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Editorial - 15 junio, 2010

Reflexiones sobre la “Operación Camaleón”

El país celebra con júbilo, y con toda razón, el rescate de cuatro personas que estaban en poder de las Farc, en otra operación militar exitosa que ratifica la eficacia de la política de seguridad democrática puesta en marcha por el Presidente Álvaro Uribe Vélez y que constituye, así suene feo decirlo, en el broche […]

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El país celebra con júbilo, y con toda razón, el rescate de cuatro personas que estaban en poder de las Farc, en otra operación militar exitosa que ratifica la eficacia de la política de seguridad democrática puesta en marcha por el Presidente Álvaro Uribe Vélez y que constituye, así suene feo decirlo, en el broche de oro con el cual cierra su gestión el General Fredy Padilla De León, al frente del comando General de las Fuerzas Militares.
Nos alegra, como a todos los colombianos, el rescate del General de la Policía Nacional, Luis Erlindo Mendieta; el Coronel de la Policía, Enrique Murillo; el Sargento Primero del Ejército, Arbey Delgado, y posteriormente la del Coronel William Donato, quien se alejó del grupo en la parte inicial de la operación pero hoy también está en libertad.
No obstante, ese júbilo y esa alegría no nos pueden hacer perder de vista varias cosas: la primera, estos secuestros ratifican la degradación a la que ha llegado el conflicto armado colombiano. Llegar al extremo de secuestrar a un grupo de militares, y de policías, con el fin de buscar negociarlos, canjearlos, por guerrilleros, delincuentes y terroristas, es el colmo del dogmatismo y del uso de la violencia como instrumento ilegítimo de conseguir cambios políticos, económicos y sociales.
Nos negamos a creer que tratar la vida y la libertad de las personas como mercancía tenga algún significado de tipo político. Y así lo debe ver hoy Colombia y el mundo.
En segundo término, tampoco nos debemos olvidar de las condiciones denigrantes e infrahumanas, en las cuales las Farc mantuvieron a estas personas, víctimas de los peores vejámenes, encadenadas, sin ninguna dignidad y pudor; lo que confirma el estado en el cual se encuentra esta organización dedicada hoy al narcotráfico, al secuestro y la extorsión.
Hay que felicitar, en primer lugar, al Gobierno Nacional por tomar la decisión política de autorizar el rescate de este grupo de secuestrados, asumiendo un gran riesgo político y militar por las implicaciones del mismo. Esta decisión ratifica el compromiso del Presidente Uribe con este tema de la seguridad y en particular con la lucha contra la subversión.
Igualmente, es menester felicitar al Ejército Nacional por la inteligencia, planeación y cuidado en la ejecución de la llamada “Operación Camaleón”, que al igual que la “Operación Jaque”, que permitió la liberación de Ingrid Betancur y otro grupo, habla bien del profesionalismo de nuestras Fuerzas Militares.
Se puede inferir del éxito de esta operación que el rescate militar es una opción que el Estado y la sociedad colombiana, no deben descartar en el conjunto de alternativas de lucha contra el secuestro; no obstante, también es bueno reflexionar sobre las consecuencias en caso de que la misma hubiera resultado fallida, como sucedió en el caso del exgobernador de Antioquia, Luis Guillermo Gaviria y el exministro, Gilberto Echeverri, o en el mismo y doloroso caso de la Cacica, la periodista y escritora, Consuelo Araujo Noguera I(q.e.p.d.).
En estos casos, en los cuales se opta por el rescate militar, consideramos que es necesario contar con la previa autorización de los familiares de las víctimas de estos secuestros abominables, ya que – como bien lo recuerdan por estos días otros liberados-, el riesgo es bien alto y los guerrilleros encargados de estas personas tienen la orden de matarlas. En estos casos, insistimos, la prudencia y la preservación de la vida de las víctimas deben ser las normas básicas.
En ese orden de ideas, a pesar de la opción militar, el país debe seguir insistiendo en exigirle a las Farc la liberación de los otros secuestrados de manera unilateral, en un acto humanitario y sin tanto espectáculo y propaganda. Pero sabemos que esto es mucho pedir y que este grupo seguirá con su ceguera ante una situación que cada vez es más rechazada por el país y la comunidad internacional.
Desde estas páginas, abogamos por la libertad inmediata de: José Libio Pérez, Sargento del Ejército, quien ya lleva más de 12 años secuestrado, hoy el más antiguo de los cautivos en poder de las Farc; como también por el cesarense, intendente de la Policía, Jorge Trujillo Solarte; y por todos los demás: Wilson Rojas Medina; José Libardo Forero, Jorge Humberto Romero Romero, Luis Alfredo Moreno Chagüeza, Javier Solórzano, Robinson Salcedo Guarín, Luis Alfonso Beltrán Franco, Salín Antonio Sanmiguel Valderrama, Cesar Augusto Lasso Monsalve, Luis Arturo García, Yesid Duarte, Álvaro Moreno, Elkin Hernández Rivas, Carlos José Duarte y Luis Alberto Erazo Maya.
A pesar de la alegría y el júbilo por los que fueron rescatados, no nos podemos olvidar de estas personas y todos los días, de distintas maneras, debemos insistir en su pronta liberación. No nos podemos cansar de condenar el secuestro, en todas sus formas.

