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Columnista - 24 junio, 2015

Por qué buscamos un buen pediatra y un mal abogado

Al inicio de esta semana se celebró el Día del Abogado; festejo que se hace en honor a San Ivo, el abogado santo al cual los juristas de muchos países tienen como Patrono, incluido Colombia. Pero creo que en estas fechas más que preocuparse por una simple conmemoración y un frío y aburrido festejo, debería […]

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Al inicio de esta semana se celebró el Día del Abogado; festejo que se hace en honor a San Ivo, el abogado santo al cual los juristas de muchos países tienen como Patrono, incluido Colombia.

Pero creo que en estas fechas más que preocuparse por una simple conmemoración y un frío y aburrido festejo, debería haber más preocupación por la función social del abogado en la sociedad y su rol frente a la administración de justicia, ya que es muy repugnante y vergonzoso lo que generalmente se comenta sobre estos profesionales. Se dice que la abogacía es la profesión con la peor fama que existe, que ni los zapateros, ni los costureros, ni los mecánicos tienen tanto descrédito como lo tienen los profesionales del derecho.

Es tanta esa mala fama, que es común escuchar chistes donde se les compara con ratas, tiburones, cocodrilos o lo peor aún, históricamente se dice que los abogados no entran al cielo porque son del diablo; pero creo que buena parte de esta difamación obedece al mal uso de unos preconceptos que tiene la misma sociedad que hacen distorsionar el buen sentido de la profesión a la hora de ocupar sus servicios.

Así por ejemplo, si necesitamos resolver un problema de tipo penal buscamos al abogado amigo del fiscal o del juez para que hable al oído a estos y pueda sobornar; si tenemos un accidente de tránsito, buscamos al abogado vecino que no tiene ni idea del asunto, pero es pariente de la esposa del inspector de transito; si tenemos un proceso disciplinario, entonces buscamos al abogado recomendado por el congresista que intervino en la elección del Procurador; si tenemos cualquier otro problema indefendible entonces buscamos al abogado más caro porque se cree que es el mejor y sí se pierde el pleito seguro fue el abogado de la contraparte que le ofreció más dinero y lo compró.

Como dijera Natalia Pabón en una investigación sobre la mala fama de los abogados ¿por qué será entonces que cuando necesitamos llevar al niño al médico buscamos al pediatra, en cambio, cuando nos vamos a divorciar buscamos al abogado agrario que es primo del esposo de la tía?; pero yo diría algo así: ¿por qué atinamos en buscar a un buen pediatra y a un mal abogado?

Estos casos que son el pan diario que vivimos reflejan la disposición negativa del cliente frente a los servicios del abogado y de ahí los malos chistes que se hacen, como en México que se dice que los abogados son como los plátanos, puesto que no existe ni uno derecho o el típico refrán colombiano: suegra, abogado y ladrón, cuanto más lejos mejor. Claro está, hay que reconocer que existen abogados corruptos, tramposos, deshonestos, pero estos desvalores no solo son propios de los profesionales del derecho, en idénticas proporciones e igual descredito hay médicos, arquitectos, ingenieros etc.

Pero también se hace meritorio exaltar que en nuestro país y en nuestra región hay muchos abogados éticos y brillantes no solo por el acopio de sus conocimientos, sino por sus intachables conductas en su ejercicio profesional. Personalmente creo que frente a toda esta avalancha de desprestigio no queda otro camino sino intentar persuadir a la sociedad para que comprenda que el abogado es un servidor del derecho y un artífice para hacer justicia; y que la esencia de su deber profesional es defender diligentemente y con estricto apego a las normas morales y los derechos de su cliente.

Columnista
24 junio, 2015

Por qué buscamos un buen pediatra y un mal abogado

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Al inicio de esta semana se celebró el Día del Abogado; festejo que se hace en honor a San Ivo, el abogado santo al cual los juristas de muchos países tienen como Patrono, incluido Colombia. Pero creo que en estas fechas más que preocuparse por una simple conmemoración y un frío y aburrido festejo, debería […]


Al inicio de esta semana se celebró el Día del Abogado; festejo que se hace en honor a San Ivo, el abogado santo al cual los juristas de muchos países tienen como Patrono, incluido Colombia.

Pero creo que en estas fechas más que preocuparse por una simple conmemoración y un frío y aburrido festejo, debería haber más preocupación por la función social del abogado en la sociedad y su rol frente a la administración de justicia, ya que es muy repugnante y vergonzoso lo que generalmente se comenta sobre estos profesionales. Se dice que la abogacía es la profesión con la peor fama que existe, que ni los zapateros, ni los costureros, ni los mecánicos tienen tanto descrédito como lo tienen los profesionales del derecho.

Es tanta esa mala fama, que es común escuchar chistes donde se les compara con ratas, tiburones, cocodrilos o lo peor aún, históricamente se dice que los abogados no entran al cielo porque son del diablo; pero creo que buena parte de esta difamación obedece al mal uso de unos preconceptos que tiene la misma sociedad que hacen distorsionar el buen sentido de la profesión a la hora de ocupar sus servicios.

Así por ejemplo, si necesitamos resolver un problema de tipo penal buscamos al abogado amigo del fiscal o del juez para que hable al oído a estos y pueda sobornar; si tenemos un accidente de tránsito, buscamos al abogado vecino que no tiene ni idea del asunto, pero es pariente de la esposa del inspector de transito; si tenemos un proceso disciplinario, entonces buscamos al abogado recomendado por el congresista que intervino en la elección del Procurador; si tenemos cualquier otro problema indefendible entonces buscamos al abogado más caro porque se cree que es el mejor y sí se pierde el pleito seguro fue el abogado de la contraparte que le ofreció más dinero y lo compró.

Como dijera Natalia Pabón en una investigación sobre la mala fama de los abogados ¿por qué será entonces que cuando necesitamos llevar al niño al médico buscamos al pediatra, en cambio, cuando nos vamos a divorciar buscamos al abogado agrario que es primo del esposo de la tía?; pero yo diría algo así: ¿por qué atinamos en buscar a un buen pediatra y a un mal abogado?

Estos casos que son el pan diario que vivimos reflejan la disposición negativa del cliente frente a los servicios del abogado y de ahí los malos chistes que se hacen, como en México que se dice que los abogados son como los plátanos, puesto que no existe ni uno derecho o el típico refrán colombiano: suegra, abogado y ladrón, cuanto más lejos mejor. Claro está, hay que reconocer que existen abogados corruptos, tramposos, deshonestos, pero estos desvalores no solo son propios de los profesionales del derecho, en idénticas proporciones e igual descredito hay médicos, arquitectos, ingenieros etc.

Pero también se hace meritorio exaltar que en nuestro país y en nuestra región hay muchos abogados éticos y brillantes no solo por el acopio de sus conocimientos, sino por sus intachables conductas en su ejercicio profesional. Personalmente creo que frente a toda esta avalancha de desprestigio no queda otro camino sino intentar persuadir a la sociedad para que comprenda que el abogado es un servidor del derecho y un artífice para hacer justicia; y que la esencia de su deber profesional es defender diligentemente y con estricto apego a las normas morales y los derechos de su cliente.