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Columnista - 13 junio, 2016

La flauta y el vallenato

La flauta y el vallenato, un matrimonio que se dio en Cartagena, luciendo sus mejores galas, entre el reconocido flautista italiano Andrea Griminelli y el rey vallenato Sergio Luis Rodríguez, una velada con mucha altura que marcó un nuevo concepto sobre la fusión del vallenato con otros géneros, una casi impensable creación sonora que pone […]

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La flauta y el vallenato, un matrimonio que se dio en Cartagena, luciendo sus mejores galas, entre el reconocido flautista italiano Andrea Griminelli y el rey vallenato Sergio Luis Rodríguez, una velada con mucha altura que marcó un nuevo concepto sobre la fusión del vallenato con otros géneros, una casi impensable creación sonora que pone en evidencia las posibilidades de adaptación de un folclor que nació en la provincia y logra ser asimilado por cualquier otro estilo musical. Ya lo hizo Carlos Vives con la cumbia y el Rock, lo está haciendo Chabuco con el Jazz y el flamenco, ahora llega este encuentro con la flauta clásica. El concepto fusión es un aporte real a la universalidad del vallenato, pero una fusión bien tratada y respetando el género, no como lo que quieren hacer algunos de la Nueva Ola, con el reguetón y la champeta que adolece de ritmo y se convierte en un desorden corroncho que no aporta nada.

Lo que sucedió en el Hotel Intercontinental de La Heroica fue un sutil trasegar de notas melodiosas, interpretadas de manera magistral, por un artista que ha recorrido los escenarios más importantes del mundo como: Teatro Alla Scala de Milán, Hyde Park en Londres, el Central Park de New York, Shangai Concert Hall, La torre Eiffel en Paris y la plaza Roja de Moscú entre otros, al lado de leyendas como: Andrea Bocelli, Elton Jonh, Sting, Luciano Pavarotti y muchos más que han marcado su ruta exitosa; verlo ahí, con su virtuosidad, al lado de Sergio Luis Rodríguez, nuestro rey vallenato, fue algo memorable, un esplendor y una madurez de estilo que abarcó la elegancia y la técnica de ambos músicos, algo que emocionó al auditorio, al escuchar Nació mi poesía de Fernando Dangond, una melodía fulgurantemente bella y luego Benditos versos de Rafael Manjarrez, como homenaje, más que merecido, a la responsable de todo este sueño, la exreina de La Guajira, Rossana Redondo Solano, esposa del flautista, quien inculcó el vallenato en su corazón para que reconociera un país maravilloso, lleno de colores, matices, ritmos y gente alegre.

Pero el mejor momento fue cuando la magia invadió el auditorio, florecieron los cañahuates y las mariposas amarillas comenzaron a volar para darle la bienvenida a nuestros juglares que ingresaban orgullosos a escuchar este concierto con ese aroma a tierra mojada único del país vallenato, del Cesar y La Guajira, los aplausos se escucharon en lo más alto de la Sierra Nevada; Leandro se notaba impresionado al escuchar su Matilde Lina con esos sonidos sublimes; Carlos Huertas, orgulloso y ‘enchoyao’ como siempre entraba a los escenarios al escuchar su célebre Cantor de Fonseca y ahora más, interpretado en una flauta de oro que pesa un kilo; lo mismo que Rafael Escalona, elegante como siempre, deleitándose con La casa en el aire; Moralito y Emiliano, invariablemente, contrapunteando a versos, y Juancho Polo y Alejo Durán, humildes pero altivos, al saber que Alicia Dorada y El pedazo de acordeón ahora se irán por el mundo en manos de este artista italiano, con su capacidad prodigiosa en el dominio de la flauta, quien las incorporará a su repertorio en los más elegantes escenarios.

El vallenato tiene mucho por lograr y estos encuentros reafirman que nuestra música necesita ser preservada en su esencia, sin dejar de explorar posibilidades y ajustar lo que sea necesario para que siga siendo la imagen de Colombia y nuestra mayor fortaleza cultural.

