inicia sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios, y en la ciudad de Pereira termina el ciclo de bachiller. En 1962 ya era un reconocido maestro de la Escuela Industrial y catedrático en el Nacional Loperena y en colegios particulares. En 1974 es nombrado rector del Instituto Técnico Industrial Pedro Castro Monsalvo. Posteriormente rector de la Escuela Industrial de Santa Marta, Colegio Roque de Alba de Villanueva, y finalmente en el Nacional Loperena de Valledupar. En cada una de las instituciones demostró su liderazgo social y su incansable capacidad de gestión; sus palabras irradiaban motivación y disciplina en estudiantes y docentes.
Las comunidades educativas lo recuerdan como un rector insobornable en sus principios éticos y en la responsabilidad de cumplir con eficiencia sus funciones. El éxito de su trabajo lo fundamentaba en estos criterios: “El logro académico en una institución es una labor integral de directivos, docentes, estudiantes y padres de familia. Ser rector es una vocación. Un buen rector sabe que el mejor decir es el hacer”.
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El otro personaje es Marco Mendoza Romero. Líder comunal y miembro activo de la política y de la hermandad del Nazareno. El trabajo fue su verdadera escuela. En las manos estaban las huellas de sus innumerables faenas: agricultor, balsamero, aserrador, alfarero, constructor de kioscos de palma, pescador, cazador…
Era nativo de Valledupar, pero hijo ilustre de Mariangola. Como era costumbre en la época de su niñez, no fue a la escuela; pero pudo desarrollar de manera natural una inteligencia para la oratoria, para comprender las pericias de la política, y desde muy joven se erige como líder comunitario. Su primer cargo público fue en 1958, cuando es nombrado comisario de Mariangola.
Cuando es erigido corregimiento, el primero de diciembre del mismo año, ejerció el cargo de inspector encargado. Después, ocupó ese cargo en el corregimiento de Caracolí, y varias veces fue inspector de rentas departamental.
Suma a su historial ser el primer presidente de la Junta de Acción Comunal de Mariangola, creada por la personería jurídica 606 del 22 de agosto de 1966 del departamento del Magdalena.
Además, sus gestiones fueron importantes en obras de interés social, entre ellas: la construcción de la Iglesia y el acueducto, y la creación del colegio de bachillerato “Rodolfo Castro”.