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Columnista - 24 diciembre, 2014

Cambio climático, fracasos y esperanzas

La reciente reunión de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en Lima deja un balance que se mueve entre sensaciones de fracasos de normas tibias y domésticas y la esperanza en el compromiso de 196 gobiernos con el recorte de emisiones de carbono. La verdad que todos conocen es que se agota el tiempo […]

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La reciente reunión de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en Lima deja un balance que se mueve entre sensaciones de fracasos de normas tibias y domésticas y la esperanza en el compromiso de 196 gobiernos con el recorte de emisiones de carbono. La verdad que todos conocen es que se agota el tiempo y no queda espacio para las dudas, es imperativo actuar ya con decisiones ciertas y contribuciones efectivas al Fondo Verde que financiará programas de mitigación y adaptación al cambio climático alrededor del planeta.

Hoy se manejan cifras críticas: dos grados centígrados de calentamiento global en la era industrial, y las seis extinciones de miles de especies por causa del cambio climático donde la acidificación de los océanos están convirtiendo a los corales en esponjas inertes. Al menos que se logren reducciones importantes en las emisiones de carbono en el corto plazo, la humanidad va a pasar de largo los umbrales fijados en las próximas décadas.

Es de anotar que existen avances significativos en las reducciones prometidas por Estados Unidos y China y se espera el aporte de India y Brasil.
Se presume que habría la necesidad de dejar bajo tierra, en lugar de quemarlo, buena parte del petróleo y el carbón. Sería urgente incentivar la producción de energías limpias, acelerar los buenos y efectivos programas contra la deforestación y la titulación de tierras a los pueblos indígenas.

Todo lo anterior sería facilitado por un pacto global que impusiera obligaciones estrictas de reducción de emisiones a todos los países, en proporción a su nivel de desarrollo y contribución a la contaminación.

Este acuerdo parece inviable por políticas y razones diferentes en un mosaico de naciones de muchos colores que dificultan la formación de una sola pieza, parece una partida de ajedrez con normas voluntarias cuyo desacato no genera sanciones de un tribunal internacional sino que se convierten en puntos de referencia. La reunión de Lima no puede considerarse un fracaso, pero deja la sensación que los pasos que se están dando no son suficientes para enfrentar al prospecto calamitoso del cambio climático, pero hay esperanzas y mucho por hacer para evitar que le digamos adiós a lo que ya tenemos.

Los anuncios de China y los Estados Unidos son históricos y optimistas respecto a lo que pueden hacer frente al combate decisivo de la humanidad ante el cambio climático y el control de emisiones de dióxido de carbono. Estas dos naciones emiten la mitad de los gases de efecto invernadero global, por esto su compromiso adquiere gran trascendencia. Se espera un giro optimista para domar el escepticismo y la hostilidad que se siente respecto al compromiso para mitigar el cambio climático.

Columnista
24 diciembre, 2014

Cambio climático, fracasos y esperanzas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

La reciente reunión de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en Lima deja un balance que se mueve entre sensaciones de fracasos de normas tibias y domésticas y la esperanza en el compromiso de 196 gobiernos con el recorte de emisiones de carbono. La verdad que todos conocen es que se agota el tiempo […]


La reciente reunión de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en Lima deja un balance que se mueve entre sensaciones de fracasos de normas tibias y domésticas y la esperanza en el compromiso de 196 gobiernos con el recorte de emisiones de carbono. La verdad que todos conocen es que se agota el tiempo y no queda espacio para las dudas, es imperativo actuar ya con decisiones ciertas y contribuciones efectivas al Fondo Verde que financiará programas de mitigación y adaptación al cambio climático alrededor del planeta.

Hoy se manejan cifras críticas: dos grados centígrados de calentamiento global en la era industrial, y las seis extinciones de miles de especies por causa del cambio climático donde la acidificación de los océanos están convirtiendo a los corales en esponjas inertes. Al menos que se logren reducciones importantes en las emisiones de carbono en el corto plazo, la humanidad va a pasar de largo los umbrales fijados en las próximas décadas.

Es de anotar que existen avances significativos en las reducciones prometidas por Estados Unidos y China y se espera el aporte de India y Brasil.
Se presume que habría la necesidad de dejar bajo tierra, en lugar de quemarlo, buena parte del petróleo y el carbón. Sería urgente incentivar la producción de energías limpias, acelerar los buenos y efectivos programas contra la deforestación y la titulación de tierras a los pueblos indígenas.

Todo lo anterior sería facilitado por un pacto global que impusiera obligaciones estrictas de reducción de emisiones a todos los países, en proporción a su nivel de desarrollo y contribución a la contaminación.

Este acuerdo parece inviable por políticas y razones diferentes en un mosaico de naciones de muchos colores que dificultan la formación de una sola pieza, parece una partida de ajedrez con normas voluntarias cuyo desacato no genera sanciones de un tribunal internacional sino que se convierten en puntos de referencia. La reunión de Lima no puede considerarse un fracaso, pero deja la sensación que los pasos que se están dando no son suficientes para enfrentar al prospecto calamitoso del cambio climático, pero hay esperanzas y mucho por hacer para evitar que le digamos adiós a lo que ya tenemos.

Los anuncios de China y los Estados Unidos son históricos y optimistas respecto a lo que pueden hacer frente al combate decisivo de la humanidad ante el cambio climático y el control de emisiones de dióxido de carbono. Estas dos naciones emiten la mitad de los gases de efecto invernadero global, por esto su compromiso adquiere gran trascendencia. Se espera un giro optimista para domar el escepticismo y la hostilidad que se siente respecto al compromiso para mitigar el cambio climático.