BITÁCORA Por: Oscar Ariza Sabia es la tradición popular al afirmar que la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida, son tres cosas que nunca vuelven. Razón tiene William Ospina para afirmar que “después de Uribe Colombia no volverá a ser la misma”, pues jamás un presidente tuvo tanta posibilidad de cambiar al […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Sabia es la tradición popular al afirmar que la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida, son tres cosas que nunca vuelven. Razón tiene William Ospina para afirmar que “después de Uribe Colombia no volverá a ser la misma”, pues jamás un presidente tuvo tanta posibilidad de cambiar al país, logrando un respaldo casi total de los sectores sociales y productivos gracias a la necesidad de la gente de sentir un cambio.
Como nunca antes visto, Uribe tuvo durante ocho años el respaldo de las Fuerzas Armadas, la clase empresarial y productiva, tuvo la ayuda internacional de Estados Unidos y un Congreso mayoritario a su favor. No obstante, Colombia pese a su apuesta por la seguridad democrática que buenos resultados arrojó, quedó esperando que el campo mejorara, que se dignificara el derecho a la salud de los colombianos, que los desplazamientos se redujeran, la corrupción bajara y se respetara el derecho a disentir sin ser estigmatizados.
Contrario a esto, los enemigos de la patria se fueron en contravía de lo legal, para sustentar la necesidad de exterminar la guerrilla, que terminó por comprometer al Estado en actividades delictivas como el desplazamiento, las chuzadas, la corrupción en general y los falsos positivos que poco o nada se hizo por controlarlos, no porque el presidente o sus ministros hubiesen participado en ellos, sino porque inexplicablemente evitaron salir a repudiarlos, conformándose sólo con afirmar que ellos no eran culpables de lo ocurrido; un argumento factible para quienes siguen pensando en salidas fáciles y poco dignas, en lugar de reconocer que los problemas que escandalizan al país se le salieron de las manos, porque en esa búsqueda de unidad nacional se le vendió el alma al diablo, recurriendo al todo vale con tal de sostener un proyecto que pudo ser más viable sin el apoyo de sectores deslegitimados por sus acciones.
Hoy Santos vuelve a hacer el llamado a la unidad nacional, autodenominándose heredero de Uribe. Sin embargo, esta unión proyecta matices distintos y mas riesgosos que antes, porque partidos derrotados como el liberal, en un acto de incoherencia lo apoyan bajo el supuesto de haber dejado en libertad a sus votantes y líderes, después de haber estado en la oposición durante más de ocho años, también el partido conservador insistió en seguir perdiendo su espacio político autónomo, para dejarse absorber a cambio de promesas burocráticas que hoy lo tienen en crisis.
El bipartidismo fracasó en su máxima expresión y aunque hoy se trate de apelar a estrategias que en el pasado sirvieron de salvavidas como el otrora denominado frente nacional, hay un partido político emergente que devolvió la fe en que es posible superar los colores tradicionales para apostarle a un país más sensato que piensa en la necesidad de salir a combatir desde el gobierno la corrupción, el clientelismo, la falta de oportunidades y la violación al derecho a la vida.
Lo cierto es que más de tres millones de votantes que obtuvo el Partido Verde y la propuesta de Mockus, corroboran que una franja enorme de colombianos está cansada de las prácticas políticas tradicionales. Esa franja indica un cambio y eso desde ya es un triunfo frente a la antigua imposibilidad de tener otras opciones distintas a las que ofrecía el partido liberal y conservador, lo que hace más honorable la expresión de millones de colombianos hacia Mockus; ello marca una nueva hoja de ruta hacia la oxigenación de la política en Colombia.
Más allá de los errores de forma que haya tenido la propuesta de Mockus, su planteamiento tiene un fondo contundente y nada despreciable para cualquier país que quiera enrolarse en el progreso, porque por encima de conseguir votos mediante pactos políticos burocráticos, está la coherencia de ser un partido distinto que se abre paso hacia la transformación del país si ataduras clientelistas.
Por encima de triunfalismos, revanchismos o fundamentalismos, la sensatez debe llevarnos a reconocer la legitimidad de una ventaja de Santos en primera vuelta, pero también la posibilidad de que la gente entienda el propósito de cambio que encarna Mockus, pues más allá de la simplicidad de la forma, ¿Qué es lo que nos impide tomar lo que de manera clara es la decisión más adecuada para Colombia?
