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Columnista - 26 octubre, 2015

No todos los guajiros violan la ley

“Cuando llegan al mercado salen los oportunistas van a su plan afanado, no quieren pagar nadita, llega ese mal momento pal nativo de mi tierra que ve perder su sustento, aun cuando él no lo quiera” Tuvo Beto Murgas la genialidad de hacer una canción de connotaciones premonitorias que fue titulada “Un grito en La […]

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“Cuando llegan al mercado salen los oportunistas van a su plan afanado, no quieren pagar nadita, llega ese mal momento pal nativo de mi tierra que ve perder su sustento, aun cuando él no lo quiera”

Tuvo Beto Murgas la genialidad de hacer una canción de connotaciones premonitorias que fue titulada “Un grito en La Guajira” que fue incluida por Juan Piña con el acordeón de Juancho Rois en el LP ‘El fuete’, lanzado por la casa disquera Codiscos en el año 1977, de la cual transcribimos el aparte que antecede en ella ese ilustre hijo de Villanueva narra paso a paso el drama de nuestros hermanos Wayúu, pues en ella parece describir con pelos y señales y con treinta y ocho años de anticipación, exactamente lo que está sucediendo en la actualidad, eran tiempos cuando las regalías parecían una utopía y hoy cuando son una realidad producto de la impiedad y de las indelicadezas de unos pocos consentida por la mayoría de la sociedad su situación ha empeorado porque desafortunadamente el valor civil parece que solo está llegando hasta donde empieza el instinto de conservación; afortunadamente algo nos hace pensar que la ciudadanía está reaccionando porque no todos aplauden la corrupción.

Si no hubiera sido por el traguito de té que me tomé inmediatamente después, me hubiera atragantado con el chicote de arepa que circulaba por mi galillo cuando escuché decir por la radio en Riohacha a un muy respetable hombre público que en La Guajira con relación al pasado cuestionable y los reproches morales quien esté libre de culpa que tire la primera piedra, no es esa la expresión que se espera de un servidor público, no es una manifestación de buen recibo para las personas que viven de lo que honestamente trabajan porque no corresponde a la primacía de la realidad, y resulta injusto pretender sumergir a todos en la letrina inmoral de quienes por falta de temor de Dios en esta vida en vez de transitar por los títulos de la Constitución Política de Colombia deambulan o han caminado en cuatro patas por los renglones del Código Penal y el Disciplinario.

Aquel comentario además de repudiable constituye un despropósito y caí en la cuenta qué era lo que quería decir mi abuelo cuando nos decía que había que cuidarse porque lo bueno es para su dueño y lo malo se reparte entre todos, nos resistimos a aceptar que se mande el equivocado mensaje al país que es el territorio donde nacimos cuna de la inmoralidad, ese tipo de afirmaciones son como un cartelito en el pescuezo que se le guinda a nuestros muchachos para que bajen la cabeza cuando se encuentren fuera de su tierra, y le dan la razón a algunos medios de comunicación cuando olvidan las canciones hermosas fruto de la inteligencia de nuestros compositores, cuando se abstienen de registrar el embrujo del mar verde y misterioso que adorna nuestra península con indescriptible belleza para derramar ríos de tinta registrando las desagradables noticias que también se producen como en el resto del país, estamos ante una situación parecida a la del hijo que va a una estación de radio a hablar mal de su madre; con hijos así toca decir como Voltaire respecto de ciertos amigos “Cuidadme Dios de mis amigos que de mis enemigos me cuido yo”.

Nuestros viejos nos enseñaron a compartir en la alegría y en el dolor pero nunca a repartir entre todos las consecuencias de las actuaciones indelicadas de quienes violan la ley generalmente por rodearse de malos consejeros, de personas que no trabajan para el jefe sino que trabajan al jefe sin tener presente lo que siempre hemos dicho que a todo aquel que come arepa de queso su miguita se le cae.

