Que los operadores no den los alimentos que son y por ende la desnutrición siga campante, que las obras de infraestructura no se terminen en los tiempos y presupuesto que son, que los servicios de agua y energía no sean de calidad porque primero hay que lograr cobertura y luego si se piensa en calidad, […]
Que los operadores no den los alimentos que son y por ende la desnutrición siga campante, que las obras de infraestructura no se terminen en los tiempos y presupuesto que son, que los servicios de agua y energía no sean de calidad porque primero hay que lograr cobertura y luego si se piensa en calidad, son cabezas atribuidas a ese monstruo llamado corrupción, pero en el cuerpo y articulaciones de este mítico ser del imaginario social, se encuentra un problema estructural que se llama capacidad de gerencia de nuestros gobernantes y organizaciones públicas.
Para nada estoy en desacuerdo con que la corrupción es un mal mayor, pero creo que zanjar la discusión sobre la eficiencia de la gestión pública, sólo en ésta causa, es ver el vaso medio vacío sin analizar el trasfondo de la situación, y es la limitada capacidad gerencial de muchos ordenadores del gasto y sus organizaciones. También hay que reconocer que a los ciudadanos nos cabe una responsabilidad por no ejercer control ni sanción social.
Hace un par de años tuve la oportunidad de trabajar con un señor llamado Ray Shostak, quien fue el encargado de dirigir la Unidad de entrega (Delivery Unit, en los gobiernos de David Cameron y Gordon Brown), entidad encargada de verificar la entrega de bienes y servicios públicos para incrementar la efectividad en las inversiones y calidad de vida de los habitantes. Lo recuerdo hoy, por que este señor en una sesión de trabajo me comentó que el problema de los gobiernos locales era la falta de microgerencia y foco gerencial en las acciones estratégicas de gobierno, si bien es cierto, existen interventorías y supervisores, pero en este esquema, el gerente es ausente de las mediciones de rendimientos, logros intermedios y cuellos de botellas y solo se percata de la situación cuando el problema explota.
No creo que los británicos sean superiores, allá tienen sus problemas de corrupción (cazadores de renta hay en todo el mundo), pero si creo que la diferencia es que ellos son disciplinados en las mediciones de lo que se entrega como resultado del proyecto. A diferencia nuestra, el interventor, supervisor, entes de control, pero principalmente el ordenador del gasto y su organización, poco miden y evalúan lo que se esta obteniendo como resultado.
Contrario de lo que muchos piensan, las mediciones que hacia Shostack y su unidad en el gobierno británico, no utilizaban metodologías sofisticada, usaban una herramienta sencilla denominada Delivery System (en Colombia se viene usando).
Que sea esta la oportunidad para invitar a los nuevos mandatarios a explorar nuevas formas de hacer microgerencia y fomentar estructuras dinámicas de inversión con mejores resultados, nuestros pueblos lo necesitan.
Que los operadores no den los alimentos que son y por ende la desnutrición siga campante, que las obras de infraestructura no se terminen en los tiempos y presupuesto que son, que los servicios de agua y energía no sean de calidad porque primero hay que lograr cobertura y luego si se piensa en calidad, […]
Que los operadores no den los alimentos que son y por ende la desnutrición siga campante, que las obras de infraestructura no se terminen en los tiempos y presupuesto que son, que los servicios de agua y energía no sean de calidad porque primero hay que lograr cobertura y luego si se piensa en calidad, son cabezas atribuidas a ese monstruo llamado corrupción, pero en el cuerpo y articulaciones de este mítico ser del imaginario social, se encuentra un problema estructural que se llama capacidad de gerencia de nuestros gobernantes y organizaciones públicas.
Para nada estoy en desacuerdo con que la corrupción es un mal mayor, pero creo que zanjar la discusión sobre la eficiencia de la gestión pública, sólo en ésta causa, es ver el vaso medio vacío sin analizar el trasfondo de la situación, y es la limitada capacidad gerencial de muchos ordenadores del gasto y sus organizaciones. También hay que reconocer que a los ciudadanos nos cabe una responsabilidad por no ejercer control ni sanción social.
Hace un par de años tuve la oportunidad de trabajar con un señor llamado Ray Shostak, quien fue el encargado de dirigir la Unidad de entrega (Delivery Unit, en los gobiernos de David Cameron y Gordon Brown), entidad encargada de verificar la entrega de bienes y servicios públicos para incrementar la efectividad en las inversiones y calidad de vida de los habitantes. Lo recuerdo hoy, por que este señor en una sesión de trabajo me comentó que el problema de los gobiernos locales era la falta de microgerencia y foco gerencial en las acciones estratégicas de gobierno, si bien es cierto, existen interventorías y supervisores, pero en este esquema, el gerente es ausente de las mediciones de rendimientos, logros intermedios y cuellos de botellas y solo se percata de la situación cuando el problema explota.
No creo que los británicos sean superiores, allá tienen sus problemas de corrupción (cazadores de renta hay en todo el mundo), pero si creo que la diferencia es que ellos son disciplinados en las mediciones de lo que se entrega como resultado del proyecto. A diferencia nuestra, el interventor, supervisor, entes de control, pero principalmente el ordenador del gasto y su organización, poco miden y evalúan lo que se esta obteniendo como resultado.
Contrario de lo que muchos piensan, las mediciones que hacia Shostack y su unidad en el gobierno británico, no utilizaban metodologías sofisticada, usaban una herramienta sencilla denominada Delivery System (en Colombia se viene usando).
Que sea esta la oportunidad para invitar a los nuevos mandatarios a explorar nuevas formas de hacer microgerencia y fomentar estructuras dinámicas de inversión con mejores resultados, nuestros pueblos lo necesitan.