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Columnista - 11 junio, 2010

Girasol de un día

Por: Raúl Bermúdez Márquez Cuando el presidente Uribe, con el cuento del cuidado que debían tener los votantes colombianos el pasado 30 de mayo para garantizar la normal incubación de “los huevitos de la seguridad democrática”, se pronunciaba abiertamente a favor de la candidatura de Juan Manuel Santos, un amigo que vivió algún tiempo en […]

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Por: Raúl Bermúdez Márquez

Cuando el presidente Uribe, con el cuento del cuidado que debían tener los votantes colombianos el pasado 30 de mayo para garantizar la normal incubación de “los huevitos de la seguridad democrática”, se pronunciaba abiertamente a favor de la candidatura de Juan Manuel Santos, un amigo que vivió algún tiempo en Suecia y que tal vez por eso aún no ha perdido la capacidad de asombro, comentaba alarmado: “Me parece increíble la forma como el presidente de la república aquí toma partido de frente por uno de los candidatos”.
Como el fenómeno no es la primera, ni la última vez que se va a presentar, le respondí sin inmutarme: “Si es verdad, pero lo más increíble del actual proceso es todo lo que ha hecho Antanas Mockus en sólo 15 días para no quedar de presidente”. Cuando todas las encuestas le daban una favorabilidad abismal, el matemático se dedicó, de manera sistemática, a hacer todo lo posible para que la ola verde que parecía imparable dejara de crecer y – por el contrario-, comenzara a declinar y finalmente, tendida sobre la playa de la desesperanza, pusiera fin a su fulgurante aparición. Muchos sectores de opinión reconocidos sostienen que el “fenómeno Mockus” tomó por sorpresa hasta al mismo Mockus. Sencillamente no se preparó para afrontar el proceso electoral con propuestas estructuradas y argumentadas, aspecto este último que se suponía era su fuerte. Los verdes se quedaron en la generalidad de la defensa de la legalidad, de la educación, de la ciencia y de la tecnología, del manejo pulcro de los recursos públicos, -que al enunciarlas en las primeras de cambio tuvieron una gran acogida-, pero a la hora de aterrizarlas y plantear la metodología y los recursos para llevarlas a la práctica fue donde “torció la puerca el rabo” como decimos en el Caribe.
Esas debilidades quedaron en evidencia en los debates televisados, donde Mockus, casi de manera ingenua caía en las pequeñas trampas que los interrogadores le colocaban: Que si cree en Dios, que si extraditaría a Uribe, que si admira a Chávez, que si la remuneración mensual de un médico debe ser de un millón de pesos, que si crearía más impuestos, que si su actitud con las Farc es más dura que la del mismo Uribe, que si el acuerdo humanitario es o no es conveniente, que si haría alianza con el Polo, y pare de contar.
En todos esos aspectos, Antanas patinó más que carro sin doble tracción en los lodos arcillosos de Valencia de Jesús, en época de invierno. Duele reconocerlo, pero la posibilidad de provocar un cambio, aunque fuese sólo pasando del continuismo guerrerista al continuismo decente, quedó otra vez aplazada y en eso el Partido Verde tiene una gran cuota de responsabilidad.
La estocada final la dieron después de conocidos los resultados de la jornada electoral,  cuando en la noche del 30 de mayo, el país esperaba la voz del estadista que delineara el camino a seguir en la segunda vuelta y cómo iba a tender puentes con sectores que no votarían por Santos, se dedicó “a cantar por la televisión y a aupar a sus seguidores como si fuese un predicador en trance al frente de su grupo de oración”,  como bien lo apunta la columnista de Semana, María Jimena Duzán.
Muchos de los comportamientos etéreos de los verdes se entienden ahora: la voz cantante y sonante la lleva Enrique Peñalosa, seguramente por el estado de salud de Mockus, que no es el mejor, y por las inclinaciones etílicas de Lucho Garzón, que le quitan autoridad. Cuando todo el mundo esperaba que se le diera el sí a un acuerdo programático mínimo con el Polo y con sectores liberales de avanzada, Peñalosa, sale con el “cuento chimbo” que hacer acuerdos partidistas los contaminaría y los haría inconsecuentes con el propósito de hacer alianzas “exclusivamente”, de corte ciudadano.
Otra vez se desperdició la oportunidad, porque en realidad lo único que hubiese podido relanzar y potenciar de nuevo la alternativa decente, era una alianza programática, no burocrática, con el centro y la izquierda democrática.  Por eso, en lo que a mí respecta y como a Peñalosa sólo le interesan los votos inmaculados, a este humilde mortal, muchas veces pecador, no le queda otro recurso que votar en blanco el próximo 20 de junio.