Editorial
15 junio, 2010

Reflexiones sobre la “Operación Camaleón”

El país celebra con júbilo, y con toda razón, el rescate de cuatro personas que estaban en poder de las Farc, en otra operación militar exitosa que ratifica la eficacia de la política de seguridad democrática puesta en marcha por el Presidente Álvaro Uribe Vélez y que constituye, así suene feo decirlo, en el broche […]


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El país celebra con júbilo, y con toda razón, el rescate de cuatro personas que estaban en poder de las Farc, en otra operación militar exitosa que ratifica la eficacia de la política de seguridad democrática puesta en marcha por el Presidente Álvaro Uribe Vélez y que constituye, así suene feo decirlo, en el broche de oro con el cual cierra su gestión el General Fredy Padilla De León, al frente del comando General de las Fuerzas Militares.
Nos alegra, como a todos los colombianos, el rescate del General de la Policía Nacional, Luis Erlindo Mendieta; el Coronel de la Policía, Enrique Murillo; el Sargento Primero del Ejército, Arbey Delgado, y posteriormente la del Coronel William Donato, quien se alejó del grupo en la parte inicial de la operación pero hoy también está en libertad.
No obstante, ese júbilo y esa alegría no nos pueden hacer perder de vista varias cosas: la primera, estos secuestros ratifican la degradación a la que ha llegado el conflicto armado colombiano. Llegar al extremo de secuestrar a un grupo de militares, y de policías, con el fin de buscar negociarlos, canjearlos, por guerrilleros, delincuentes y terroristas, es el colmo del dogmatismo y del uso de la violencia como instrumento ilegítimo de conseguir cambios políticos, económicos y sociales.
Nos negamos a creer que tratar la vida y la libertad de las personas como mercancía tenga algún significado de tipo político. Y así lo debe ver hoy Colombia y el mundo.
En segundo término, tampoco nos debemos olvidar de las condiciones denigrantes e infrahumanas, en las cuales las Farc mantuvieron a estas personas, víctimas de los peores vejámenes, encadenadas, sin ninguna dignidad y pudor; lo que confirma el estado en el cual se encuentra esta organización dedicada hoy al narcotráfico, al secuestro y la extorsión.
Hay que felicitar, en primer lugar, al Gobierno Nacional por tomar la decisión política de autorizar el rescate de este grupo de secuestrados, asumiendo un gran riesgo político y militar por las implicaciones del mismo. Esta decisión ratifica el compromiso del Presidente Uribe con este tema de la seguridad y en particular con la lucha contra la subversión.
Igualmente, es menester felicitar al Ejército Nacional por la inteligencia, planeación y cuidado en la ejecución de la llamada “Operación Camaleón”, que al igual que la “Operación Jaque”, que permitió la liberación de Ingrid Betancur y otro grupo, habla bien del profesionalismo de nuestras Fuerzas Militares.
Se puede inferir del éxito de esta operación que el rescate militar es una opción que el Estado y la sociedad colombiana, no deben descartar en el conjunto de alternativas de lucha contra el secuestro; no obstante, también es bueno reflexionar sobre las consecuencias en caso de que la misma hubiera resultado fallida, como sucedió en el caso del exgobernador de Antioquia, Luis Guillermo Gaviria y el exministro, Gilberto Echeverri, o en el mismo y doloroso caso de la Cacica, la periodista y escritora, Consuelo Araujo Noguera I(q.e.p.d.).
En estos casos, en los cuales se opta por el rescate militar, consideramos que es necesario contar con la previa autorización de los familiares de las víctimas de estos secuestros abominables, ya que – como bien lo recuerdan por estos días otros liberados-, el riesgo es bien alto y los guerrilleros encargados de estas personas tienen la orden de matarlas. En estos casos, insistimos, la prudencia y la preservación de la vida de las víctimas deben ser las normas básicas.
En ese orden de ideas, a pesar de la opción militar, el país debe seguir insistiendo en exigirle a las Farc la liberación de los otros secuestrados de manera unilateral, en un acto humanitario y sin tanto espectáculo y propaganda. Pero sabemos que esto es mucho pedir y que este grupo seguirá con su ceguera ante una situación que cada vez es más rechazada por el país y la comunidad internacional.
Desde estas páginas, abogamos por la libertad inmediata de: José Libio Pérez, Sargento del Ejército, quien ya lleva más de 12 años secuestrado, hoy el más antiguo de los cautivos en poder de las Farc; como también por el cesarense, intendente de la Policía, Jorge Trujillo Solarte; y por todos los demás: Wilson Rojas Medina; José Libardo Forero, Jorge Humberto Romero Romero, Luis Alfredo Moreno Chagüeza, Javier Solórzano, Robinson Salcedo Guarín, Luis Alfonso Beltrán Franco, Salín Antonio Sanmiguel Valderrama, Cesar Augusto Lasso Monsalve, Luis Arturo García, Yesid Duarte, Álvaro Moreno, Elkin Hernández Rivas, Carlos José Duarte y Luis Alberto Erazo Maya.
A pesar de la alegría y el júbilo por los que fueron rescatados, no nos podemos olvidar de estas personas y todos los días, de distintas maneras, debemos insistir en su pronta liberación. No nos podemos cansar de condenar el secuestro, en todas sus formas.