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Columnista - 14 junio, 2016

Y el tal paro sí existe

“El tal paro no existe”, decía Santos sobre el primer paro agrario. Y fue de tal magnitud que se vio obligado a reconocerlo. Alcanzó para entonces su punto más bajo en las encuestas. Ya esos desiertos de apoyo ciudadano le son habituales. Ahora tiene que enfrentar otro paro. Y ya no tiene ni humos ni […]

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“El tal paro no existe”, decía Santos sobre el primer paro agrario. Y fue de tal magnitud que se vio obligado a reconocerlo. Alcanzó para entonces su punto más bajo en las encuestas. Ya esos desiertos de apoyo ciudadano le son habituales. Ahora tiene que enfrentar otro paro. Y ya no tiene ni humos ni fuerzas para negarlo.

La primera lección es que, contrario a lo que muchos creen, la firma de un pacto definitivo en la Habana no significará ni el fin de la violencia ni un ambiente sociopolítico más tranquilo. Para empezar, porque a) quedan por fuera el Eln y una disidencia del Epl y se está produciendo un trasvase de hombres y territorios de las Farc a las otras guerrillas, y b) el problema de fondo de la violencia en Colombia no son las guerrillas sino el narcotráfico. Se ha sabido siempre pero, curioso, ahora pocos lo recuerdan. Y el narcotráfico no solo no ha disminuido sino que toda la política del Gobierno en esta materia, más allá del discurso, ha fracasado de forma estruendosa y ha traído como consecuencia un aumento sustantivo de narcocultivos y de coca producida.

Además, con la devaluación del peso el negocio se hizo muchísimo más rentable. Las Farc se están haciendo aun más ricas en estos tiempos: producen mucha más coca y reciben muchos más pesos por ella, mientras que el Gobierno les tolera que sigan delinquiendo siempre que no maten. Después, porque la hipotética desmovilización de las Farc se traducirá en que harán política por vía de la manipulación de las comunidades y la activación de sus organizaciones políticas. Y esa política se hará en las calles.

La segunda, que la debilidad invita a los ejercicios de fuerza. Y si además se recompensan las vías de hecho, como este gobierno ha hecho, solo se invita a los beneficiados y a otros sectores sociales a repetir lo que ha tenido éxito. Este gobierno premió con subsidios millonarios, literalmente, el primer paro cafetero y de ahí nació, y con razón, el primer paro agrario. Los otros productores agrícolas no quisieron quedarse por fuera de la piñata. Es solo una prueba más de que Santos cede cuando le muestran los dientes.

Tercera, que lo que se pacte hay que cumplirlo. El Gobierno ha creído que puede firmar cualquier cosa para desactivar los paros y protestas y que después puede incumplir sin costo alguno. Y no, las comunidades tienen memoria y el incumplimiento solo da motivo para exigir con más vehemencia lo pactado.

La cuarta es que el Gobierno debe pensar más allá de Bogotá. Santos cree que la política se hace en los pasillos de la élite capitalina y no sabe, menosprecia y no entiende lo que pasa en las regiones. Por eso su tendencia a la negación y su incompetencia para lidiar con la “protesta social”.

Sí, el país debe prepararse para más y no menos paros, huelgas y bloqueos.

Por Rafael Nieto Loaiza

 

Columnista
14 junio, 2016

Y el tal paro sí existe

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“El tal paro no existe”, decía Santos sobre el primer paro agrario. Y fue de tal magnitud que se vio obligado a reconocerlo. Alcanzó para entonces su punto más bajo en las encuestas. Ya esos desiertos de apoyo ciudadano le son habituales. Ahora tiene que enfrentar otro paro. Y ya no tiene ni humos ni […]


“El tal paro no existe”, decía Santos sobre el primer paro agrario. Y fue de tal magnitud que se vio obligado a reconocerlo. Alcanzó para entonces su punto más bajo en las encuestas. Ya esos desiertos de apoyo ciudadano le son habituales. Ahora tiene que enfrentar otro paro. Y ya no tiene ni humos ni fuerzas para negarlo.

La primera lección es que, contrario a lo que muchos creen, la firma de un pacto definitivo en la Habana no significará ni el fin de la violencia ni un ambiente sociopolítico más tranquilo. Para empezar, porque a) quedan por fuera el Eln y una disidencia del Epl y se está produciendo un trasvase de hombres y territorios de las Farc a las otras guerrillas, y b) el problema de fondo de la violencia en Colombia no son las guerrillas sino el narcotráfico. Se ha sabido siempre pero, curioso, ahora pocos lo recuerdan. Y el narcotráfico no solo no ha disminuido sino que toda la política del Gobierno en esta materia, más allá del discurso, ha fracasado de forma estruendosa y ha traído como consecuencia un aumento sustantivo de narcocultivos y de coca producida.

Además, con la devaluación del peso el negocio se hizo muchísimo más rentable. Las Farc se están haciendo aun más ricas en estos tiempos: producen mucha más coca y reciben muchos más pesos por ella, mientras que el Gobierno les tolera que sigan delinquiendo siempre que no maten. Después, porque la hipotética desmovilización de las Farc se traducirá en que harán política por vía de la manipulación de las comunidades y la activación de sus organizaciones políticas. Y esa política se hará en las calles.

La segunda, que la debilidad invita a los ejercicios de fuerza. Y si además se recompensan las vías de hecho, como este gobierno ha hecho, solo se invita a los beneficiados y a otros sectores sociales a repetir lo que ha tenido éxito. Este gobierno premió con subsidios millonarios, literalmente, el primer paro cafetero y de ahí nació, y con razón, el primer paro agrario. Los otros productores agrícolas no quisieron quedarse por fuera de la piñata. Es solo una prueba más de que Santos cede cuando le muestran los dientes.

Tercera, que lo que se pacte hay que cumplirlo. El Gobierno ha creído que puede firmar cualquier cosa para desactivar los paros y protestas y que después puede incumplir sin costo alguno. Y no, las comunidades tienen memoria y el incumplimiento solo da motivo para exigir con más vehemencia lo pactado.

La cuarta es que el Gobierno debe pensar más allá de Bogotá. Santos cree que la política se hace en los pasillos de la élite capitalina y no sabe, menosprecia y no entiende lo que pasa en las regiones. Por eso su tendencia a la negación y su incompetencia para lidiar con la “protesta social”.

Sí, el país debe prepararse para más y no menos paros, huelgas y bloqueos.

Por Rafael Nieto Loaiza