Columnista
13 junio, 2016

La flauta y el vallenato

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jacobo Solano Cerchiaro

La flauta y el vallenato, un matrimonio que se dio en Cartagena, luciendo sus mejores galas, entre el reconocido flautista italiano Andrea Griminelli y el rey vallenato Sergio Luis Rodríguez, una velada con mucha altura que marcó un nuevo concepto sobre la fusión del vallenato con otros géneros, una casi impensable creación sonora que pone […]


La flauta y el vallenato, un matrimonio que se dio en Cartagena, luciendo sus mejores galas, entre el reconocido flautista italiano Andrea Griminelli y el rey vallenato Sergio Luis Rodríguez, una velada con mucha altura que marcó un nuevo concepto sobre la fusión del vallenato con otros géneros, una casi impensable creación sonora que pone en evidencia las posibilidades de adaptación de un folclor que nació en la provincia y logra ser asimilado por cualquier otro estilo musical. Ya lo hizo Carlos Vives con la cumbia y el Rock, lo está haciendo Chabuco con el Jazz y el flamenco, ahora llega este encuentro con la flauta clásica. El concepto fusión es un aporte real a la universalidad del vallenato, pero una fusión bien tratada y respetando el género, no como lo que quieren hacer algunos de la Nueva Ola, con el reguetón y la champeta que adolece de ritmo y se convierte en un desorden corroncho que no aporta nada.

Lo que sucedió en el Hotel Intercontinental de La Heroica fue un sutil trasegar de notas melodiosas, interpretadas de manera magistral, por un artista que ha recorrido los escenarios más importantes del mundo como: Teatro Alla Scala de Milán, Hyde Park en Londres, el Central Park de New York, Shangai Concert Hall, La torre Eiffel en Paris y la plaza Roja de Moscú entre otros, al lado de leyendas como: Andrea Bocelli, Elton Jonh, Sting, Luciano Pavarotti y muchos más que han marcado su ruta exitosa; verlo ahí, con su virtuosidad, al lado de Sergio Luis Rodríguez, nuestro rey vallenato, fue algo memorable, un esplendor y una madurez de estilo que abarcó la elegancia y la técnica de ambos músicos, algo que emocionó al auditorio, al escuchar Nació mi poesía de Fernando Dangond, una melodía fulgurantemente bella y luego Benditos versos de Rafael Manjarrez, como homenaje, más que merecido, a la responsable de todo este sueño, la exreina de La Guajira, Rossana Redondo Solano, esposa del flautista, quien inculcó el vallenato en su corazón para que reconociera un país maravilloso, lleno de colores, matices, ritmos y gente alegre.

Pero el mejor momento fue cuando la magia invadió el auditorio, florecieron los cañahuates y las mariposas amarillas comenzaron a volar para darle la bienvenida a nuestros juglares que ingresaban orgullosos a escuchar este concierto con ese aroma a tierra mojada único del país vallenato, del Cesar y La Guajira, los aplausos se escucharon en lo más alto de la Sierra Nevada; Leandro se notaba impresionado al escuchar su Matilde Lina con esos sonidos sublimes; Carlos Huertas, orgulloso y ‘enchoyao’ como siempre entraba a los escenarios al escuchar su célebre Cantor de Fonseca y ahora más, interpretado en una flauta de oro que pesa un kilo; lo mismo que Rafael Escalona, elegante como siempre, deleitándose con La casa en el aire; Moralito y Emiliano, invariablemente, contrapunteando a versos, y Juancho Polo y Alejo Durán, humildes pero altivos, al saber que Alicia Dorada y El pedazo de acordeón ahora se irán por el mundo en manos de este artista italiano, con su capacidad prodigiosa en el dominio de la flauta, quien las incorporará a su repertorio en los más elegantes escenarios.

El vallenato tiene mucho por lograr y estos encuentros reafirman que nuestra música necesita ser preservada en su esencia, sin dejar de explorar posibilidades y ajustar lo que sea necesario para que siga siendo la imagen de Colombia y nuestra mayor fortaleza cultural.