Muchas reacciones se han dado en el sector productivo colombiano ante la devaluación de nuestro peso frente al dólar. Claramente, los más preocupados son los productores agropecuarios, dado que el 80% de las materias primas son importadas. En una reciente columna, les comenté sobre el caso de los avicultores del país. Ellos, para poder producir […]
Muchas reacciones se han dado en el sector productivo colombiano ante la devaluación de nuestro peso frente al dólar. Claramente, los más preocupados son los productores agropecuarios, dado que el 80% de las materias primas son importadas.
En una reciente columna, les comenté sobre el caso de los avicultores del país. Ellos, para poder producir 10.500 millones de huevos y 1.3 millones de toneladas de pollo al año, tienen que importar unas 3.5 millones de toneladas de maíz amarillo, que no somos capaces de producir competitivamente en Colombia.
Con la disparada del dólar por encima de los $2.400, los avicultores van a ver afectado la rentabilidad de sus negocios o seguramente, van a trasladar ese sobrecosto al precio de venta al consumidor, lo que va a significar una oscilación en la inflación del país. De igual manera, sucede con la importación de millones de toneladas de semillas, abonos y fertilizantes que demanda el sector agropecuario del país.
Ante esta coyuntura de mayor volatilidad cambiaria, lo lógico es que los empresarios se protejan con coberturas naturales o instrumentos de coberturas financieras (derivados, Forwards, Opciones, Swaps, OPCF) que ofrece Bancoldex, para garantizarles unos flujos futuros ciertos de sus negocios y evitar un aumento en el precio al consumidor final. Otra medida de choque, es implementar una política de reconversión productiva en el sector agrícola para adaptar la producción a las condiciones del entorno competitivo internacional.
En Colombia existe el mito que nuestras tierras son ideales para todo tipo de agricultura y la realidad es que las grandes extensiones de tierras en el país (salvo algunas en el Valle del Cauca), son acidas y semiáridas. Con este cuento, se siembran en doce departamentos del país unas 160.000 hectáreas de maíz tecnificado y alrededor de 400.000 hectáreas de maíz tradicional, con un bajo rendimiento de 4.700kg/ha y 1.500 kg/ha respectivamente.
Con la nueva medida del Gobierno Nacional, de focalizar los recursos de incentivos a la productividad agropecuaria (asistencia técnica, ICR, línea especial de crédito, seguro agrario y transferencia de tecnología), seguramente en un par de años, estaremos resolviendo el tema de la ineficiencia, los altos costos de producción y por ende, la importación de alimentos. En Brasil, por ejemplo, ha dado muy buenos resultados direccionar la política de ayuda a la productividad agropecuaria a través de la empresa de investigación agropecuaria -Embrapa-. En los 44 centros de investigación que tienen instalados a lo largo y ancho de su país, ofrecen a los agricultores y ganaderos, sistemas de producción para agricultura familiar con tecnologías simples y de fácil acceso. Será por eso, que el maíz de ellos rinde 10 toneladas por hectárea. Ojalá en Colombia sigamos el mismo ejemplo.
Sin duda alguna, el cambio de cultivo como modalidad de reconversión permite aprovechar mejor las nuevas oportunidades surgidas en los TLC. Las importaciones anuales de Estados Unidos en productos como la piña y el aguacate superan los 600 y 900 millones de dólares respectivamente. Con estas oportunidades de negocio, es hora de ir pensando en las zonas donde podamos producir con mayor ventaja comparativa estos productos.
Los esquemas tradicionales funcionaban bastante bien cuando el negocio era simple. Las respuestas ya no se encuentran en la historia y la repetición del pasado sólo conduce al fracaso. Las oportunidades están ahí, nos llegó la hora de ser productivos.
Muchas reacciones se han dado en el sector productivo colombiano ante la devaluación de nuestro peso frente al dólar. Claramente, los más preocupados son los productores agropecuarios, dado que el 80% de las materias primas son importadas. En una reciente columna, les comenté sobre el caso de los avicultores del país. Ellos, para poder producir […]
Muchas reacciones se han dado en el sector productivo colombiano ante la devaluación de nuestro peso frente al dólar. Claramente, los más preocupados son los productores agropecuarios, dado que el 80% de las materias primas son importadas.
En una reciente columna, les comenté sobre el caso de los avicultores del país. Ellos, para poder producir 10.500 millones de huevos y 1.3 millones de toneladas de pollo al año, tienen que importar unas 3.5 millones de toneladas de maíz amarillo, que no somos capaces de producir competitivamente en Colombia.
Con la disparada del dólar por encima de los $2.400, los avicultores van a ver afectado la rentabilidad de sus negocios o seguramente, van a trasladar ese sobrecosto al precio de venta al consumidor, lo que va a significar una oscilación en la inflación del país. De igual manera, sucede con la importación de millones de toneladas de semillas, abonos y fertilizantes que demanda el sector agropecuario del país.
Ante esta coyuntura de mayor volatilidad cambiaria, lo lógico es que los empresarios se protejan con coberturas naturales o instrumentos de coberturas financieras (derivados, Forwards, Opciones, Swaps, OPCF) que ofrece Bancoldex, para garantizarles unos flujos futuros ciertos de sus negocios y evitar un aumento en el precio al consumidor final. Otra medida de choque, es implementar una política de reconversión productiva en el sector agrícola para adaptar la producción a las condiciones del entorno competitivo internacional.
En Colombia existe el mito que nuestras tierras son ideales para todo tipo de agricultura y la realidad es que las grandes extensiones de tierras en el país (salvo algunas en el Valle del Cauca), son acidas y semiáridas. Con este cuento, se siembran en doce departamentos del país unas 160.000 hectáreas de maíz tecnificado y alrededor de 400.000 hectáreas de maíz tradicional, con un bajo rendimiento de 4.700kg/ha y 1.500 kg/ha respectivamente.
Con la nueva medida del Gobierno Nacional, de focalizar los recursos de incentivos a la productividad agropecuaria (asistencia técnica, ICR, línea especial de crédito, seguro agrario y transferencia de tecnología), seguramente en un par de años, estaremos resolviendo el tema de la ineficiencia, los altos costos de producción y por ende, la importación de alimentos. En Brasil, por ejemplo, ha dado muy buenos resultados direccionar la política de ayuda a la productividad agropecuaria a través de la empresa de investigación agropecuaria -Embrapa-. En los 44 centros de investigación que tienen instalados a lo largo y ancho de su país, ofrecen a los agricultores y ganaderos, sistemas de producción para agricultura familiar con tecnologías simples y de fácil acceso. Será por eso, que el maíz de ellos rinde 10 toneladas por hectárea. Ojalá en Colombia sigamos el mismo ejemplo.
Sin duda alguna, el cambio de cultivo como modalidad de reconversión permite aprovechar mejor las nuevas oportunidades surgidas en los TLC. Las importaciones anuales de Estados Unidos en productos como la piña y el aguacate superan los 600 y 900 millones de dólares respectivamente. Con estas oportunidades de negocio, es hora de ir pensando en las zonas donde podamos producir con mayor ventaja comparativa estos productos.
Los esquemas tradicionales funcionaban bastante bien cuando el negocio era simple. Las respuestas ya no se encuentran en la historia y la repetición del pasado sólo conduce al fracaso. Las oportunidades están ahí, nos llegó la hora de ser productivos.