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Columnista - 5 julio, 2016

Paz política

Con ocasión de la segunda inauguración del inconcluso Estadio Armando Maestre Pavajeau de Valledupar, me preguntaba ¿por qué las comunidades aceptan sin protestar estas interminables e incuantificables obras?, ¿cuál será el punto de encuentro para que todos los actores políticos estén cómodamente alineados en un sepulcral silencio ante desaciertos administrativos y aplausos unánimes ante los […]

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Con ocasión de la segunda inauguración del inconcluso Estadio Armando Maestre Pavajeau de Valledupar, me preguntaba ¿por qué las comunidades aceptan sin protestar estas interminables e incuantificables obras?, ¿cuál será el punto de encuentro para que todos los actores políticos estén cómodamente alineados en un sepulcral silencio ante desaciertos administrativos y aplausos unánimes ante los pocos anuncios?, ¿por qué los organismos de control del Estado permiten la corrupción que hábilmente esconden tras la falta de planificación?

Y no fue difícil encontrar la respuesta, solo son los efectos de las reeditadas maniobras anteriormente utilizadas por personajes que la historia condenó como totalitarios. Lo más seguro es que lo hagan sin saberlo, pero las criollas artimañas políticas guardan el mismo patrón estratégico de personajes como Hitler, Stálin, Mussolini, Hussein, Mao y de quienes usan cualquier manifestación de poder para aniquilar la dignidad humana en nombre de victorias personales.

Miren las coincidencias. Así como sucede en los históricos gobiernos totalitarios, en el departamento del Cesar existe una incontrovertible ideología oficial, con una única autoridad, un solo partido político por encima de las diferentes colectividades que otorgan avales, por ello el actual gobernador olvidó su origen partidista y para enmendar el error acudió a la falsedad ideológica que ahora amenaza su permanencia en el cargo. Otra, los dictadores de los años cincuenta tenían una policía secreta leal a sus intereses, humillante, criminal, hoy la coerción y el silencio de voces disonantes a sus intereses la hacen con el martillo de la justicia. Todo ambientado desde obedientes medios de comunicación que olvidan la desconfianza política presente en su decálogo ético, su responsabilidad se limita a adoctrinar al ciudadano de pie, a convencerlo de que el mando está solo reservado a los poderosos y que no importa el sobrecosto ni la trapisonda contractual al ejecutar una obra.

Resultado, ídolos de papel periódico y la sensación de una inexistente paz política, que lejos de serlo, se deforma en todo un concierto de complicidad para el delito que disfrazan de prolífica gestión, no entendiendo que las garantías a la oposición legitiman a los gobiernos. Por esto los aplausos van en contravía a la satisfacción de necesidades.

Hoy democráticamente estamos dentro de una burbuja, totalmente de espaldas al sano equilibrio gobierno oposición, mientras a nivel nacional surte trámite un Acto legislativo para que en las elecciones uninominales el candidato perdedor ocupe una curul en la corporación pública territorial sin que se produzca inhabilidad para elección futura, acá se inhabilita por diez años al único diputado de la oposición en una descarada sanción política de la Procuraduría Regional.
Confiemos que, así como ha sucedido en otras latitudes, pronto se produzca el movimiento social que promueva la verdadera pluralidad política, donde todos podamos opinar y aspirar, teniendo como rasero solo la inteligencia, capacidad de trabajo y compromiso con las comunidades. Esa si es la verdadera paz política. Un abrazo. –

Columnista
5 julio, 2016

Paz política

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Con ocasión de la segunda inauguración del inconcluso Estadio Armando Maestre Pavajeau de Valledupar, me preguntaba ¿por qué las comunidades aceptan sin protestar estas interminables e incuantificables obras?, ¿cuál será el punto de encuentro para que todos los actores políticos estén cómodamente alineados en un sepulcral silencio ante desaciertos administrativos y aplausos unánimes ante los […]


Con ocasión de la segunda inauguración del inconcluso Estadio Armando Maestre Pavajeau de Valledupar, me preguntaba ¿por qué las comunidades aceptan sin protestar estas interminables e incuantificables obras?, ¿cuál será el punto de encuentro para que todos los actores políticos estén cómodamente alineados en un sepulcral silencio ante desaciertos administrativos y aplausos unánimes ante los pocos anuncios?, ¿por qué los organismos de control del Estado permiten la corrupción que hábilmente esconden tras la falta de planificación?

Y no fue difícil encontrar la respuesta, solo son los efectos de las reeditadas maniobras anteriormente utilizadas por personajes que la historia condenó como totalitarios. Lo más seguro es que lo hagan sin saberlo, pero las criollas artimañas políticas guardan el mismo patrón estratégico de personajes como Hitler, Stálin, Mussolini, Hussein, Mao y de quienes usan cualquier manifestación de poder para aniquilar la dignidad humana en nombre de victorias personales.

Miren las coincidencias. Así como sucede en los históricos gobiernos totalitarios, en el departamento del Cesar existe una incontrovertible ideología oficial, con una única autoridad, un solo partido político por encima de las diferentes colectividades que otorgan avales, por ello el actual gobernador olvidó su origen partidista y para enmendar el error acudió a la falsedad ideológica que ahora amenaza su permanencia en el cargo. Otra, los dictadores de los años cincuenta tenían una policía secreta leal a sus intereses, humillante, criminal, hoy la coerción y el silencio de voces disonantes a sus intereses la hacen con el martillo de la justicia. Todo ambientado desde obedientes medios de comunicación que olvidan la desconfianza política presente en su decálogo ético, su responsabilidad se limita a adoctrinar al ciudadano de pie, a convencerlo de que el mando está solo reservado a los poderosos y que no importa el sobrecosto ni la trapisonda contractual al ejecutar una obra.

Resultado, ídolos de papel periódico y la sensación de una inexistente paz política, que lejos de serlo, se deforma en todo un concierto de complicidad para el delito que disfrazan de prolífica gestión, no entendiendo que las garantías a la oposición legitiman a los gobiernos. Por esto los aplausos van en contravía a la satisfacción de necesidades.

Hoy democráticamente estamos dentro de una burbuja, totalmente de espaldas al sano equilibrio gobierno oposición, mientras a nivel nacional surte trámite un Acto legislativo para que en las elecciones uninominales el candidato perdedor ocupe una curul en la corporación pública territorial sin que se produzca inhabilidad para elección futura, acá se inhabilita por diez años al único diputado de la oposición en una descarada sanción política de la Procuraduría Regional.
Confiemos que, así como ha sucedido en otras latitudes, pronto se produzca el movimiento social que promueva la verdadera pluralidad política, donde todos podamos opinar y aspirar, teniendo como rasero solo la inteligencia, capacidad de trabajo y compromiso con las comunidades. Esa si es la verdadera paz política. Un abrazo. –