El nombre de esta columna nada tiene que ver con la homónima canción de Fernando Meneses, interpretada por Jorge Oñate; es un cuento de hadas, es el programa electorero y demagógico del alcalde Fredys Socarrás, mediante el cual se está entregando una canasta alimentaria en varios sectores de la ciudad con contenido en granos, harinas, […]
El nombre de esta columna nada tiene que ver con la homónima canción de Fernando Meneses, interpretada por Jorge Oñate; es un cuento de hadas, es el programa electorero y demagógico del alcalde Fredys Socarrás, mediante el cual se está entregando una canasta alimentaria en varios sectores de la ciudad con contenido en granos, harinas, lácteos y aceites, que no alcanzaría para una semana de consumo de una familia.
Es curioso que esta samaritana obra no se haya dado durante todo su cuatrienio sino ahora que quiere cooptar votos para su pupilo Jaime González. Esto no es serio. No tenemos cifras sobre desnutrición pero basta pesar y medir a los niños menores de cinco años en las escuelas públicas, y comparar con las curvas de desnutrición de prototipos similares, para cada uno de los tipos de desnutrición, de los cuales hay tres, a saber: 1) D. Crónica, que es el retraso de la talla frente a la edad; es un indicador del déficit alimentario acumulativo en el estado de nutrición a largo plazo. Los ODM eran bajarla al 8%. Hoy no sabemos cómo estamos. 2) D. Global, que mide el peso frente a la edad; los ODM eran bajarla al 3% en 2015 desde un 10% que tenía en 2009; este indicador detecta rápidamente cualquier cambio en la curva de pesos, sobre todo en los dos primeros años. 3) D. Aguda, que relaciona estatura con peso y sirve para mostrar un desequilibrio en la ingesta de alimentos en el corto plazo causado por un déficit en el consumo de ellos o por eventos de tipo patológico. La meta era bajarla desde el 17% al 7.5%. La meta media bajarla al 2.6%.
Por supuesto, esto no se logra con una canasta electoral, se hace en un horizonte estimado de tiempo, con estrategias alimentarias, un equipo interdisciplinario que vigile el programa y con un adecuado presupuesto. Hoy, en el municipio de Valledupar, hay unos cincuenta mil niños menores de cinco años; de ellos, el 80% podrían ser de los estratos 1, 2 y 3, que serían los focalizados (unos cuarenta mil) y de estos, tomar aquellos que se encuentren en los parámetros de desnutrición (población objetivo).
¿Cuánto vale operar ese programa? ¿A cuánto asciende la inversión per cápita? ¿De dónde saldrán los recursos? De los recursos propios es difícil hacerlo; para el 2015, estos ascienden a 65 mil millones de pesos de los cuales 50% son para libre inversión. Del SGP, que dedica el 4% para asignaciones especiales y de estas el 0.58% para alimentación escolar, se podría cuantificar esta cifra. Por ejemplo, para el presente año el estimado del SGP serían 231 mil millones de pesos cuyo 4% es 9 mil millones, de los cuales se podrían invertir en alimentación escolar $495.000.000. Si el costo de un niño es de p.ej., $3.000/día, entonces el de 40.000 es de 120 millones/día (se asume que todos están desnutridos). Eso indica que con los recursos del SGP tampoco se podría financiar esta alimentación. La única salida sería a través del gobierno nacional con el ICBF, el DPS o con una gestión ante la Unicef y la OMS.
El asunto no es tan sencillo y no es con asistencialismo electorero que se soluciona este problema. Además, esta canasta de ensueños no pasa de ser un letargo y no cubriría toda la población objetivo. Puede decirse que esta estrategia de capturar votos dentro de la población vulnerable es un falso positivo, que es punible. Así no se juega. ¿Cuántos niños morirán antes de octubre? [email protected]
El nombre de esta columna nada tiene que ver con la homónima canción de Fernando Meneses, interpretada por Jorge Oñate; es un cuento de hadas, es el programa electorero y demagógico del alcalde Fredys Socarrás, mediante el cual se está entregando una canasta alimentaria en varios sectores de la ciudad con contenido en granos, harinas, […]
El nombre de esta columna nada tiene que ver con la homónima canción de Fernando Meneses, interpretada por Jorge Oñate; es un cuento de hadas, es el programa electorero y demagógico del alcalde Fredys Socarrás, mediante el cual se está entregando una canasta alimentaria en varios sectores de la ciudad con contenido en granos, harinas, lácteos y aceites, que no alcanzaría para una semana de consumo de una familia.
Es curioso que esta samaritana obra no se haya dado durante todo su cuatrienio sino ahora que quiere cooptar votos para su pupilo Jaime González. Esto no es serio. No tenemos cifras sobre desnutrición pero basta pesar y medir a los niños menores de cinco años en las escuelas públicas, y comparar con las curvas de desnutrición de prototipos similares, para cada uno de los tipos de desnutrición, de los cuales hay tres, a saber: 1) D. Crónica, que es el retraso de la talla frente a la edad; es un indicador del déficit alimentario acumulativo en el estado de nutrición a largo plazo. Los ODM eran bajarla al 8%. Hoy no sabemos cómo estamos. 2) D. Global, que mide el peso frente a la edad; los ODM eran bajarla al 3% en 2015 desde un 10% que tenía en 2009; este indicador detecta rápidamente cualquier cambio en la curva de pesos, sobre todo en los dos primeros años. 3) D. Aguda, que relaciona estatura con peso y sirve para mostrar un desequilibrio en la ingesta de alimentos en el corto plazo causado por un déficit en el consumo de ellos o por eventos de tipo patológico. La meta era bajarla desde el 17% al 7.5%. La meta media bajarla al 2.6%.
Por supuesto, esto no se logra con una canasta electoral, se hace en un horizonte estimado de tiempo, con estrategias alimentarias, un equipo interdisciplinario que vigile el programa y con un adecuado presupuesto. Hoy, en el municipio de Valledupar, hay unos cincuenta mil niños menores de cinco años; de ellos, el 80% podrían ser de los estratos 1, 2 y 3, que serían los focalizados (unos cuarenta mil) y de estos, tomar aquellos que se encuentren en los parámetros de desnutrición (población objetivo).
¿Cuánto vale operar ese programa? ¿A cuánto asciende la inversión per cápita? ¿De dónde saldrán los recursos? De los recursos propios es difícil hacerlo; para el 2015, estos ascienden a 65 mil millones de pesos de los cuales 50% son para libre inversión. Del SGP, que dedica el 4% para asignaciones especiales y de estas el 0.58% para alimentación escolar, se podría cuantificar esta cifra. Por ejemplo, para el presente año el estimado del SGP serían 231 mil millones de pesos cuyo 4% es 9 mil millones, de los cuales se podrían invertir en alimentación escolar $495.000.000. Si el costo de un niño es de p.ej., $3.000/día, entonces el de 40.000 es de 120 millones/día (se asume que todos están desnutridos). Eso indica que con los recursos del SGP tampoco se podría financiar esta alimentación. La única salida sería a través del gobierno nacional con el ICBF, el DPS o con una gestión ante la Unicef y la OMS.
El asunto no es tan sencillo y no es con asistencialismo electorero que se soluciona este problema. Además, esta canasta de ensueños no pasa de ser un letargo y no cubriría toda la población objetivo. Puede decirse que esta estrategia de capturar votos dentro de la población vulnerable es un falso positivo, que es punible. Así no se juega. ¿Cuántos niños morirán antes de octubre? [email protected]