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Columnista - 16 junio, 2015

¡Del régimen de cinismo e insolencia..!

“Cínico es aquel hombre que, cuando huele flores, busca un ataúd alrededor”. Siempre se ha enfrentado a la verdad contra la mentira, sinceridad Vs. hipocresía, dominio contra liberación, en un sinfín de paradojas que ilustran la realidad en un pueblo, partido político, líderes o compatriotas, subyugados a un poder dominante, legitimado por propia voluntad, aquiescencia o […]

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“Cínico es aquel hombre que, cuando huele flores, busca un ataúd alrededor”.

Siempre se ha enfrentado a la verdad contra la mentira, sinceridad Vs. hipocresía, dominio contra liberación, en un sinfín de paradojas que ilustran la realidad en un pueblo, partido político, líderes o compatriotas, subyugados a un poder dominante, legitimado por propia voluntad, aquiescencia o complicidad. Cinismo al aseverar que se camina por la vida cuando se responde a la compra de rutas y conciencia. Insolencia de quien esgrime la paz cuando actúa cínica y descaradamente contra la oposición y el mismo Estado.

Estos antivalores éticos afloran públicamente en la conducta de ciertos gobernantes, grupo o comunidad, bajo unas circunstancias muy particulares acordes con la época o con los mismos sucesos. Y precisamente ahora se han engrandecido, para dar relevancia a los resultados y a la práctica de la corrupción, el terrorismo y la inseguridad, beneficiando los haberes personales de diligentes y displicentes aduladores del gobierno, de los pedagogos conceptuales del falsario proceso de paz, y en la repartija de mermelada a cambio de quiméricos registros democráticos.

El impacto sufrido por la base de la sociedad colombiana ha sido brutal e irritante ante la desvergüenza de los grupos autodenominados “alzados en armas” o subversivos, primeramente considerados dentro de ese convencionalismo aceptable de sociedad en desarrollo y ahora, como ogros carniceros desafiantes ante la pasiva permisividad de quien en condición de legitimado, en su momento les lisonjeó sin importarle que se arriesgaba a obnubilar su reputación, buen juicio y raciocinio, exponiendo la integridad de la sociedad a los desafueros irracionales de estos individuos sin consideración.

El ejercicio de poder, en su más preclara manifestación está modificando la estructura primaria de la sociedad, social, favoreciendo la soterrada hipocresía para establecer el acostumbramiento a la utilización de dobles expresiones confundidas entre la falta de respeto y la insolencia como sustento formal a las acciones gubernativas defendidas por la traición, perfidia, ingratitud o el debido acatamiento a la ley.

Mucho de temor se empieza a presenciar ante la construcción desordenada de una nueva estructura social apuntalada por el lenguaje de la desfachatez, la inmoralidad o la desvergüenza, nacido y alimentado por ese monstruo degenerado del comunismo internacional, en su intento de atragantarse a la democracia y vomitar un país plagado de execrables parásitos burgueses engordados con migas de la emergente oligarquía.

En ese orden de presentación de sucesos y trascendentales discursos discriminatorios y excluyentes de cualquier opositor o culto impugnador de groseros actos administrativos, no se sabría definir, si los resultados presentados por las comisiones de La Habana son verdades a medias, mentiras disfrazadas, hábiles sesiones de maquillaje o una simple y descarada burla cínica e insolente a nuestro proyecto democrático y de soberanía popular.

Alfonso Suarez Arias
[email protected]

Columnista
16 junio, 2015

¡Del régimen de cinismo e insolencia..!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
El Pilón

“Cínico es aquel hombre que, cuando huele flores, busca un ataúd alrededor”. Siempre se ha enfrentado a la verdad contra la mentira, sinceridad Vs. hipocresía, dominio contra liberación, en un sinfín de paradojas que ilustran la realidad en un pueblo, partido político, líderes o compatriotas, subyugados a un poder dominante, legitimado por propia voluntad, aquiescencia o […]


“Cínico es aquel hombre que, cuando huele flores, busca un ataúd alrededor”.

Siempre se ha enfrentado a la verdad contra la mentira, sinceridad Vs. hipocresía, dominio contra liberación, en un sinfín de paradojas que ilustran la realidad en un pueblo, partido político, líderes o compatriotas, subyugados a un poder dominante, legitimado por propia voluntad, aquiescencia o complicidad. Cinismo al aseverar que se camina por la vida cuando se responde a la compra de rutas y conciencia. Insolencia de quien esgrime la paz cuando actúa cínica y descaradamente contra la oposición y el mismo Estado.

Estos antivalores éticos afloran públicamente en la conducta de ciertos gobernantes, grupo o comunidad, bajo unas circunstancias muy particulares acordes con la época o con los mismos sucesos. Y precisamente ahora se han engrandecido, para dar relevancia a los resultados y a la práctica de la corrupción, el terrorismo y la inseguridad, beneficiando los haberes personales de diligentes y displicentes aduladores del gobierno, de los pedagogos conceptuales del falsario proceso de paz, y en la repartija de mermelada a cambio de quiméricos registros democráticos.

El impacto sufrido por la base de la sociedad colombiana ha sido brutal e irritante ante la desvergüenza de los grupos autodenominados “alzados en armas” o subversivos, primeramente considerados dentro de ese convencionalismo aceptable de sociedad en desarrollo y ahora, como ogros carniceros desafiantes ante la pasiva permisividad de quien en condición de legitimado, en su momento les lisonjeó sin importarle que se arriesgaba a obnubilar su reputación, buen juicio y raciocinio, exponiendo la integridad de la sociedad a los desafueros irracionales de estos individuos sin consideración.

El ejercicio de poder, en su más preclara manifestación está modificando la estructura primaria de la sociedad, social, favoreciendo la soterrada hipocresía para establecer el acostumbramiento a la utilización de dobles expresiones confundidas entre la falta de respeto y la insolencia como sustento formal a las acciones gubernativas defendidas por la traición, perfidia, ingratitud o el debido acatamiento a la ley.

Mucho de temor se empieza a presenciar ante la construcción desordenada de una nueva estructura social apuntalada por el lenguaje de la desfachatez, la inmoralidad o la desvergüenza, nacido y alimentado por ese monstruo degenerado del comunismo internacional, en su intento de atragantarse a la democracia y vomitar un país plagado de execrables parásitos burgueses engordados con migas de la emergente oligarquía.

En ese orden de presentación de sucesos y trascendentales discursos discriminatorios y excluyentes de cualquier opositor o culto impugnador de groseros actos administrativos, no se sabría definir, si los resultados presentados por las comisiones de La Habana son verdades a medias, mentiras disfrazadas, hábiles sesiones de maquillaje o una simple y descarada burla cínica e insolente a nuestro proyecto democrático y de soberanía popular.

Alfonso Suarez Arias
[email protected]