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Columnista - 19 febrero, 2015

Nueva actriz de la política contemporánea: la naturaleza

Toda acción política contemporánea, toda actitud o comportamiento solo puede situarse del lado de las fuerzas suicidas o de las que luchan por evitar una catástrofe, pues la defensa de la naturaleza es, en última instancia, una defensa de nuestra propia especie. Esta nueva conciencia que es al mismo tiempo la adopción de una moral […]

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Toda acción política contemporánea, toda actitud o comportamiento solo puede situarse del lado de las fuerzas suicidas o de las que luchan por evitar una catástrofe, pues la defensa de la naturaleza es, en última instancia, una defensa de nuestra propia especie.

Esta nueva conciencia que es al mismo tiempo la adopción de una moral planetaria y el reencuentro de los seres humanos con su propia generalidad, este reconocimiento de la situación de emergencia que vive todo el espacio por el cual y dentro del cual las sociedades humanas existen, han existido y seguirán existiendo, está dando lugar a una nueva filosofía y a una nueva ontología (que estudia al ser y su existencia en general). Un nuevo alineamiento irá entonces destrozando cada vez más el campo de la política y de los comportamientos individuales: O con las fuerzas de la destrucción y del suicidio colectivo o con las que se sitúan del lado de la vida digna y justa para los seres humanos y su entorno.

En la práctica nos encontramos frente a un entorno inesperado. En el pasado, en las sociedades preindustriales, la naturaleza operó como sujeto mítico o religioso, es decir encarnó en mitos y deidades diversas (religión de la naturaleza, la llamó Marx), y a través de ellos los seres humanos mantuvieron un dialogo e intercambio fructífero. Hoy en día en cambio la naturaleza, sepultada por la visión racionalista, humanista y tecnocrática que gestó como ideología primera y primaria del mundo industrial, está logrando reaparecer arropada de una nueva vestimenta y provista ya de un reconocido lugar en los ámbitos de la política.

Pero la naturaleza requiere forzosamente de interlocutores humanos es decir, de traductores, intérpretes y defensores. Por sí solas las reacciones iracundas y gigantescas, de la naturaleza no son más que fuerzas ciegas, neutras, naturales. Dicho de otra forma, los impulsos que la naturaleza genera como reacción a los fenómenos que la afectan deben ser socializados y convertidos en una fuerza con significado humano, y finalmente en una potencia dentro del necesario juego de la política.

De esta forma se cumple con un doble cometido: La politización de lo natural y la naturalización de la política, consecuencia última de que la naturaleza y la sociedad formen ya parte de un todo indisoluble.
Convertida en actriz, la naturaleza y sus defensores humanos irrumpen en los escenarios de la política y de esta forma actualizan y revitalizan una práctica hoy agobiada por el desencanto, el discurso anacrónico y la ausencia de alternativas reales en un mundo que se vuelve cada vez más complejo y de mayor riesgo.

Columnista
19 febrero, 2015

Nueva actriz de la política contemporánea: la naturaleza

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Toda acción política contemporánea, toda actitud o comportamiento solo puede situarse del lado de las fuerzas suicidas o de las que luchan por evitar una catástrofe, pues la defensa de la naturaleza es, en última instancia, una defensa de nuestra propia especie. Esta nueva conciencia que es al mismo tiempo la adopción de una moral […]


Toda acción política contemporánea, toda actitud o comportamiento solo puede situarse del lado de las fuerzas suicidas o de las que luchan por evitar una catástrofe, pues la defensa de la naturaleza es, en última instancia, una defensa de nuestra propia especie.

Esta nueva conciencia que es al mismo tiempo la adopción de una moral planetaria y el reencuentro de los seres humanos con su propia generalidad, este reconocimiento de la situación de emergencia que vive todo el espacio por el cual y dentro del cual las sociedades humanas existen, han existido y seguirán existiendo, está dando lugar a una nueva filosofía y a una nueva ontología (que estudia al ser y su existencia en general). Un nuevo alineamiento irá entonces destrozando cada vez más el campo de la política y de los comportamientos individuales: O con las fuerzas de la destrucción y del suicidio colectivo o con las que se sitúan del lado de la vida digna y justa para los seres humanos y su entorno.

En la práctica nos encontramos frente a un entorno inesperado. En el pasado, en las sociedades preindustriales, la naturaleza operó como sujeto mítico o religioso, es decir encarnó en mitos y deidades diversas (religión de la naturaleza, la llamó Marx), y a través de ellos los seres humanos mantuvieron un dialogo e intercambio fructífero. Hoy en día en cambio la naturaleza, sepultada por la visión racionalista, humanista y tecnocrática que gestó como ideología primera y primaria del mundo industrial, está logrando reaparecer arropada de una nueva vestimenta y provista ya de un reconocido lugar en los ámbitos de la política.

Pero la naturaleza requiere forzosamente de interlocutores humanos es decir, de traductores, intérpretes y defensores. Por sí solas las reacciones iracundas y gigantescas, de la naturaleza no son más que fuerzas ciegas, neutras, naturales. Dicho de otra forma, los impulsos que la naturaleza genera como reacción a los fenómenos que la afectan deben ser socializados y convertidos en una fuerza con significado humano, y finalmente en una potencia dentro del necesario juego de la política.

De esta forma se cumple con un doble cometido: La politización de lo natural y la naturalización de la política, consecuencia última de que la naturaleza y la sociedad formen ya parte de un todo indisoluble.
Convertida en actriz, la naturaleza y sus defensores humanos irrumpen en los escenarios de la política y de esta forma actualizan y revitalizan una práctica hoy agobiada por el desencanto, el discurso anacrónico y la ausencia de alternativas reales en un mundo que se vuelve cada vez más complejo y de mayor riesgo.