Soy un convencido que los cuentos y las fabulas son un recurso inagotable para formar no solo a los niños, sino también a los adultos, pues de su lectura o narración, siempre queda una enseñanza relacionada con la necesidad de promover un valor; pero desafortunadamente muchos personajes de la vida política parece que no hubieran […]
Soy un convencido que los cuentos y las fabulas son un recurso inagotable para formar no solo a los niños, sino también a los adultos, pues de su lectura o narración, siempre queda una enseñanza relacionada con la necesidad de promover un valor; pero desafortunadamente muchos personajes de la vida política parece que no hubieran leído alguno de esos tantos cuentos infantiles como el personaje central de la historia que entrelaza este cuento.
Recuerdo que hace unos años atrás, un joven muchacho de aparente estirpe campesina, sin mucha parentela, llegó al pueblo de La Paz anunciando que aspiraba ser alcalde de esa población porque quería ser representante de los campesinos, ya que él era uno de ellos. Como pasa en todo los pueblos ante la llegada de un extraño, aquella noticia se regó por todos lados; pues la gente se conmovió y le creyó; además porque su apariencia campesina era creíble, de su cuerpo se desprendía un aroma de sierra, vestía camisas manga largas a cuadros, pantalones caqui, usaba una mochila de fique y un sombrero de paja; creo que lo único que le faltaba era el machete colgado en la cintura para aparentar tal condición, porque también era común verlo montado en una mula vieja y flaca.
Ni que decir de su acento acachacado y su lenguaje criollo; además de manifestar una y otra vez que por sus venas no corría sangre de políticos, sino yuca y malanga. Pero lo que no sabía la gente era que tenía la mala costumbre de decir mentiras. Con ese aparente linaje campesino logró ganarse la confianza de familias muy prestigiosas, de políticos y de toda la población, hasta hacérsele candidato a la alcaldía; pues el joven muchacho hizo que la gente caminara como un rebaño de ovejas a favor de su causa y él por su parte se convirtió en un pastor de ese rebaño.
Meses después como buen rebaño obediente todas las ovejas en fila india respaldaron la candidatura de aquel pastorcito y lo hicieron alcalde. Solo le bastó gritar una y otra vez: ¡Ayúdenme a ser Alcalde! ¡Ayúdenme a ser alcalde! Una vez tomó posesión de la granja, digo de la Alcaldía, todos creían que el joven criador iba apacentar a todas sus ovejas, ya que como lo dicen las sagradas escrituras, todo buen pastor da su vida por sus ovejas; pero no fue así, las ovejas se fueron perdiendo una a una y todos atribuían tal desaparición al oso y al león, pero nunca se llegó a pensar que aquel pastorcito de sonrisa y mirada picara, era en el fondo un verdadero lobo feroz y experto cazador de ovejas.
Finalmente el numeroso rebaño al cuidado del pastorcito se descarrió asustado ante el asedio y voraz apetito de su criador. Hoy el pobre pastor, quiere mantener su granja (léase alcaldía) y grita desesperado y sin cesar por todo el pueblo, ¡por favor vengan y ayúdenme¡ ¿Por qué se ahuyentan mis ovejas?, pero ya nadie le presta atención a sus llamados porque la gente descubrió que el joven muchacho era un experto mentiroso y que no era ningún campesino, sino un oportunista aprovechado; pues ya dejó de usar las camisas a cuadros y las remplazó por finas guayaberas, la mochila fue sustituida por un modesto portafolio ejecutivo y la vieja mula la cambio por una fina camioneta, es decir, lo de campesino era un verdadero cuento chino; se trataba de otro pastorcito mentiroso, pero nada parecido al personaje del cuento de Esopo, porque aquel era ingenuo e inocente y este por el contrario es un verdadero astuto.
Soy un convencido que los cuentos y las fabulas son un recurso inagotable para formar no solo a los niños, sino también a los adultos, pues de su lectura o narración, siempre queda una enseñanza relacionada con la necesidad de promover un valor; pero desafortunadamente muchos personajes de la vida política parece que no hubieran […]
Soy un convencido que los cuentos y las fabulas son un recurso inagotable para formar no solo a los niños, sino también a los adultos, pues de su lectura o narración, siempre queda una enseñanza relacionada con la necesidad de promover un valor; pero desafortunadamente muchos personajes de la vida política parece que no hubieran leído alguno de esos tantos cuentos infantiles como el personaje central de la historia que entrelaza este cuento.
Recuerdo que hace unos años atrás, un joven muchacho de aparente estirpe campesina, sin mucha parentela, llegó al pueblo de La Paz anunciando que aspiraba ser alcalde de esa población porque quería ser representante de los campesinos, ya que él era uno de ellos. Como pasa en todo los pueblos ante la llegada de un extraño, aquella noticia se regó por todos lados; pues la gente se conmovió y le creyó; además porque su apariencia campesina era creíble, de su cuerpo se desprendía un aroma de sierra, vestía camisas manga largas a cuadros, pantalones caqui, usaba una mochila de fique y un sombrero de paja; creo que lo único que le faltaba era el machete colgado en la cintura para aparentar tal condición, porque también era común verlo montado en una mula vieja y flaca.
Ni que decir de su acento acachacado y su lenguaje criollo; además de manifestar una y otra vez que por sus venas no corría sangre de políticos, sino yuca y malanga. Pero lo que no sabía la gente era que tenía la mala costumbre de decir mentiras. Con ese aparente linaje campesino logró ganarse la confianza de familias muy prestigiosas, de políticos y de toda la población, hasta hacérsele candidato a la alcaldía; pues el joven muchacho hizo que la gente caminara como un rebaño de ovejas a favor de su causa y él por su parte se convirtió en un pastor de ese rebaño.
Meses después como buen rebaño obediente todas las ovejas en fila india respaldaron la candidatura de aquel pastorcito y lo hicieron alcalde. Solo le bastó gritar una y otra vez: ¡Ayúdenme a ser Alcalde! ¡Ayúdenme a ser alcalde! Una vez tomó posesión de la granja, digo de la Alcaldía, todos creían que el joven criador iba apacentar a todas sus ovejas, ya que como lo dicen las sagradas escrituras, todo buen pastor da su vida por sus ovejas; pero no fue así, las ovejas se fueron perdiendo una a una y todos atribuían tal desaparición al oso y al león, pero nunca se llegó a pensar que aquel pastorcito de sonrisa y mirada picara, era en el fondo un verdadero lobo feroz y experto cazador de ovejas.
Finalmente el numeroso rebaño al cuidado del pastorcito se descarrió asustado ante el asedio y voraz apetito de su criador. Hoy el pobre pastor, quiere mantener su granja (léase alcaldía) y grita desesperado y sin cesar por todo el pueblo, ¡por favor vengan y ayúdenme¡ ¿Por qué se ahuyentan mis ovejas?, pero ya nadie le presta atención a sus llamados porque la gente descubrió que el joven muchacho era un experto mentiroso y que no era ningún campesino, sino un oportunista aprovechado; pues ya dejó de usar las camisas a cuadros y las remplazó por finas guayaberas, la mochila fue sustituida por un modesto portafolio ejecutivo y la vieja mula la cambio por una fina camioneta, es decir, lo de campesino era un verdadero cuento chino; se trataba de otro pastorcito mentiroso, pero nada parecido al personaje del cuento de Esopo, porque aquel era ingenuo e inocente y este por el contrario es un verdadero astuto.