El mundo entero está reconsiderando sus paradigmas, sean estos recientes o caracterizados por haber tenido vigencia durante largos años. Una nueva generación de gobernantes en Arabia Saudita empieza a plantear la necesidad de cambiar la política de subsidios y gratuidad, que han podido mantener gracias a los altos precios del petróleo, por un marco económico […]
El mundo entero está reconsiderando sus paradigmas, sean estos recientes o caracterizados por haber tenido vigencia durante largos años.
Una nueva generación de gobernantes en Arabia Saudita empieza a plantear la necesidad de cambiar la política de subsidios y gratuidad, que han podido mantener gracias a los altos precios del petróleo, por un marco económico con más elementos de mercado.
La Unión Europea sigue reflexionando acerca de las decisiones que deben tomarse para que la solución a sus problemas sea más Europa en lugar de menos Europa.
Pero cada día que pasa tiene que enfrentar mayores fisuras debido a la urgencia de enfrentar el terrorismo, los desacuerdos sobre el manejo de la inmigración y el impacto de las elecciones en algunos países del área, los cuales ponen en entredicho la política de ajustes y austeridad que ha prevalecido para hacer frente a la crisis.
Estados Unidos es el país más poderoso de la tierra.
No obstante, hoy padece los estragos de la ruptura del diálogo bipartidista así como de la falta de éxitos contundentes en el área internacional que afiancen su poder.
Que Trump continúe liderando las encuestas en el Partido Republicano, de un lado, y que Stiglitz, del otro, empiece el año lanzando un libro en el que reclama que se reescriban las reglas de la economía americana para combatir la desigualdad y devolverle vigor al aparato productivo, dice mucho acerca de las incertidumbres internas.
Por otra parte, China está esforzándose para hacer los arreglos que demandan el menor crecimiento y mayores exigencias de libertad política, al igual que la volatilidad en la bolsa.
Todo lo anterior pone de presente que se está frente a un gran desajuste global.
Y lo más preocupante es que esos vientos cruzados seguirán sintiéndose en los distintos continentes.
Mientras tantas cosas suceden internacionalmente, en Colombia la democracia se debilita, la economía, que antes dependía del precio del café hoy es dependiente del petróleo, no se ha logrado diversificar la estructura productiva, las instituciones están en muy baja estima y la principal apuesta del Gobierno es firmar con las Farc un acuerdo de fin del conflicto. Nadie pone en duda que dejar atrás el terrorismo de ese grupo será bueno para la nación.
Sin embargo, es fundamental que la ciudadanía se movilice a favor cambios que miren mucho más allá del contenido de dicho acuerdo.
Sería muy perjudicial para el país que las miradas se dirijan exclusivamente a lo que salga de la mesa en Cuba.
Lo fundamental es que los próximos pasos que se den apunten a que Colombia entre a las cadenas globales de valor, las reformas internas favorezcan las inversiones productivas de largo plazo, la estructura tributaria tenga en mente la innovación, y a construir una política educativa integral y de Estado. Desde luego que la tarea es inmensa.
No obstante, en las circunstancias actuales, debe evitarse a toda costa que el espejismo de los diálogos con el terrorismo impida ver el bosque.
Lo que se haga debe hacerse con los ojos bien abiertos, porque ya se está en la alborada de la cuarta revolución tecnológica. Y el futuro dependerá de nuestro posicionamiento en ese mar de oportunidades. Por eso Colombia necesita un nuevo rumbo.
Por Carlos Holmes Trujillo G.
El mundo entero está reconsiderando sus paradigmas, sean estos recientes o caracterizados por haber tenido vigencia durante largos años. Una nueva generación de gobernantes en Arabia Saudita empieza a plantear la necesidad de cambiar la política de subsidios y gratuidad, que han podido mantener gracias a los altos precios del petróleo, por un marco económico […]
El mundo entero está reconsiderando sus paradigmas, sean estos recientes o caracterizados por haber tenido vigencia durante largos años.
Una nueva generación de gobernantes en Arabia Saudita empieza a plantear la necesidad de cambiar la política de subsidios y gratuidad, que han podido mantener gracias a los altos precios del petróleo, por un marco económico con más elementos de mercado.
La Unión Europea sigue reflexionando acerca de las decisiones que deben tomarse para que la solución a sus problemas sea más Europa en lugar de menos Europa.
Pero cada día que pasa tiene que enfrentar mayores fisuras debido a la urgencia de enfrentar el terrorismo, los desacuerdos sobre el manejo de la inmigración y el impacto de las elecciones en algunos países del área, los cuales ponen en entredicho la política de ajustes y austeridad que ha prevalecido para hacer frente a la crisis.
Estados Unidos es el país más poderoso de la tierra.
No obstante, hoy padece los estragos de la ruptura del diálogo bipartidista así como de la falta de éxitos contundentes en el área internacional que afiancen su poder.
Que Trump continúe liderando las encuestas en el Partido Republicano, de un lado, y que Stiglitz, del otro, empiece el año lanzando un libro en el que reclama que se reescriban las reglas de la economía americana para combatir la desigualdad y devolverle vigor al aparato productivo, dice mucho acerca de las incertidumbres internas.
Por otra parte, China está esforzándose para hacer los arreglos que demandan el menor crecimiento y mayores exigencias de libertad política, al igual que la volatilidad en la bolsa.
Todo lo anterior pone de presente que se está frente a un gran desajuste global.
Y lo más preocupante es que esos vientos cruzados seguirán sintiéndose en los distintos continentes.
Mientras tantas cosas suceden internacionalmente, en Colombia la democracia se debilita, la economía, que antes dependía del precio del café hoy es dependiente del petróleo, no se ha logrado diversificar la estructura productiva, las instituciones están en muy baja estima y la principal apuesta del Gobierno es firmar con las Farc un acuerdo de fin del conflicto. Nadie pone en duda que dejar atrás el terrorismo de ese grupo será bueno para la nación.
Sin embargo, es fundamental que la ciudadanía se movilice a favor cambios que miren mucho más allá del contenido de dicho acuerdo.
Sería muy perjudicial para el país que las miradas se dirijan exclusivamente a lo que salga de la mesa en Cuba.
Lo fundamental es que los próximos pasos que se den apunten a que Colombia entre a las cadenas globales de valor, las reformas internas favorezcan las inversiones productivas de largo plazo, la estructura tributaria tenga en mente la innovación, y a construir una política educativa integral y de Estado. Desde luego que la tarea es inmensa.
No obstante, en las circunstancias actuales, debe evitarse a toda costa que el espejismo de los diálogos con el terrorismo impida ver el bosque.
Lo que se haga debe hacerse con los ojos bien abiertos, porque ya se está en la alborada de la cuarta revolución tecnológica. Y el futuro dependerá de nuestro posicionamiento en ese mar de oportunidades. Por eso Colombia necesita un nuevo rumbo.
Por Carlos Holmes Trujillo G.