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Columnista - 7 agosto, 2015

El sufrimiento

“Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría”. Salmos 30,5. En este sinuoso camino de la vida, veo levantarse, en cada encrucijada, esa sombra oscura y pertinaz del sufrimiento. Nos alcanza a todos por igual. También he podido comprobar, que la fe es el mejor medio para mitigar los sufrimientos […]

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“Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría”. Salmos 30,5.

En este sinuoso camino de la vida, veo levantarse, en cada encrucijada, esa sombra oscura y pertinaz del sufrimiento. Nos alcanza a todos por igual.

También he podido comprobar, que la fe es el mejor medio para mitigar los sufrimientos y para amortizar el dolor producido por nosotros mismos, como resultado de nuestros pecados, faltas, yerros y equivocaciones. Pero por desgracia, en ocasiones, el dolor es tan punzante que la fe misma se convierte en una llama tan pálida y mortecina que nos ofrece poca eficacia para transformar el sufrimiento.

¡Me duele el corazón! Llevo años enseñando cómo salir de los pozos profundos en los que las personas están sumergidas. He recorrido tiempo y distancias buscando recetas para enseñar a las personas a enjugar sus lágrimas. Me he preparado para extraer espinas, ahuyentar sombras, liberar de las agonías. En fin, para llevar a cada persona necesitada un vaso de alegría.

Sin embargo, ¡yo mismo soy presa del sufrimiento! ¡Todos sufrimos cada día! Este es el gran misterio de la existencia humana. Sufrimiento que por cierto, nadie ha deseado, ni invocado, ni convocado, pero que está ahí, como una sombra maldita siempre a nuestro lado y que solamente se ausentará cuando nosotros nos ausentemos de esta vida.

La inexorable ley de la vida es que los que sufrimos, hacemos sufrir. La única manera de superarlo es reconciliándonos con nosotros mismos, aceptándonos y perdonándonos serenamente. Es secando las fuentes del sufrimiento para que el corazón comience nuevamente a llenarse de gozo y libertad.

Amados amigos lectores: Agonizamos o continuamos viviendo. El sufrimiento nos hace agonizar, pero en la medida en que conseguimos arrancar de nuestro corazón las raíces de amargura y superamos las penas y dolores, subirá nuevamente el termómetro del gozo y la alegría por continuar viviendo. Si conseguimos superar el sufrimiento, la fuerza expansiva de ese gozo vital nos lanzará nuevamente hacia delante con esplendores de primavera y compromisos concretos.

Mi invitación hoy, es a que nos movamos lenta pero firmemente tras esa luz inspiradora del perdón. Sobre la marcha, salvaremos escollos, caerán las escamas que nos impide ver con claridad, seguiremos errando, pero confiados en un mejor mañana, buscaremos cada día agradar a aquel que nos tomó por soldados y a quien le debemos todo. Puedo asegurar, que desde la noche, irá emergiendo palmo a palmo una figura hecha de claridad y alegría. Con nuevas decisiones, pensamientos y sentimientos, hombres armonizados con la vida misma, plenos de convicciones y principios, reconciliados con el sufrimiento humano, hermanados con el dolor, peregrinos hacia la libertad y el amor.

Puesto que el tiempo es irreversible, no nos es posible hacer el viaje de regreso; solamente nos resta procurar la reconciliación. Todo lo que ha ocurrido es un hecho consumado, y la rememoración del pasado también puede convertirse en un manantial de tristeza y sufrimiento. “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas”.

Activemos nuestra fe personal en la misericordia de Dios y estemos ciertos que venceremos aprendiendo de las derrotas. Los fracasos son oportunidades para sacar enseñanzas de los errores y de dar buenos frutos después de la poda. ¡Aunque por la noche durará el lloro, a la mañana vendrá la alegría! Volver a subir la montaña de la vida, no será fácil, debemos aprender a superar caídas, a aceptar errores y a transmutar el fracaso mismo como una experiencia pedagógica en la senda del crecimiento. ¡Vamos!

Abrazos y muchas bendiciones en Cristo.