 

Columnista
26 octubre, 2015

No todos los guajiros violan la ley

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Eduardo Acosta Medina

“Cuando llegan al mercado salen los oportunistas van a su plan afanado, no quieren pagar nadita, llega ese mal momento pal nativo de mi tierra que ve perder su sustento, aun cuando él no lo quiera” Tuvo Beto Murgas la genialidad de hacer una canción de connotaciones premonitorias que fue titulada “Un grito en La […]


“Cuando llegan al mercado salen los oportunistas van a su plan afanado, no quieren pagar nadita, llega ese mal momento pal nativo de mi tierra que ve perder su sustento, aun cuando él no lo quiera”

Tuvo Beto Murgas la genialidad de hacer una canción de connotaciones premonitorias que fue titulada “Un grito en La Guajira” que fue incluida por Juan Piña con el acordeón de Juancho Rois en el LP ‘El fuete’, lanzado por la casa disquera Codiscos en el año 1977, de la cual transcribimos el aparte que antecede en ella ese ilustre hijo de Villanueva narra paso a paso el drama de nuestros hermanos Wayúu, pues en ella parece describir con pelos y señales y con treinta y ocho años de anticipación, exactamente lo que está sucediendo en la actualidad, eran tiempos cuando las regalías parecían una utopía y hoy cuando son una realidad producto de la impiedad y de las indelicadezas de unos pocos consentida por la mayoría de la sociedad su situación ha empeorado porque desafortunadamente el valor civil parece que solo está llegando hasta donde empieza el instinto de conservación; afortunadamente algo nos hace pensar que la ciudadanía está reaccionando porque no todos aplauden la corrupción.

Si no hubiera sido por el traguito de té que me tomé inmediatamente después, me hubiera atragantado con el chicote de arepa que circulaba por mi galillo cuando escuché decir por la radio en Riohacha a un muy respetable hombre público que en La Guajira con relación al pasado cuestionable y los reproches morales quien esté libre de culpa que tire la primera piedra, no es esa la expresión que se espera de un servidor público, no es una manifestación de buen recibo para las personas que viven de lo que honestamente trabajan porque no corresponde a la primacía de la realidad, y resulta injusto pretender sumergir a todos en la letrina inmoral de quienes por falta de temor de Dios en esta vida en vez de transitar por los títulos de la Constitución Política de Colombia deambulan o han caminado en cuatro patas por los renglones del Código Penal y el Disciplinario.

Aquel comentario además de repudiable constituye un despropósito y caí en la cuenta qué era lo que quería decir mi abuelo cuando nos decía que había que cuidarse porque lo bueno es para su dueño y lo malo se reparte entre todos, nos resistimos a aceptar que se mande el equivocado mensaje al país que es el territorio donde nacimos cuna de la inmoralidad, ese tipo de afirmaciones son como un cartelito en el pescuezo que se le guinda a nuestros muchachos para que bajen la cabeza cuando se encuentren fuera de su tierra, y le dan la razón a algunos medios de comunicación cuando olvidan las canciones hermosas fruto de la inteligencia de nuestros compositores, cuando se abstienen de registrar el embrujo del mar verde y misterioso que adorna nuestra península con indescriptible belleza para derramar ríos de tinta registrando las desagradables noticias que también se producen como en el resto del país, estamos ante una situación parecida a la del hijo que va a una estación de radio a hablar mal de su madre; con hijos así toca decir como Voltaire respecto de ciertos amigos “Cuidadme Dios de mis amigos que de mis enemigos me cuido yo”.

Nuestros viejos nos enseñaron a compartir en la alegría y en el dolor pero nunca a repartir entre todos las consecuencias de las actuaciones indelicadas de quienes violan la ley generalmente por rodearse de malos consejeros, de personas que no trabajan para el jefe sino que trabajan al jefe sin tener presente lo que siempre hemos dicho que a todo aquel que come arepa de queso su miguita se le cae.