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Columnista - 13 abril, 2016

En Colombia, los guerreristas no deben hundirse en el pasado

En América Latina las guerrillas ya pasaron de moda por obsoletas y anacrónicas. En esta última fase del proceso de paz con las Farc se espera la materialización de los compromisos correspondientes con fechas fijas y claras para el cese al fuego definitivo, conjuntamente con la dejación de las armas. Los plazos no pueden ser […]

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En América Latina las guerrillas ya pasaron de moda por obsoletas y anacrónicas. En esta última fase del proceso de paz con las Farc se espera la materialización de los compromisos correspondientes con fechas fijas y claras para el cese al fuego definitivo, conjuntamente con la dejación de las armas. Los plazos no pueden ser abiertos para una de las partes y firmes para la otra. Se necesita mucha prudencia y habilidad para desarrollar en forma integral y simultánea la fase final de los acuerdos en La Habana. Se requieren garantías de seguridad para los miembros de las Farc, y la inclusión de las víctimas en el centro de la implementación aprobada.

Todos debemos tener muy claro que vivir sin guerra es posible, lo contrario significa hundirse en el doloroso pasado. Los negociadores del gobierno Santos y las Farc están en la búsqueda del mejor acuerdo de paz posible con el objetivo común que queremos la paz, pero no cualquier paz. Hoy, estamos confiados que los avances importantes respecto al cese del fuego bilateral y definitivo, y la dejación de las armas, pueden ser la buena noticia en el corto plazo para el cierre del acuerdo de paz, sin el ruido estridente de la extradición de Simón Trinidad y sin el panorama inquietante de las bandas criminales que se presentan como un efecto secundario del paramilitarismo.

El Estado colombiano tiene que ser contundente con este nuevo desafío y debe tener la consigna de no dejarse amedrentar para acabar con eficacia con todas las formas de violencia. Queremos un futuro en paz para nuestro país, sin odios, sin camorras, sin testigos falsos y con el norte definido que con el crimen organizado no se negocia, se le combate. Dejación o desarme es hasta la fecha un debate retórico. Lo que siempre debe quedar muy claro es que se tiene que romper el vínculo entre política y armas, pero está muy acordado entre las partes, que si las Farc van a hacer política o van a estar de civiles, no pueden tener armas.

El Eln debe comprender que esta puede ser la última oportunidad que tienen para encontrar una salida a su actividad criminal, con alguna dignidad. No se puede abusar más de la paciencia de los colombianos, pero es necesario para la sanidad de la democracia que este debate se produzca. Es importante entender que para poner fin a más de 50 años de violencia, el proceso de negociaciones haya tenido que hacer notorias concesiones, pero este alcance es un asunto muy discutible porque no podemos esperar nunca las condiciones ideales para la firma del acuerdo final de paz. Sin embargo, no permitamos que se agote la esperanza reemplazando la locura de la guerra por la locura de la vida.

Columnista
13 abril, 2016

En Colombia, los guerreristas no deben hundirse en el pasado

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

En América Latina las guerrillas ya pasaron de moda por obsoletas y anacrónicas. En esta última fase del proceso de paz con las Farc se espera la materialización de los compromisos correspondientes con fechas fijas y claras para el cese al fuego definitivo, conjuntamente con la dejación de las armas. Los plazos no pueden ser […]


En América Latina las guerrillas ya pasaron de moda por obsoletas y anacrónicas. En esta última fase del proceso de paz con las Farc se espera la materialización de los compromisos correspondientes con fechas fijas y claras para el cese al fuego definitivo, conjuntamente con la dejación de las armas. Los plazos no pueden ser abiertos para una de las partes y firmes para la otra. Se necesita mucha prudencia y habilidad para desarrollar en forma integral y simultánea la fase final de los acuerdos en La Habana. Se requieren garantías de seguridad para los miembros de las Farc, y la inclusión de las víctimas en el centro de la implementación aprobada.

Todos debemos tener muy claro que vivir sin guerra es posible, lo contrario significa hundirse en el doloroso pasado. Los negociadores del gobierno Santos y las Farc están en la búsqueda del mejor acuerdo de paz posible con el objetivo común que queremos la paz, pero no cualquier paz. Hoy, estamos confiados que los avances importantes respecto al cese del fuego bilateral y definitivo, y la dejación de las armas, pueden ser la buena noticia en el corto plazo para el cierre del acuerdo de paz, sin el ruido estridente de la extradición de Simón Trinidad y sin el panorama inquietante de las bandas criminales que se presentan como un efecto secundario del paramilitarismo.

El Estado colombiano tiene que ser contundente con este nuevo desafío y debe tener la consigna de no dejarse amedrentar para acabar con eficacia con todas las formas de violencia. Queremos un futuro en paz para nuestro país, sin odios, sin camorras, sin testigos falsos y con el norte definido que con el crimen organizado no se negocia, se le combate. Dejación o desarme es hasta la fecha un debate retórico. Lo que siempre debe quedar muy claro es que se tiene que romper el vínculo entre política y armas, pero está muy acordado entre las partes, que si las Farc van a hacer política o van a estar de civiles, no pueden tener armas.

El Eln debe comprender que esta puede ser la última oportunidad que tienen para encontrar una salida a su actividad criminal, con alguna dignidad. No se puede abusar más de la paciencia de los colombianos, pero es necesario para la sanidad de la democracia que este debate se produzca. Es importante entender que para poner fin a más de 50 años de violencia, el proceso de negociaciones haya tenido que hacer notorias concesiones, pero este alcance es un asunto muy discutible porque no podemos esperar nunca las condiciones ideales para la firma del acuerdo final de paz. Sin embargo, no permitamos que se agote la esperanza reemplazando la locura de la guerra por la locura de la vida.