Columnista
7 agosto, 2015

El sufrimiento

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría”. Salmos 30,5. En este sinuoso camino de la vida, veo levantarse, en cada encrucijada, esa sombra oscura y pertinaz del sufrimiento. Nos alcanza a todos por igual. También he podido comprobar, que la fe es el mejor medio para mitigar los sufrimientos […]


“Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría”. Salmos 30,5.

En este sinuoso camino de la vida, veo levantarse, en cada encrucijada, esa sombra oscura y pertinaz del sufrimiento. Nos alcanza a todos por igual.

También he podido comprobar, que la fe es el mejor medio para mitigar los sufrimientos y para amortizar el dolor producido por nosotros mismos, como resultado de nuestros pecados, faltas, yerros y equivocaciones. Pero por desgracia, en ocasiones, el dolor es tan punzante que la fe misma se convierte en una llama tan pálida y mortecina que nos ofrece poca eficacia para transformar el sufrimiento.

¡Me duele el corazón! Llevo años enseñando cómo salir de los pozos profundos en los que las personas están sumergidas. He recorrido tiempo y distancias buscando recetas para enseñar a las personas a enjugar sus lágrimas. Me he preparado para extraer espinas, ahuyentar sombras, liberar de las agonías. En fin, para llevar a cada persona necesitada un vaso de alegría.

Sin embargo, ¡yo mismo soy presa del sufrimiento! ¡Todos sufrimos cada día! Este es el gran misterio de la existencia humana. Sufrimiento que por cierto, nadie ha deseado, ni invocado, ni convocado, pero que está ahí, como una sombra maldita siempre a nuestro lado y que solamente se ausentará cuando nosotros nos ausentemos de esta vida.

La inexorable ley de la vida es que los que sufrimos, hacemos sufrir. La única manera de superarlo es reconciliándonos con nosotros mismos, aceptándonos y perdonándonos serenamente. Es secando las fuentes del sufrimiento para que el corazón comience nuevamente a llenarse de gozo y libertad.

Amados amigos lectores: Agonizamos o continuamos viviendo. El sufrimiento nos hace agonizar, pero en la medida en que conseguimos arrancar de nuestro corazón las raíces de amargura y superamos las penas y dolores, subirá nuevamente el termómetro del gozo y la alegría por continuar viviendo. Si conseguimos superar el sufrimiento, la fuerza expansiva de ese gozo vital nos lanzará nuevamente hacia delante con esplendores de primavera y compromisos concretos.

Mi invitación hoy, es a que nos movamos lenta pero firmemente tras esa luz inspiradora del perdón. Sobre la marcha, salvaremos escollos, caerán las escamas que nos impide ver con claridad, seguiremos errando, pero confiados en un mejor mañana, buscaremos cada día agradar a aquel que nos tomó por soldados y a quien le debemos todo. Puedo asegurar, que desde la noche, irá emergiendo palmo a palmo una figura hecha de claridad y alegría. Con nuevas decisiones, pensamientos y sentimientos, hombres armonizados con la vida misma, plenos de convicciones y principios, reconciliados con el sufrimiento humano, hermanados con el dolor, peregrinos hacia la libertad y el amor.

Puesto que el tiempo es irreversible, no nos es posible hacer el viaje de regreso; solamente nos resta procurar la reconciliación. Todo lo que ha ocurrido es un hecho consumado, y la rememoración del pasado también puede convertirse en un manantial de tristeza y sufrimiento. “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas”.

Activemos nuestra fe personal en la misericordia de Dios y estemos ciertos que venceremos aprendiendo de las derrotas. Los fracasos son oportunidades para sacar enseñanzas de los errores y de dar buenos frutos después de la poda. ¡Aunque por la noche durará el lloro, a la mañana vendrá la alegría! Volver a subir la montaña de la vida, no será fácil, debemos aprender a superar caídas, a aceptar errores y a transmutar el fracaso mismo como una experiencia pedagógica en la senda del crecimiento. ¡Vamos!

Abrazos y muchas bendiciones en Cristo.