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Columnista - 26 enero, 2016

El saber gobernar

Lo común, usual y ordinario en Colombia es una corriente que nos ha hecho mucho daño, se vuelve costumbre hacer lo que la sociedad nos impone, a repetir la misma historia, a no salirnos de los trillados estándares, a no desviarnos del curso, a pesar de conocer su destino. Por eso, nos encontramos frente a […]

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Lo común, usual y ordinario en Colombia es una corriente que nos ha hecho mucho daño, se vuelve costumbre hacer lo que la sociedad nos impone, a repetir la misma historia, a no salirnos de los trillados estándares, a no desviarnos del curso, a pesar de conocer su destino. Por eso, nos encontramos frente a situaciones desafortunadamente invariables, resultado de la implantación de una idea de ser fieles a un estilo, cohibiéndonos de lo bueno que puede ser realizar lo extraordinario, es decir, lo contrario a lo convencional.

El ejercicio de los cargos de alcalde y gobernador es un ejemplo fehaciente de que preferimos lo cotidiano sobre lo excepcional, y para eso basta analizar de manera superficial el comportamiento de quienes han estado en estas posiciones, que vienen a ser uno más de los tantos, indistintamente de sus resultados, dignos de valorar, pero con idéntico pensamiento en cuanto a la noción de autoridad, confundiéndola con imposición, pese a la obligación de desempeñarla con disposición de servicio.

Es conveniente dejar a un lado el prototipo de político que desecha la actitud de servidor con la que trabajó en campaña, un sujeto que gestiona por sus intereses, que administra con revanchismo político, una persona cegada, al creer que es normal su proceder, porque sus predecesores han obrado igual.

Se puede decir que la falla no está en la forma de constitución o percepción, sino que sencillamente se nos volvió un vicio copiar malos patrones, pensar que todo está bien cuando sabemos que no es así; es ahí donde radica la sapiencia, el que conoce, analiza y emprende, busca soluciones de raíz, atiende recomendaciones y se atreve a cambiar con lo que erradamente nos hemos familiarizado.

Otro aspecto que se debe mencionar con respecto a la buena gobernanza, es sobre la mayordomía de lo público, es necesario que se entienda que estos puestos electorales son de encargo, que los avances y retrocesos recaerán en una misma administración, que es importante discernir las reales prioridades que permita invertir en lo necesario, comprendiendo que la responsabilidad social, transparencia (rendición de cuentas) y construcción de una ciudadanía activa, son instrumentos de imperativa función para el progreso.

Para concluir, exhorto al señor Uhia y al señor Ovalle que actúen como regentes de nuestro municipio y departamento, a aprovechar su turno y dejar huella, obedeciendo al pedido del pueblo, trabajando mancomunadamente, atendiendo al desprotegido y a no seguir ni emular lo que no sirve; teniendo presente que la virtud de dirigir no está en exhibir poder, sino en demostrar lo que podemos resolver.

Columnista
26 enero, 2016

El saber gobernar

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Sergio Barranco

Lo común, usual y ordinario en Colombia es una corriente que nos ha hecho mucho daño, se vuelve costumbre hacer lo que la sociedad nos impone, a repetir la misma historia, a no salirnos de los trillados estándares, a no desviarnos del curso, a pesar de conocer su destino. Por eso, nos encontramos frente a […]


Lo común, usual y ordinario en Colombia es una corriente que nos ha hecho mucho daño, se vuelve costumbre hacer lo que la sociedad nos impone, a repetir la misma historia, a no salirnos de los trillados estándares, a no desviarnos del curso, a pesar de conocer su destino. Por eso, nos encontramos frente a situaciones desafortunadamente invariables, resultado de la implantación de una idea de ser fieles a un estilo, cohibiéndonos de lo bueno que puede ser realizar lo extraordinario, es decir, lo contrario a lo convencional.

El ejercicio de los cargos de alcalde y gobernador es un ejemplo fehaciente de que preferimos lo cotidiano sobre lo excepcional, y para eso basta analizar de manera superficial el comportamiento de quienes han estado en estas posiciones, que vienen a ser uno más de los tantos, indistintamente de sus resultados, dignos de valorar, pero con idéntico pensamiento en cuanto a la noción de autoridad, confundiéndola con imposición, pese a la obligación de desempeñarla con disposición de servicio.

Es conveniente dejar a un lado el prototipo de político que desecha la actitud de servidor con la que trabajó en campaña, un sujeto que gestiona por sus intereses, que administra con revanchismo político, una persona cegada, al creer que es normal su proceder, porque sus predecesores han obrado igual.

Se puede decir que la falla no está en la forma de constitución o percepción, sino que sencillamente se nos volvió un vicio copiar malos patrones, pensar que todo está bien cuando sabemos que no es así; es ahí donde radica la sapiencia, el que conoce, analiza y emprende, busca soluciones de raíz, atiende recomendaciones y se atreve a cambiar con lo que erradamente nos hemos familiarizado.

Otro aspecto que se debe mencionar con respecto a la buena gobernanza, es sobre la mayordomía de lo público, es necesario que se entienda que estos puestos electorales son de encargo, que los avances y retrocesos recaerán en una misma administración, que es importante discernir las reales prioridades que permita invertir en lo necesario, comprendiendo que la responsabilidad social, transparencia (rendición de cuentas) y construcción de una ciudadanía activa, son instrumentos de imperativa función para el progreso.

Para concluir, exhorto al señor Uhia y al señor Ovalle que actúen como regentes de nuestro municipio y departamento, a aprovechar su turno y dejar huella, obedeciendo al pedido del pueblo, trabajando mancomunadamente, atendiendo al desprotegido y a no seguir ni emular lo que no sirve; teniendo presente que la virtud de dirigir no está en exhibir poder, sino en demostrar lo que podemos resolver.