[email protected]
BITÁCORA Por: Oscar Ariza Sabia es la tradición popular al afirmar que la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida, son tres cosas que nunca vuelven. Razón tiene William Ospina para afirmar que “después de Uribe Colombia no volverá a ser la misma”, pues jamás un presidente tuvo tanta posibilidad de cambiar al […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
Sabia es la tradición popular al afirmar que la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida, son tres cosas que nunca vuelven. Razón tiene William Ospina para afirmar que “después de Uribe Colombia no volverá a ser la misma”, pues jamás un presidente tuvo tanta posibilidad de cambiar al país, logrando un respaldo casi total de los sectores sociales y productivos gracias a la necesidad de la gente de sentir un cambio.
Como nunca antes visto, Uribe tuvo durante ocho años el respaldo de las Fuerzas Armadas, la clase empresarial y productiva, tuvo la ayuda internacional de Estados Unidos y un Congreso mayoritario a su favor. No obstante, Colombia pese a su apuesta por la seguridad democrática que buenos resultados arrojó, quedó esperando que el campo mejorara, que se dignificara el derecho a la salud de los colombianos, que los desplazamientos se redujeran, la corrupción bajara y se respetara el derecho a disentir sin ser estigmatizados.
Contrario a esto, los enemigos de la patria se fueron en contravía de lo legal, para sustentar la necesidad de exterminar la guerrilla, que terminó por comprometer al Estado en actividades delictivas como el desplazamiento, las chuzadas, la corrupción en general y los falsos positivos que poco o nada se hizo por controlarlos, no porque el presidente o sus ministros hubiesen participado en ellos, sino porque inexplicablemente evitaron salir a repudiarlos, conformándose sólo con afirmar que ellos no eran culpables de lo ocurrido; un argumento factible para quienes siguen pensando en salidas fáciles y poco dignas, en lugar de reconocer que los problemas que escandalizan al país se le salieron de las manos, porque en esa búsqueda de unidad nacional se le vendió el alma al diablo, recurriendo al todo vale con tal de sostener un proyecto que pudo ser más viable sin el apoyo de sectores deslegitimados por sus acciones.
Hoy Santos vuelve a hacer el llamado a la unidad nacional, autodenominándose heredero de Uribe. Sin embargo, esta unión proyecta matices distintos y mas riesgosos que antes, porque partidos derrotados como el liberal, en un acto de incoherencia lo apoyan bajo el supuesto de haber dejado en libertad a sus votantes y líderes, después de haber estado en la oposición durante más de ocho años, también el partido conservador insistió en seguir perdiendo su espacio político autónomo, para dejarse absorber a cambio de promesas burocráticas que hoy lo tienen en crisis.
El bipartidismo fracasó en su máxima expresión y aunque hoy se trate de apelar a estrategias que en el pasado sirvieron de salvavidas como el otrora denominado frente nacional, hay un partido político emergente que devolvió la fe en que es posible superar los colores tradicionales para apostarle a un país más sensato que piensa en la necesidad de salir a combatir desde el gobierno la corrupción, el clientelismo, la falta de oportunidades y la violación al derecho a la vida.
Lo cierto es que más de tres millones de votantes que obtuvo el Partido Verde y la propuesta de Mockus, corroboran que una franja enorme de colombianos está cansada de las prácticas políticas tradicionales. Esa franja indica un cambio y eso desde ya es un triunfo frente a la antigua imposibilidad de tener otras opciones distintas a las que ofrecía el partido liberal y conservador, lo que hace más honorable la expresión de millones de colombianos hacia Mockus; ello marca una nueva hoja de ruta hacia la oxigenación de la política en Colombia.
Más allá de los errores de forma que haya tenido la propuesta de Mockus, su planteamiento tiene un fondo contundente y nada despreciable para cualquier país que quiera enrolarse en el progreso, porque por encima de conseguir votos mediante pactos políticos burocráticos, está la coherencia de ser un partido distinto que se abre paso hacia la transformación del país si ataduras clientelistas.
Por encima de triunfalismos, revanchismos o fundamentalismos, la sensatez debe llevarnos a reconocer la legitimidad de una ventaja de Santos en primera vuelta, pero también la posibilidad de que la gente entienda el propósito de cambio que encarna Mockus, pues más allá de la simplicidad de la forma, ¿Qué es lo que nos impide tomar lo que de manera clara es la decisión más adecuada para Colombia?
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