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Columnista - 26 junio, 2015

El diablo

Llegó el veranillo de San Juan empatando con este tenebroso verano que nos azota, para rematar la angustiosa y desesperante situación que atraviesan los agricultores y ganaderos, los primeros por no poder sembrar y los segundos que impotentes ven como sus hatos se desvanecen y la leche desaparece porque hace ya más de seis meses […]

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Llegó el veranillo de San Juan empatando con este tenebroso verano que nos azota, para rematar la angustiosa y desesperante situación que atraviesan los agricultores y ganaderos, los primeros por no poder sembrar y los segundos que impotentes ven como sus hatos se desvanecen y la leche desaparece porque hace ya más de seis meses que no llueve regularmente y que según Max Henríquez se prolongará hasta mediados del año entrante como consecuencia del fenómeno del diablo y no del Niño, porque los niños son dulces e inofensivos.

Esto está verraco y cruel y sin solución a la vista que evite la tragedia, especialmente para los más pobres, pues no hay agua y la poca que tenemos la dejamos ir para que se pierda en el mar; no queremos guardar lo poco que nos queda y en poco tiempo no nos moriremos de sed, pero será difícil y costoso obtenerla, pues habrá que comprarla muy cara, más que ahora, mucho más, a precio de oro y no como ahora que un litro de agua vale más que uno de leche o gaseosa.

Para colmo de males el aguacerito que cayó en vez de hacernos bien lo que hizo fue mal, ya que llovió en la ciudad con características de vendaval e hizo destrozos y en el campo no cayó ni gota.
Hace como 30 años, no me acuerdo por qué, atendí a unos japoneses que llegaron a la ciudad y cayó un aguacerón que casi no nos deja salir para La Paz a donde los iba a llevar a comer almojábana y ver hermosas mujeres y en el Idema con el agua casi al cuello, me preguntaron que donde se guardaba el agua de la lluvia y les dije que se perdía e iba a parar a los ríos y de ahí a los mares. Entonces me dijeron que allá, en el Japón, de esa agua no se perdía una gota, que se guardaba en represas y en depósitos y luego era utilizada. Hemos observado, me dijeron, que aquí todavía regalan el agua en todas partes, pero llegará el momento que tendrán que comprarla para tomarla y los animales y aves se morirán de sed. Ya lo estamos viendo, compramos el agua para tomarla y la vacas, chivos, caballos y aves se están muriendo por montones, hay tendereta, pero todavía vemos como quedan establecimientos como El Patacón Pisao en donde regalan agua helada y el tinto, hecho con café y azúcar que generosamente Álvaro Castro, Ulises Galezo y yo le regalamos por arrobas a ‘La Mona’.

Que alguien diga algo de la represa de Los Besotes en el Guatapurí o una mini represa en el Badillo o siquiera pequeños distritos de riego o grandes reservorios en los ríos Callao, Ariguaní, Los Clavos y en Villanueva en el río del mismo nombre que casi está hecho y solo hay que hacerle unos muros para que el líquido se represe y vuelva a correr bajo el puente y mi pueblo recupere la fama de ser el primero en Colombia de vocación agrícola.

Columnista
26 junio, 2015

El diablo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Llegó el veranillo de San Juan empatando con este tenebroso verano que nos azota, para rematar la angustiosa y desesperante situación que atraviesan los agricultores y ganaderos, los primeros por no poder sembrar y los segundos que impotentes ven como sus hatos se desvanecen y la leche desaparece porque hace ya más de seis meses […]


Llegó el veranillo de San Juan empatando con este tenebroso verano que nos azota, para rematar la angustiosa y desesperante situación que atraviesan los agricultores y ganaderos, los primeros por no poder sembrar y los segundos que impotentes ven como sus hatos se desvanecen y la leche desaparece porque hace ya más de seis meses que no llueve regularmente y que según Max Henríquez se prolongará hasta mediados del año entrante como consecuencia del fenómeno del diablo y no del Niño, porque los niños son dulces e inofensivos.

Esto está verraco y cruel y sin solución a la vista que evite la tragedia, especialmente para los más pobres, pues no hay agua y la poca que tenemos la dejamos ir para que se pierda en el mar; no queremos guardar lo poco que nos queda y en poco tiempo no nos moriremos de sed, pero será difícil y costoso obtenerla, pues habrá que comprarla muy cara, más que ahora, mucho más, a precio de oro y no como ahora que un litro de agua vale más que uno de leche o gaseosa.

Para colmo de males el aguacerito que cayó en vez de hacernos bien lo que hizo fue mal, ya que llovió en la ciudad con características de vendaval e hizo destrozos y en el campo no cayó ni gota.
Hace como 30 años, no me acuerdo por qué, atendí a unos japoneses que llegaron a la ciudad y cayó un aguacerón que casi no nos deja salir para La Paz a donde los iba a llevar a comer almojábana y ver hermosas mujeres y en el Idema con el agua casi al cuello, me preguntaron que donde se guardaba el agua de la lluvia y les dije que se perdía e iba a parar a los ríos y de ahí a los mares. Entonces me dijeron que allá, en el Japón, de esa agua no se perdía una gota, que se guardaba en represas y en depósitos y luego era utilizada. Hemos observado, me dijeron, que aquí todavía regalan el agua en todas partes, pero llegará el momento que tendrán que comprarla para tomarla y los animales y aves se morirán de sed. Ya lo estamos viendo, compramos el agua para tomarla y la vacas, chivos, caballos y aves se están muriendo por montones, hay tendereta, pero todavía vemos como quedan establecimientos como El Patacón Pisao en donde regalan agua helada y el tinto, hecho con café y azúcar que generosamente Álvaro Castro, Ulises Galezo y yo le regalamos por arrobas a ‘La Mona’.

Que alguien diga algo de la represa de Los Besotes en el Guatapurí o una mini represa en el Badillo o siquiera pequeños distritos de riego o grandes reservorios en los ríos Callao, Ariguaní, Los Clavos y en Villanueva en el río del mismo nombre que casi está hecho y solo hay que hacerle unos muros para que el líquido se represe y vuelva a correr bajo el puente y mi pueblo recupere la fama de ser el primero en Colombia de vocación agrícola.