La semana pasada, después de una ardua jornada de trabajo, llegué hasta mi casa, me tiré de palomita a la cama y entré en un sueño profundo: soñé que me encontraba de despachador del terminal de los trineos de Papá Noel y que ordenaba la salida del viejo gordo vestido de rojo y barbas blancas […]
La semana pasada, después de una ardua jornada de trabajo, llegué hasta mi casa, me tiré de palomita a la cama y entré en un sueño profundo: soñé que me encontraba de despachador del terminal de los trineos de Papá Noel y que ordenaba la salida del viejo gordo vestido de rojo y barbas blancas a todas las ciudades de Colombia, para llevar el pedido de regalos solicitados por los niños en sus tiernas cartas; y que tal despacho se hacía por orden alfabético, es decir, iniciamos por la letra A, atendiendo de esta manera el llamado de los niños de Armenia, Arauca, Argelia, Ayapel, etc, y que ya habíamos despachado regalos a un gran número de pueblos.
Al llegarle el turno a la letra V se cargaron todos los regalos con destino a Villavicencio, Vélez, Versalles, Villanueva, Villa de Leiva, entre otras. Cuando anuncié el turno de Valledupar, la cara del viejo barbón no fue de agrado, frunció el ceño y se tomó la barba con las manos de arriba abajo y con voz de lamento me dijo: Temo que este año voy a cancelar la visita a Valledupar, lo lamento mucho por los niños que cada año me esperan con gran alegría y entusiasmo, pero no quiero arriesgar mi integridad física, ni mis renos, ni mi trineo, ni mucho menos los regalos, pues la inseguridad que hay en esa ciudad en espantosa; muchos homicidios, acompañados de robos callejeros, atracos y extorsión a los ciudadanos de bien, siendo la autoridad policiva muy permisiva; además la ciudad está oscura por muchos sectores, en esta ocasión no hay las luces navideñas de todos los años, la concesión de alumbrado público no funciona y Electricaribe hace lo que quiere; el problema de movilidad es muy estresante, ya no se puede transitar cómodamente, es común los trancones por todos lados, sumado a la congestión por las diferentes obras viales que se llevan a cabo en la ciudad.
Ahora, en caso que me tocase pagar acarreo por sí mis renos se cansan, no hay gasolina en las estaciones de servicios. Siguió exclamando el viejo y con gran pesar dijo: Ya ni me podría bañar en el rio Guatapuri, es alarmante su contaminación y podría causarle alergia a mi legendaria piel. Bajo de ánimo y con algo de impotencia me presté a seguir escuchando el lamento del viejo. Siguió diciendo: Añoraba mucho ducharme bajo el abundante chorro de agua que salía por los grifos, pero ya no es así, lo que sale es un hilito de agua que toca bañarse recostado a las paredes del baño. Un poco cansado el viejo tomó una silla, pidió que le acercara un vaso con agua y dijo: el tipo de productos que se consumen en esta época pueden potenciar el riesgo de sufrir una intoxicación alimentaria, pues en Valledupar aunque debo reconocer que es muy rica su gastronomía no hay respeto por las normas sanitarias sobre procesamiento y preparación de alimentos. Finalmente exclamó el viejo de botas negras: Ya a mi edad, vivo achacado y dado el caso que en esa visita me enfermare, en el hospital Rosario Pumarejo no hay disponibilidad de camas, ni medicamentos en el dispensario y eso me aterra. Ya vencido por el cansancio se quedó dormido Papá Noel; mientras tanto yo despertaba algo optimista, porque solo fue un sueño y este año igual que todos los años, los niños seguramente tendrán tan esperada visita.
La semana pasada, después de una ardua jornada de trabajo, llegué hasta mi casa, me tiré de palomita a la cama y entré en un sueño profundo: soñé que me encontraba de despachador del terminal de los trineos de Papá Noel y que ordenaba la salida del viejo gordo vestido de rojo y barbas blancas […]
La semana pasada, después de una ardua jornada de trabajo, llegué hasta mi casa, me tiré de palomita a la cama y entré en un sueño profundo: soñé que me encontraba de despachador del terminal de los trineos de Papá Noel y que ordenaba la salida del viejo gordo vestido de rojo y barbas blancas a todas las ciudades de Colombia, para llevar el pedido de regalos solicitados por los niños en sus tiernas cartas; y que tal despacho se hacía por orden alfabético, es decir, iniciamos por la letra A, atendiendo de esta manera el llamado de los niños de Armenia, Arauca, Argelia, Ayapel, etc, y que ya habíamos despachado regalos a un gran número de pueblos.
Al llegarle el turno a la letra V se cargaron todos los regalos con destino a Villavicencio, Vélez, Versalles, Villanueva, Villa de Leiva, entre otras. Cuando anuncié el turno de Valledupar, la cara del viejo barbón no fue de agrado, frunció el ceño y se tomó la barba con las manos de arriba abajo y con voz de lamento me dijo: Temo que este año voy a cancelar la visita a Valledupar, lo lamento mucho por los niños que cada año me esperan con gran alegría y entusiasmo, pero no quiero arriesgar mi integridad física, ni mis renos, ni mi trineo, ni mucho menos los regalos, pues la inseguridad que hay en esa ciudad en espantosa; muchos homicidios, acompañados de robos callejeros, atracos y extorsión a los ciudadanos de bien, siendo la autoridad policiva muy permisiva; además la ciudad está oscura por muchos sectores, en esta ocasión no hay las luces navideñas de todos los años, la concesión de alumbrado público no funciona y Electricaribe hace lo que quiere; el problema de movilidad es muy estresante, ya no se puede transitar cómodamente, es común los trancones por todos lados, sumado a la congestión por las diferentes obras viales que se llevan a cabo en la ciudad.
Ahora, en caso que me tocase pagar acarreo por sí mis renos se cansan, no hay gasolina en las estaciones de servicios. Siguió exclamando el viejo y con gran pesar dijo: Ya ni me podría bañar en el rio Guatapuri, es alarmante su contaminación y podría causarle alergia a mi legendaria piel. Bajo de ánimo y con algo de impotencia me presté a seguir escuchando el lamento del viejo. Siguió diciendo: Añoraba mucho ducharme bajo el abundante chorro de agua que salía por los grifos, pero ya no es así, lo que sale es un hilito de agua que toca bañarse recostado a las paredes del baño. Un poco cansado el viejo tomó una silla, pidió que le acercara un vaso con agua y dijo: el tipo de productos que se consumen en esta época pueden potenciar el riesgo de sufrir una intoxicación alimentaria, pues en Valledupar aunque debo reconocer que es muy rica su gastronomía no hay respeto por las normas sanitarias sobre procesamiento y preparación de alimentos. Finalmente exclamó el viejo de botas negras: Ya a mi edad, vivo achacado y dado el caso que en esa visita me enfermare, en el hospital Rosario Pumarejo no hay disponibilidad de camas, ni medicamentos en el dispensario y eso me aterra. Ya vencido por el cansancio se quedó dormido Papá Noel; mientras tanto yo despertaba algo optimista, porque solo fue un sueño y este año igual que todos los años, los niños seguramente tendrán tan esperada visita.