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Columnista - 15 octubre, 2015

¿Atraco o sicariato?

A raíz del asesinato del médico Ángel Maya Daza cuando iba a salir de su residencia, ha dejado el interrogante si fue por atraco o por sicariato. Si bien las autoridades deben dilucidarlo, lo que más debe inquietarnos es que ambos delitos tienen un origen común: la abundancia de gente pobre con necesidades básicas insatisfechas. […]

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A raíz del asesinato del médico Ángel Maya Daza cuando iba a salir de su residencia, ha dejado el interrogante si fue por atraco o por sicariato. Si bien las autoridades deben dilucidarlo, lo que más debe inquietarnos es que ambos delitos tienen un origen común: la abundancia de gente pobre con necesidades básicas insatisfechas.

De veras es deplorable que parte de esta muchedumbre sin ninguna o pocas oportunidades de vivir en mejores condiciones, en el desespero por la supervivencia, recurran no sólo al hábito de cometer tales delitos en mención sino otros de similar o más graves consecuencias. Y si bien es cierto que se ha querido solucionar tan peligroso problema social, tampoco se puede ocultar que también le han sacado provecho a tal situación.

Esto ha sido uno de los caldos de cultivo que ha perennizado el conflicto interno armado, pues la guerrilla, el paramilitarismo y también las fuerzas armadas regulares están conformadas por gente pobre, que en su mayoría lo que buscan es ganarse el sustento sin importarles el porqué del conflicto armado.

Esta guerra atroz ha incrementado el narcotráfico, ya que es la mayor fuente de financiación de las diferentes huestes guerrilleras y de los paramilitares, además, con el dinero del narcotráfico se ha aumentado la corrupción a todo nivel, especialmente el de los grandes empresarios de la banca que son los más beneficiados con el lavado de activos. Tanto los de aquí como los de Estados Unidos y los de Europa Occidental que son los mayores consumidores de sustancias sicotrópicas.

Bajo estas circunstancias podríamos decir, que los capos involucrados en el tráfico de sustancias ilícitas para enriquecerse, son víctimas de estos grandes capitalistas propietarios de los monopolios, que tras bambalinas son los verdaderos gobernantes. Que por ejemplo ha endiosado a Pablo Escobar Gaviria como el capo de capos a través de sus medios televisivos, con el propósito de que la gente incauta que, en realidad, es mayoría, responsabilice a estos capos de los disparates cometidos en nuestro país por el dinero del narcotráfico.

Los políticos colombianos son sus otros títeres en la cadena de la corrupción (léase delitos), de los cuales no escapan los diferentes funcionarios del país, donde impera una falsa democracia manejada desde Washington con sus feudatarios, a cuyas cabezas principales les permiten mangonear hasta cierto punto; es decir, hasta donde le convenga al modelo económico estadounidense.

Mientras no tengamos soberanía propia seguirán surgiendo patrioteros locales, que sólo les interesa su bienestar, sin importarles que la gente pobre mejore sus condiciones para que pueda vivir sin cometer delitos.

Columnista
15 octubre, 2015

¿Atraco o sicariato?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

A raíz del asesinato del médico Ángel Maya Daza cuando iba a salir de su residencia, ha dejado el interrogante si fue por atraco o por sicariato. Si bien las autoridades deben dilucidarlo, lo que más debe inquietarnos es que ambos delitos tienen un origen común: la abundancia de gente pobre con necesidades básicas insatisfechas. […]


A raíz del asesinato del médico Ángel Maya Daza cuando iba a salir de su residencia, ha dejado el interrogante si fue por atraco o por sicariato. Si bien las autoridades deben dilucidarlo, lo que más debe inquietarnos es que ambos delitos tienen un origen común: la abundancia de gente pobre con necesidades básicas insatisfechas.

De veras es deplorable que parte de esta muchedumbre sin ninguna o pocas oportunidades de vivir en mejores condiciones, en el desespero por la supervivencia, recurran no sólo al hábito de cometer tales delitos en mención sino otros de similar o más graves consecuencias. Y si bien es cierto que se ha querido solucionar tan peligroso problema social, tampoco se puede ocultar que también le han sacado provecho a tal situación.

Esto ha sido uno de los caldos de cultivo que ha perennizado el conflicto interno armado, pues la guerrilla, el paramilitarismo y también las fuerzas armadas regulares están conformadas por gente pobre, que en su mayoría lo que buscan es ganarse el sustento sin importarles el porqué del conflicto armado.

Esta guerra atroz ha incrementado el narcotráfico, ya que es la mayor fuente de financiación de las diferentes huestes guerrilleras y de los paramilitares, además, con el dinero del narcotráfico se ha aumentado la corrupción a todo nivel, especialmente el de los grandes empresarios de la banca que son los más beneficiados con el lavado de activos. Tanto los de aquí como los de Estados Unidos y los de Europa Occidental que son los mayores consumidores de sustancias sicotrópicas.

Bajo estas circunstancias podríamos decir, que los capos involucrados en el tráfico de sustancias ilícitas para enriquecerse, son víctimas de estos grandes capitalistas propietarios de los monopolios, que tras bambalinas son los verdaderos gobernantes. Que por ejemplo ha endiosado a Pablo Escobar Gaviria como el capo de capos a través de sus medios televisivos, con el propósito de que la gente incauta que, en realidad, es mayoría, responsabilice a estos capos de los disparates cometidos en nuestro país por el dinero del narcotráfico.

Los políticos colombianos son sus otros títeres en la cadena de la corrupción (léase delitos), de los cuales no escapan los diferentes funcionarios del país, donde impera una falsa democracia manejada desde Washington con sus feudatarios, a cuyas cabezas principales les permiten mangonear hasta cierto punto; es decir, hasta donde le convenga al modelo económico estadounidense.

Mientras no tengamos soberanía propia seguirán surgiendo patrioteros locales, que sólo les interesa su bienestar, sin importarles que la gente pobre mejore sus condiciones para que pueda vivir sin cometer delitos.