Hace 15 días una estudiante de la Universidad Popular del Cesar me prestó dos libros: ‘Los Cángueras tocan tambó’ y ‘Los cuentos del Tumbacucharas’, poemas y cuentos de Ricardo Antonio Arias Ortiz. Impresiona la versatilidad de su imaginación y la forma como sella cada expresión y matiza el contenido con un lenguaje único y propio […]
Hace 15 días una estudiante de la Universidad Popular del Cesar me prestó dos libros: ‘Los Cángueras tocan tambó’ y ‘Los cuentos del Tumbacucharas’, poemas y cuentos de Ricardo Antonio Arias Ortiz.
Impresiona la versatilidad de su imaginación y la forma como sella cada expresión y matiza el contenido con un lenguaje único y propio de la región costera en donde nació.
“To los días prenda una vela
a los cángueras del Cielo
pá que no acabe la guerra
y se quede el timbalero”.
Fui a su casa en Valledupar, barrio Casimiro Maestre, en donde vive con su amada esposa Magalis Esther Noriega Pérez, a quien conoció en su pueblo Barrancavieja del Rey, corregimiento de Calamar, Bolívar.
Es un hombre de pocas palabras cuando se trata de reprochar, de reclamar y pedir y a pesar de la falta de apoyo por parte del Estado, Ricardo Arias ha podido publicar sus libros por el respaldo de sus hijos quienes hacen lo imposible para que la poesía negra no muera.
La Gobernación del Cesar y la Alcaldía de Valledupar manejan millonarios rubros para promover escritores, poetas y literatos, pero no destinan los dineros para dar a conocer sus obras.
Pocos salen del anonimato como Ricardo Arias, por su propia cuenta. Los otros mueren con sus canciones, poemas y novelas inéditas, mientras que en las oficinas estatales del Cesar y Colombia los ríos de dineros corren entre los bolsillos de los funcionarios.
Ricardo Arias recuerda a su entrañable amigo Luis Mizar, a quien consideraba “el más grande poeta”, quien falleció en medio del total abandono estatal. “Es muy lastimoso eso”, colige.
A su amigo, le hizo la poesía ‘Duerme en Paz’:
Los tambores de la aurora callaron,
el eco en tu garganta se apagó,
para siempre tus ojos se cerraron
El silencio con su manto te envolvió./
Hoy te vas amigo
sin despedida
cabalgando por las sendas del silencio,
te vas amigo mío de esta vida
Por las sendas del silencio,
pero jamás te irás de mi pensamiento./
Por las sendas del silencio
Dejas este mundo impío,
Allá en la mansión
De los ancestros
Duerme en paz amigo mío. /
Su próximo libro se intitulará: “Canto Negro”, porque son poesías que vienen de la cultura negra, la cultura de los palenques.
Cursó estudios hasta segundo de primaria en su pueblo. En 1956 prestó el servicio militar, trabajó junto a su mamá en una casa de familia en Barranquilla, se metió de ilegal por una trocha a Venezuela y fue deportado junto a un amigo y recorrió las carreteras de la Costa como ayudante de un camión. Fue a parar al corregimiento de Aguas Blanca, en donde residían unos familiares.
Su primera poesía la escribió en 1948, cuando tenía 10 años. Se la hizo a una amiga que se ahogó en el río Magdalena, orillas de su pueblo natal.
La poesía negra de Ricardo Arias es impetuosa y osada. Extraída de los pueblos ribereños, en donde existe una gran riqueza ancestral, que va de boca en boca. Ricardo recoge en su literatura el sentir de los pueblos.
Su abuelo materno y su mamá fueron cantadores de bullerengue y su abuelo paterno fue decimero.
A veces callado pero al rato hablador cuando lo justificaba el momento. Los poetas de estirpe son como lo es Ricardo Antonio Arias Ortiz. Hasta la próxima semana.
Hace 15 días una estudiante de la Universidad Popular del Cesar me prestó dos libros: ‘Los Cángueras tocan tambó’ y ‘Los cuentos del Tumbacucharas’, poemas y cuentos de Ricardo Antonio Arias Ortiz. Impresiona la versatilidad de su imaginación y la forma como sella cada expresión y matiza el contenido con un lenguaje único y propio […]
Hace 15 días una estudiante de la Universidad Popular del Cesar me prestó dos libros: ‘Los Cángueras tocan tambó’ y ‘Los cuentos del Tumbacucharas’, poemas y cuentos de Ricardo Antonio Arias Ortiz.
Impresiona la versatilidad de su imaginación y la forma como sella cada expresión y matiza el contenido con un lenguaje único y propio de la región costera en donde nació.
“To los días prenda una vela
a los cángueras del Cielo
pá que no acabe la guerra
y se quede el timbalero”.
Fui a su casa en Valledupar, barrio Casimiro Maestre, en donde vive con su amada esposa Magalis Esther Noriega Pérez, a quien conoció en su pueblo Barrancavieja del Rey, corregimiento de Calamar, Bolívar.
Es un hombre de pocas palabras cuando se trata de reprochar, de reclamar y pedir y a pesar de la falta de apoyo por parte del Estado, Ricardo Arias ha podido publicar sus libros por el respaldo de sus hijos quienes hacen lo imposible para que la poesía negra no muera.
La Gobernación del Cesar y la Alcaldía de Valledupar manejan millonarios rubros para promover escritores, poetas y literatos, pero no destinan los dineros para dar a conocer sus obras.
Pocos salen del anonimato como Ricardo Arias, por su propia cuenta. Los otros mueren con sus canciones, poemas y novelas inéditas, mientras que en las oficinas estatales del Cesar y Colombia los ríos de dineros corren entre los bolsillos de los funcionarios.
Ricardo Arias recuerda a su entrañable amigo Luis Mizar, a quien consideraba “el más grande poeta”, quien falleció en medio del total abandono estatal. “Es muy lastimoso eso”, colige.
A su amigo, le hizo la poesía ‘Duerme en Paz’:
Los tambores de la aurora callaron,
el eco en tu garganta se apagó,
para siempre tus ojos se cerraron
El silencio con su manto te envolvió./
Hoy te vas amigo
sin despedida
cabalgando por las sendas del silencio,
te vas amigo mío de esta vida
Por las sendas del silencio,
pero jamás te irás de mi pensamiento./
Por las sendas del silencio
Dejas este mundo impío,
Allá en la mansión
De los ancestros
Duerme en paz amigo mío. /
Su próximo libro se intitulará: “Canto Negro”, porque son poesías que vienen de la cultura negra, la cultura de los palenques.
Cursó estudios hasta segundo de primaria en su pueblo. En 1956 prestó el servicio militar, trabajó junto a su mamá en una casa de familia en Barranquilla, se metió de ilegal por una trocha a Venezuela y fue deportado junto a un amigo y recorrió las carreteras de la Costa como ayudante de un camión. Fue a parar al corregimiento de Aguas Blanca, en donde residían unos familiares.
Su primera poesía la escribió en 1948, cuando tenía 10 años. Se la hizo a una amiga que se ahogó en el río Magdalena, orillas de su pueblo natal.
La poesía negra de Ricardo Arias es impetuosa y osada. Extraída de los pueblos ribereños, en donde existe una gran riqueza ancestral, que va de boca en boca. Ricardo recoge en su literatura el sentir de los pueblos.
Su abuelo materno y su mamá fueron cantadores de bullerengue y su abuelo paterno fue decimero.
A veces callado pero al rato hablador cuando lo justificaba el momento. Los poetas de estirpe son como lo es Ricardo Antonio Arias Ortiz. Hasta la próxima semana.