Es inocultable la crisis de las instituciones que tenemos en Colombia: un Congreso de la República que no ha podido quitarse el rotulo de ineficiente, una Procuraduría General de la Nación opinando en temas políticos, una Contraloría General del Republica muy discreta, unas altas Cortes envueltas en escándalos de corrupción y una Fiscalía General embajadora […]
Es inocultable la crisis de las instituciones que tenemos en Colombia: un Congreso de la República que no ha podido quitarse el rotulo de ineficiente, una Procuraduría General de la Nación opinando en temas políticos, una Contraloría General del Republica muy discreta, unas altas Cortes envueltas en escándalos de corrupción y una Fiscalía General embajadora política del gobierno hacedora de favores, son el reflejo de que el aparato estatal centralista no anda nada bien y por consiguiente se haya creado una atmosfera de desconfianza y poca credibilidad ante los ciudadanos, que necesariamente obligan al Gobierno a tomar decisiones de fondo para revertir esta tendencia y recuperar la imagen de tan importantes instituciones que representan la moralidad pública y los principios constitucionales de toda una nación.
Es lamentable y paradójico además, que el órgano encargado de investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores de los mismos ante los juzgados y tribunales competentes, hoy al terminar el periodo del fiscal Eduardo Montealegre, deje una estela de procesos sin resolver los cuales ascienden a un millón 800 mil investigaciones y en la parte administrativa muchos visos de corrupción, como la celebración del contrato con la politóloga Natalia Springer, del cual nadie conoce nada, so pretexto de que se trata de un asunto de seguridad, pero que además fue condecorada por el mismo ente acusador con el premio Low Murta por su contribución a la justicia, es decir, Naty como así la llama cariñosamente Montealegre, se ganó el premio Oscar de la justica a la colombiana. ¡Vaya que contribución!
De igual manera, se cuestiona el incremento de la nómina en cerca de cinco mil cargos, como resultado de un proceso de reestructuración y modernización en la búsqueda de nuevos modelos de investigación que no se notaron. Pero sus actuaciones tampoco se limitaron al plano jurídico del ente investigador, sino que trascendieron al plano interinstitucional y personal, como lo dejó al descubierto las peleas cazadas con diferentes personalidades del país, como el expresidente Álvaro Uribe, el procurador Alejandro Ordóñez, la excontralora Sandra Morelli, el exfiscal Alfonso Gómez Méndez y la exfiscal Vivian Morales, ejerciendo un populismo mediático creador de grandes polémicas, que lejos de generar garantías de estabilidad en medio de esta crisis institucional, lo que hizo fue contribuir a entorpecer la concordia y la armonía.
En fin la gestión de Montealegre estuvo marcada por su fuerte presencia en asuntos más allá de las funciones propias de la entidad y por el protagonismo novelesco que tuvo en la actualidad del país, como defensor del proceso de paz; eso sí, siempre cubierto con la sombra de Salucoop, la cual no pudo quitarla nunca de su despacho, por mucho que quisiera alumbrarlo prendiéndole las velas al santo de su devoción “San Juan Manuel”.
De todo esto queda una enseñanza y es que con las polarizaciones apasionadamente radicalizadas no se superan las dificultades sociales ni se construye paz, mucho menos se recupera la imagen de las instituciones.
Es inocultable la crisis de las instituciones que tenemos en Colombia: un Congreso de la República que no ha podido quitarse el rotulo de ineficiente, una Procuraduría General de la Nación opinando en temas políticos, una Contraloría General del Republica muy discreta, unas altas Cortes envueltas en escándalos de corrupción y una Fiscalía General embajadora […]
Es inocultable la crisis de las instituciones que tenemos en Colombia: un Congreso de la República que no ha podido quitarse el rotulo de ineficiente, una Procuraduría General de la Nación opinando en temas políticos, una Contraloría General del Republica muy discreta, unas altas Cortes envueltas en escándalos de corrupción y una Fiscalía General embajadora política del gobierno hacedora de favores, son el reflejo de que el aparato estatal centralista no anda nada bien y por consiguiente se haya creado una atmosfera de desconfianza y poca credibilidad ante los ciudadanos, que necesariamente obligan al Gobierno a tomar decisiones de fondo para revertir esta tendencia y recuperar la imagen de tan importantes instituciones que representan la moralidad pública y los principios constitucionales de toda una nación.
Es lamentable y paradójico además, que el órgano encargado de investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores de los mismos ante los juzgados y tribunales competentes, hoy al terminar el periodo del fiscal Eduardo Montealegre, deje una estela de procesos sin resolver los cuales ascienden a un millón 800 mil investigaciones y en la parte administrativa muchos visos de corrupción, como la celebración del contrato con la politóloga Natalia Springer, del cual nadie conoce nada, so pretexto de que se trata de un asunto de seguridad, pero que además fue condecorada por el mismo ente acusador con el premio Low Murta por su contribución a la justicia, es decir, Naty como así la llama cariñosamente Montealegre, se ganó el premio Oscar de la justica a la colombiana. ¡Vaya que contribución!
De igual manera, se cuestiona el incremento de la nómina en cerca de cinco mil cargos, como resultado de un proceso de reestructuración y modernización en la búsqueda de nuevos modelos de investigación que no se notaron. Pero sus actuaciones tampoco se limitaron al plano jurídico del ente investigador, sino que trascendieron al plano interinstitucional y personal, como lo dejó al descubierto las peleas cazadas con diferentes personalidades del país, como el expresidente Álvaro Uribe, el procurador Alejandro Ordóñez, la excontralora Sandra Morelli, el exfiscal Alfonso Gómez Méndez y la exfiscal Vivian Morales, ejerciendo un populismo mediático creador de grandes polémicas, que lejos de generar garantías de estabilidad en medio de esta crisis institucional, lo que hizo fue contribuir a entorpecer la concordia y la armonía.
En fin la gestión de Montealegre estuvo marcada por su fuerte presencia en asuntos más allá de las funciones propias de la entidad y por el protagonismo novelesco que tuvo en la actualidad del país, como defensor del proceso de paz; eso sí, siempre cubierto con la sombra de Salucoop, la cual no pudo quitarla nunca de su despacho, por mucho que quisiera alumbrarlo prendiéndole las velas al santo de su devoción “San Juan Manuel”.
De todo esto queda una enseñanza y es que con las polarizaciones apasionadamente radicalizadas no se superan las dificultades sociales ni se construye paz, mucho menos se recupera la imagen de las instituciones.