[email protected]

Columnista
11 junio, 2010

Girasol de un día

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Raúl Bermúdez Márquez

Por: Raúl Bermúdez Márquez Cuando el presidente Uribe, con el cuento del cuidado que debían tener los votantes colombianos el pasado 30 de mayo para garantizar la normal incubación de “los huevitos de la seguridad democrática”, se pronunciaba abiertamente a favor de la candidatura de Juan Manuel Santos, un amigo que vivió algún tiempo en […]


Por: Raúl Bermúdez Márquez

Cuando el presidente Uribe, con el cuento del cuidado que debían tener los votantes colombianos el pasado 30 de mayo para garantizar la normal incubación de “los huevitos de la seguridad democrática”, se pronunciaba abiertamente a favor de la candidatura de Juan Manuel Santos, un amigo que vivió algún tiempo en Suecia y que tal vez por eso aún no ha perdido la capacidad de asombro, comentaba alarmado: “Me parece increíble la forma como el presidente de la república aquí toma partido de frente por uno de los candidatos”.
Como el fenómeno no es la primera, ni la última vez que se va a presentar, le respondí sin inmutarme: “Si es verdad, pero lo más increíble del actual proceso es todo lo que ha hecho Antanas Mockus en sólo 15 días para no quedar de presidente”. Cuando todas las encuestas le daban una favorabilidad abismal, el matemático se dedicó, de manera sistemática, a hacer todo lo posible para que la ola verde que parecía imparable dejara de crecer y – por el contrario-, comenzara a declinar y finalmente, tendida sobre la playa de la desesperanza, pusiera fin a su fulgurante aparición. Muchos sectores de opinión reconocidos sostienen que el “fenómeno Mockus” tomó por sorpresa hasta al mismo Mockus. Sencillamente no se preparó para afrontar el proceso electoral con propuestas estructuradas y argumentadas, aspecto este último que se suponía era su fuerte. Los verdes se quedaron en la generalidad de la defensa de la legalidad, de la educación, de la ciencia y de la tecnología, del manejo pulcro de los recursos públicos, -que al enunciarlas en las primeras de cambio tuvieron una gran acogida-, pero a la hora de aterrizarlas y plantear la metodología y los recursos para llevarlas a la práctica fue donde “torció la puerca el rabo” como decimos en el Caribe.
Esas debilidades quedaron en evidencia en los debates televisados, donde Mockus, casi de manera ingenua caía en las pequeñas trampas que los interrogadores le colocaban: Que si cree en Dios, que si extraditaría a Uribe, que si admira a Chávez, que si la remuneración mensual de un médico debe ser de un millón de pesos, que si crearía más impuestos, que si su actitud con las Farc es más dura que la del mismo Uribe, que si el acuerdo humanitario es o no es conveniente, que si haría alianza con el Polo, y pare de contar.
En todos esos aspectos, Antanas patinó más que carro sin doble tracción en los lodos arcillosos de Valencia de Jesús, en época de invierno. Duele reconocerlo, pero la posibilidad de provocar un cambio, aunque fuese sólo pasando del continuismo guerrerista al continuismo decente, quedó otra vez aplazada y en eso el Partido Verde tiene una gran cuota de responsabilidad.
La estocada final la dieron después de conocidos los resultados de la jornada electoral,  cuando en la noche del 30 de mayo, el país esperaba la voz del estadista que delineara el camino a seguir en la segunda vuelta y cómo iba a tender puentes con sectores que no votarían por Santos, se dedicó “a cantar por la televisión y a aupar a sus seguidores como si fuese un predicador en trance al frente de su grupo de oración”,  como bien lo apunta la columnista de Semana, María Jimena Duzán.
Muchos de los comportamientos etéreos de los verdes se entienden ahora: la voz cantante y sonante la lleva Enrique Peñalosa, seguramente por el estado de salud de Mockus, que no es el mejor, y por las inclinaciones etílicas de Lucho Garzón, que le quitan autoridad. Cuando todo el mundo esperaba que se le diera el sí a un acuerdo programático mínimo con el Polo y con sectores liberales de avanzada, Peñalosa, sale con el “cuento chimbo” que hacer acuerdos partidistas los contaminaría y los haría inconsecuentes con el propósito de hacer alianzas “exclusivamente”, de corte ciudadano.
Otra vez se desperdició la oportunidad, porque en realidad lo único que hubiese podido relanzar y potenciar de nuevo la alternativa decente, era una alianza programática, no burocrática, con el centro y la izquierda democrática.  Por eso, en lo que a mí respecta y como a Peñalosa sólo le interesan los votos inmaculados, a este humilde mortal, muchas veces pecador, no le queda otro recurso que votar en blanco el próximo 20 de junio.

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