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Columnista - 18 noviembre, 2015

Consecuencias del desbarajuste de nuestro sistema político

Había prometido guardar reserva sobre la decisión que adoptó la Corte Constitucional relacionada con la adopción de niños por parejas del mismo sexo, porque en realidad es un tema que respeto pero no lo comparto, porque soy defensor de la familia más como una institución ética que un organismo simplemente jurídico o legal. Pero además, […]

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Había prometido guardar reserva sobre la decisión que adoptó la Corte Constitucional relacionada con la adopción de niños por parejas del mismo sexo, porque en realidad es un tema que respeto pero no lo comparto, porque soy defensor de la familia más como una institución ética que un organismo simplemente jurídico o legal.

Pero además, porque soy un acérrimo defensor del orden natural que ha instituido la familia a partir de los lazos afectivos entre un hombre y una mujer conforme la creación divina narrada en el libro de Génesis. Además de costarme entender algunas cosas, por ejemplo, criar a un bebé por dos hombres sin leche materna, enseñar la palabra papá a un niño en una pareja de mujeres o la palabra mamá en una pareja de hombres, etc.

Pero viendo que la complejidad del tema importa al Derecho Constitucional y las implicaciones sociales que dicha determinación ha generado, considero que desde este espacio también se pueden sentar posiciones sin necesidad de recoger firmas o realizar encuestas. En este sentido lo primero que entro a considerar es que la decisión política que ha tomado la Corte Constitucional en una sentencia judicial, obedece a las consecuencias del desbarajuste de nuestro sistema político, donde una vez más ha quedado revelado que el Congreso de la República no ha sido capaz de tomar decisiones a través de leyes estatutarias en este asunto y en otros como la eutanasia, por temor a que los electores les pasen las cuentas de cobro a la hora de las elecciones.

El segundo aspecto que entro a examinar es que no se pueden someter los derechos fundamentales a un referendo, sencillamente porque los derechos no son conquistados ni por encuestas, ni huelgas de hambre, ni voto popular, ni tampoco pueden ser el resultado de una negociación política, debido a que estos son inherentes a la dignidad humana y punto. Pero lo más preocupante que veo de todo este episodio, es que con iniciativas como estas (referéndum), desde ya se pronostica el triunfo aplastante que seguramente obtendrá la mayoría sobre el grupo minoritario constituido por esta población y desde luego, los derechos de las minorías no tendrían garantía, ni mucho menos seguridad jurídica en el tiempo.

No puede perderse de vista que las democracias modernas llegan a consensos mayoritarios pero eso sí, siempre respetando al disenso promovido por las minorías; es decir, los derechos que representan las mayoría tienen la fiel promesa de respetar la dignidad e igualdad de las minorías. En todo caso creo que este tema lejos de tener una connotación religiosa, se debe mirar con objetividad y en el contexto de un estado laico, neutral y una sociedad en transición y no a partir de la simple apreciación del “no me gusta”.

Si este ligero análisis fuese suficiente, ya quisiéramos entonces que se lideraran referendos también contra conductas inmorales y que en mi opinión hacen más daño, como la corrupción en la contratación estatal, contra la venta de bebidas alcohólicas para no tener más borrachos homicidas en las calles o pidiendo la cadena perpetua para los violadores de niños que andan sueltos, porque creo que estas conductas tampoco nos gustan.

Columnista
18 noviembre, 2015

Consecuencias del desbarajuste de nuestro sistema político

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Había prometido guardar reserva sobre la decisión que adoptó la Corte Constitucional relacionada con la adopción de niños por parejas del mismo sexo, porque en realidad es un tema que respeto pero no lo comparto, porque soy defensor de la familia más como una institución ética que un organismo simplemente jurídico o legal. Pero además, […]


Había prometido guardar reserva sobre la decisión que adoptó la Corte Constitucional relacionada con la adopción de niños por parejas del mismo sexo, porque en realidad es un tema que respeto pero no lo comparto, porque soy defensor de la familia más como una institución ética que un organismo simplemente jurídico o legal.

Pero además, porque soy un acérrimo defensor del orden natural que ha instituido la familia a partir de los lazos afectivos entre un hombre y una mujer conforme la creación divina narrada en el libro de Génesis. Además de costarme entender algunas cosas, por ejemplo, criar a un bebé por dos hombres sin leche materna, enseñar la palabra papá a un niño en una pareja de mujeres o la palabra mamá en una pareja de hombres, etc.

Pero viendo que la complejidad del tema importa al Derecho Constitucional y las implicaciones sociales que dicha determinación ha generado, considero que desde este espacio también se pueden sentar posiciones sin necesidad de recoger firmas o realizar encuestas. En este sentido lo primero que entro a considerar es que la decisión política que ha tomado la Corte Constitucional en una sentencia judicial, obedece a las consecuencias del desbarajuste de nuestro sistema político, donde una vez más ha quedado revelado que el Congreso de la República no ha sido capaz de tomar decisiones a través de leyes estatutarias en este asunto y en otros como la eutanasia, por temor a que los electores les pasen las cuentas de cobro a la hora de las elecciones.

El segundo aspecto que entro a examinar es que no se pueden someter los derechos fundamentales a un referendo, sencillamente porque los derechos no son conquistados ni por encuestas, ni huelgas de hambre, ni voto popular, ni tampoco pueden ser el resultado de una negociación política, debido a que estos son inherentes a la dignidad humana y punto. Pero lo más preocupante que veo de todo este episodio, es que con iniciativas como estas (referéndum), desde ya se pronostica el triunfo aplastante que seguramente obtendrá la mayoría sobre el grupo minoritario constituido por esta población y desde luego, los derechos de las minorías no tendrían garantía, ni mucho menos seguridad jurídica en el tiempo.

No puede perderse de vista que las democracias modernas llegan a consensos mayoritarios pero eso sí, siempre respetando al disenso promovido por las minorías; es decir, los derechos que representan las mayoría tienen la fiel promesa de respetar la dignidad e igualdad de las minorías. En todo caso creo que este tema lejos de tener una connotación religiosa, se debe mirar con objetividad y en el contexto de un estado laico, neutral y una sociedad en transición y no a partir de la simple apreciación del “no me gusta”.

Si este ligero análisis fuese suficiente, ya quisiéramos entonces que se lideraran referendos también contra conductas inmorales y que en mi opinión hacen más daño, como la corrupción en la contratación estatal, contra la venta de bebidas alcohólicas para no tener más borrachos homicidas en las calles o pidiendo la cadena perpetua para los violadores de niños que andan sueltos, porque creo que estas conductas tampoco nos gustan.