“Si usted como ciudadano entiende lo que habla el dictador, entonces tome una decisión: o sigue al farsante o asume el reto de una persona seria”. Establecer las características de un dictador podría ser tarea fácil si no se está a favor de su gobierno, calificarlo con improperios, sarcasmo e ironía por cualquier actuación dentro […]
“Si usted como ciudadano entiende lo que habla el dictador, entonces tome una decisión: o sigue al farsante o asume el reto de una persona seria”.
Establecer las características de un dictador podría ser tarea fácil si no se está a favor de su gobierno, calificarlo con improperios, sarcasmo e ironía por cualquier actuación dentro de la perversa legalidad hasta produciría cierto cosquilleo, pero de por medio está el ejercicio del voto popular de quienes consciente o irresponsablemente le eligieron cuando se creía participaban en un proceso democrático.
El dictador aparece y se hace porque el pueblo en cierto modo permite crear circunstancias favorables nacidas de esa apatía y descuido por las acciones gobiernistas. El día de elecciones bajo emocionalidad colectiva el pueblo permitió que se limitara el pensamiento a solo creer en un cambio de todo a favor de la nación con un manejo de los indigentes y de los más pobres.
Es desde ese día vocero de los desempleados, maestro de los educandos, defensor de la democracia y de las leyes modificadas o promulgadas con marcado sesgo favorable a sus zalameros aduladores y a su propio beneficio o en contra de quien se oponga.
Cuando en la gestión pública se pierde esa orientación democrática se puede discernir que se está frente a la forma de gobierno apoyado en la dictadura, en cierta rivalidad con el concepto tajante que ésta siempre proviene o ha descendido de militares para el caso de América Latina, diferenciar entonces entre dictadores y tiranos cuando la democracia es la piscina donde nadan a sus anchas no influye en los resultados subyugantes sobre el verdadero pueblo.
Porque la sociedad colombiana es complaciente, actúa parsimoniosamente, se somete fácil y se mantiene en un letargo social, esperanzada en cualquier momento que el gobernante de turno de cumplimiento a las falacias que sostienen o han dado fortaleza a su conducción gubernamental es que se dejó pasar la oportunidad de vitorear como tal, en el pasado reciente a ilustres dictadores que abusaron de las facultades constitucionales para modificar condiciones de reelección y otras que hoy pesan y sostienen la eventualidad de construirle y facilitarle el camino al tirano, que bien podría afincarse en la corrupción y la ignominia para ejercer con lujo su designio legitimado.
Solo una conciencia colectiva responsable y sensata lograría desterrar el fantasma del tirano de nuestras vidas en el ordenamiento estatal.
Por Alfonso Suarez Arias
“Si usted como ciudadano entiende lo que habla el dictador, entonces tome una decisión: o sigue al farsante o asume el reto de una persona seria”. Establecer las características de un dictador podría ser tarea fácil si no se está a favor de su gobierno, calificarlo con improperios, sarcasmo e ironía por cualquier actuación dentro […]
“Si usted como ciudadano entiende lo que habla el dictador, entonces tome una decisión: o sigue al farsante o asume el reto de una persona seria”.
Establecer las características de un dictador podría ser tarea fácil si no se está a favor de su gobierno, calificarlo con improperios, sarcasmo e ironía por cualquier actuación dentro de la perversa legalidad hasta produciría cierto cosquilleo, pero de por medio está el ejercicio del voto popular de quienes consciente o irresponsablemente le eligieron cuando se creía participaban en un proceso democrático.
El dictador aparece y se hace porque el pueblo en cierto modo permite crear circunstancias favorables nacidas de esa apatía y descuido por las acciones gobiernistas. El día de elecciones bajo emocionalidad colectiva el pueblo permitió que se limitara el pensamiento a solo creer en un cambio de todo a favor de la nación con un manejo de los indigentes y de los más pobres.
Es desde ese día vocero de los desempleados, maestro de los educandos, defensor de la democracia y de las leyes modificadas o promulgadas con marcado sesgo favorable a sus zalameros aduladores y a su propio beneficio o en contra de quien se oponga.
Cuando en la gestión pública se pierde esa orientación democrática se puede discernir que se está frente a la forma de gobierno apoyado en la dictadura, en cierta rivalidad con el concepto tajante que ésta siempre proviene o ha descendido de militares para el caso de América Latina, diferenciar entonces entre dictadores y tiranos cuando la democracia es la piscina donde nadan a sus anchas no influye en los resultados subyugantes sobre el verdadero pueblo.
Porque la sociedad colombiana es complaciente, actúa parsimoniosamente, se somete fácil y se mantiene en un letargo social, esperanzada en cualquier momento que el gobernante de turno de cumplimiento a las falacias que sostienen o han dado fortaleza a su conducción gubernamental es que se dejó pasar la oportunidad de vitorear como tal, en el pasado reciente a ilustres dictadores que abusaron de las facultades constitucionales para modificar condiciones de reelección y otras que hoy pesan y sostienen la eventualidad de construirle y facilitarle el camino al tirano, que bien podría afincarse en la corrupción y la ignominia para ejercer con lujo su designio legitimado.
Solo una conciencia colectiva responsable y sensata lograría desterrar el fantasma del tirano de nuestras vidas en el ordenamiento estatal.
Por Alfonso Suarez Arias