Pienso que la comunidad, no puede desconocer por grande que sea el inconformismo originado del cuestionable servicio de salud que recibimos, que cuando éste es prestado por el sector privado, no es más para sus dueños que un negocio, el cual como es obvio, debería dejarles atractivas ganancias. Ahora miremos el asunto desde la otra […]
Pienso que la comunidad, no puede desconocer por grande que sea el inconformismo originado del cuestionable servicio de salud que recibimos, que cuando éste es prestado por el sector privado, no es más para sus dueños que un negocio, el cual como es obvio, debería dejarles atractivas ganancias. Ahora miremos el asunto desde la otra perspectiva. Quienes hacen parte de este sector, tampoco deben perder de vista, que el fundamento de este negocio es la prestación de un servicio al ser humano con altos estándares de calidad que garantice su salud y la vida misma. Claro, el problema es mucho más complejo que este sencillo planteamiento, sin embargo lo que sí es evidente es que la relación Empresarios de la salud- usuarios se ha desarrollado en dos extremos caracterizados por tensiones excesivamente controversiales. Lo cierto es que el hecho de que las EPS defiendan a ultranza la continuidad en este negocio, no obstante el monumental accionar de tutelas en su contra, hace suponer que este negocio debe dejar muy buenos dividendos, al punto que los costos jurídicos para defenderse, resultan, me imagino una pírrica suma, frente a sus gananciales.
Particularmente hace poco más de un año, he venido padeciendo un delicado percance de salud, que a estas alturas los médicos de mi EPS, sin ser un caso extraño, aún no han diagnosticado lo que implica que no he recibido tratamiento alguno.
En mi proceso los facultativos consideraron remitir mi caso a especialistas de la ciudad de Bogotá y aunque no niego que ha existido una atención formal de la EPS, presionada por una tutela que actualmente obra en su contra, es claro que ese sistema perverso a que hago alusión en este escrito, desde un principio viene haciendo estragos sobre las posibilidades de tratarme a tiempo mi caso, los trámites de pronto oportunos llegan hasta donde lo atiende a uno un médico general, a partir de la remisión a la medicina especializada, que por supuesto cuenta más y deja menos ganancias, empieza el tenebroso paseo de la muerte, inmerso a en el marasmo de la tramitomania, una cita normal en la ciudad con especialista demora uno y dos meses, el 21 de octubre del año pasado fue atendido en Valledupar, el médico ordenó mi remisión a Bogotá, allí me atendieron el 25 de Enero de este año, es decir tres meses después, este médico ordenó exámenes cuyos trámites tuve que realizar en Valledupar y pude regresar al médico de Bogotá, con los resultados el dia 11 de abril de 2016, es decir un poco más de tres meses después, ese dia el medico de Bogotá, ordenó con carácter urgente dos nuevos exámenes y me dijo que debería verme en ocho días, volví a Valledupar a tramitar dichos exámenes ante mi EPS y asómbrense: Para uno de esos exámenes me remitieron a barranquilla, por precaución cuando llamé a confirmar me informaron que allí no lo practicaban y evité el viaje, luego fui remitido a Santa Marta donde antes de viajar me confirmaron que allí lo realizaban, cuando llegué a esa ciudad me dijeron que ellos no hacían ese examen y perdí el viaje, esto sin contar que en ocasiones me han negado todo tipo de gastos de desplazamiento, manutención, alojo y hasta de acompañante cuando la tutela lo ordenó.
Para finalizar de los ocho días en que el médico esperaba verme con los resultados han transcurrido más de 45 y aún mi EPS no ha resuelto la realización de esos exámenes. Creo que les estoy contando mi experiencia porque paralelamente busqué un médico particular, el doctor Lavín Barranco, quien me diagnosticó, me recetó, detuvo el avance del mal y gracias a él y a Dios, sigo vivo y me estoy sanando.
Pienso que la comunidad, no puede desconocer por grande que sea el inconformismo originado del cuestionable servicio de salud que recibimos, que cuando éste es prestado por el sector privado, no es más para sus dueños que un negocio, el cual como es obvio, debería dejarles atractivas ganancias. Ahora miremos el asunto desde la otra […]
Pienso que la comunidad, no puede desconocer por grande que sea el inconformismo originado del cuestionable servicio de salud que recibimos, que cuando éste es prestado por el sector privado, no es más para sus dueños que un negocio, el cual como es obvio, debería dejarles atractivas ganancias. Ahora miremos el asunto desde la otra perspectiva. Quienes hacen parte de este sector, tampoco deben perder de vista, que el fundamento de este negocio es la prestación de un servicio al ser humano con altos estándares de calidad que garantice su salud y la vida misma. Claro, el problema es mucho más complejo que este sencillo planteamiento, sin embargo lo que sí es evidente es que la relación Empresarios de la salud- usuarios se ha desarrollado en dos extremos caracterizados por tensiones excesivamente controversiales. Lo cierto es que el hecho de que las EPS defiendan a ultranza la continuidad en este negocio, no obstante el monumental accionar de tutelas en su contra, hace suponer que este negocio debe dejar muy buenos dividendos, al punto que los costos jurídicos para defenderse, resultan, me imagino una pírrica suma, frente a sus gananciales.
Particularmente hace poco más de un año, he venido padeciendo un delicado percance de salud, que a estas alturas los médicos de mi EPS, sin ser un caso extraño, aún no han diagnosticado lo que implica que no he recibido tratamiento alguno.
En mi proceso los facultativos consideraron remitir mi caso a especialistas de la ciudad de Bogotá y aunque no niego que ha existido una atención formal de la EPS, presionada por una tutela que actualmente obra en su contra, es claro que ese sistema perverso a que hago alusión en este escrito, desde un principio viene haciendo estragos sobre las posibilidades de tratarme a tiempo mi caso, los trámites de pronto oportunos llegan hasta donde lo atiende a uno un médico general, a partir de la remisión a la medicina especializada, que por supuesto cuenta más y deja menos ganancias, empieza el tenebroso paseo de la muerte, inmerso a en el marasmo de la tramitomania, una cita normal en la ciudad con especialista demora uno y dos meses, el 21 de octubre del año pasado fue atendido en Valledupar, el médico ordenó mi remisión a Bogotá, allí me atendieron el 25 de Enero de este año, es decir tres meses después, este médico ordenó exámenes cuyos trámites tuve que realizar en Valledupar y pude regresar al médico de Bogotá, con los resultados el dia 11 de abril de 2016, es decir un poco más de tres meses después, ese dia el medico de Bogotá, ordenó con carácter urgente dos nuevos exámenes y me dijo que debería verme en ocho días, volví a Valledupar a tramitar dichos exámenes ante mi EPS y asómbrense: Para uno de esos exámenes me remitieron a barranquilla, por precaución cuando llamé a confirmar me informaron que allí no lo practicaban y evité el viaje, luego fui remitido a Santa Marta donde antes de viajar me confirmaron que allí lo realizaban, cuando llegué a esa ciudad me dijeron que ellos no hacían ese examen y perdí el viaje, esto sin contar que en ocasiones me han negado todo tipo de gastos de desplazamiento, manutención, alojo y hasta de acompañante cuando la tutela lo ordenó.
Para finalizar de los ocho días en que el médico esperaba verme con los resultados han transcurrido más de 45 y aún mi EPS no ha resuelto la realización de esos exámenes. Creo que les estoy contando mi experiencia porque paralelamente busqué un médico particular, el doctor Lavín Barranco, quien me diagnosticó, me recetó, detuvo el avance del mal y gracias a él y a Dios, sigo vivo y me estoy sanando.