¡Oh Valledupar, cuánta insensibilidad existe en quienes en ti habitan! Tú, cual madre amorosa, acoges en tu seno a quienes a ti llegan con múltiples propósitos, unos atraídos por la banal percepción de tu supuesto “buen vividero”, otros por el singular atractivo que tienes como ciudad prometedora para todo tipo de negocios, en consecuencia, recalan […]
¡Oh Valledupar, cuánta insensibilidad existe en quienes en ti habitan! Tú, cual madre amorosa, acoges en tu seno a quienes a ti llegan con múltiples propósitos, unos atraídos por la banal percepción de tu supuesto “buen vividero”, otros por el singular atractivo que tienes como ciudad prometedora para todo tipo de negocios, en consecuencia, recalan aquí para darle solución a su modo de vida y, la mayoría, infortunadamente son una caterva de desadaptados que, motivados por los más oscuros designios, vienen y se instalan en la ciudad para cometer todo tipo de desmanes, tales como atraco a mano armada, asalto a residencias, asesinatos, extorsiones.
Nuestro alcalde Fredys Socarrás Reales, conjuntamente con las autoridades militares y policiales, ha sido una de las voces que con mayor énfasis e interpretando el clamor y la angustia ciudadana, se ha dado a la tarea de adoptar todo tipo de mecanismos para enfrentar a estos vándalos que ciertamente tienen sometida a nuestra entrañable y otrora pacífica ciudad.
Una de las decisiones de nuestro Alcalde, además de ofrecer incentivos económicos a quienes denuncien a sus vecinos delincuentes fue lanzar, a modo de proclama, la frase: ‘Vamos por ellos’.
Conociendo a Fredys Socarrás, su apego a la tierra y el amor por ella; su incuestionable sentido de pertenencia y su insoslayable sensibilidad, he percibido que sus intenciones van más allá de un simple “deber” como mandatario; su reacción es el vivo reflejo de un vallenato íntegro y genuino; un cañaguatero a quien le duele todo acto que atente contra la tranquilidad y el sosiego de su terruño y sus gentes.
La cruzada que se debe emprender para restituir el orden y la convivencia en nuestro municipio, no sólo compete al Alcalde, esto es una responsabilidad que todos debemos asumir; nuestro papel protagónico sería denunciar, sin vacilaciones y sin temores, a quienes le hacen daño a la ciudad; así mismo, respaldar sin distingos de ninguna naturaleza, toda acción que adelante nuestro Alcalde, puesto que es el vocero y líder natural de la comunidad; pero como estamos en una sociedad en la que los valores están invertidos, y en donde algunos ciudadanos se arrogan el derecho de irrespetar a la autoridad, resulta lamentable que algunos “microfoníferos” y no pocos plumíferos, con dudosa sintaxis, prevalidos de su posición dominante, en lugar de hacer causa común en pro del bienestar ciudadano, se dedican a ensombrecer la loable gestión que el Alcalde adelanta con los más nobles propósitos; más aún, en el seno mismo del Honorable Concejo Municipal, escenario de la democracia y del debate patriótico y civilista, surgen voces disonantes y anodinas tratando de desvirtuar, con exasperante sorna, ciertas iniciativas de nuestro Alcalde en la materia a que nos referimos.
Desde luego, todo funcionario público por definición, es susceptible a la crítica; pero ésta debe ajustarse a los más mínimos postulados de la ética y la decencia, sin olvidar guardar las debidas proporciones y las distancias.
¡Oh Valledupar, cuánta insensibilidad existe en quienes en ti habitan! Tú, cual madre amorosa, acoges en tu seno a quienes a ti llegan con múltiples propósitos, unos atraídos por la banal percepción de tu supuesto “buen vividero”, otros por el singular atractivo que tienes como ciudad prometedora para todo tipo de negocios, en consecuencia, recalan […]
¡Oh Valledupar, cuánta insensibilidad existe en quienes en ti habitan! Tú, cual madre amorosa, acoges en tu seno a quienes a ti llegan con múltiples propósitos, unos atraídos por la banal percepción de tu supuesto “buen vividero”, otros por el singular atractivo que tienes como ciudad prometedora para todo tipo de negocios, en consecuencia, recalan aquí para darle solución a su modo de vida y, la mayoría, infortunadamente son una caterva de desadaptados que, motivados por los más oscuros designios, vienen y se instalan en la ciudad para cometer todo tipo de desmanes, tales como atraco a mano armada, asalto a residencias, asesinatos, extorsiones.
Nuestro alcalde Fredys Socarrás Reales, conjuntamente con las autoridades militares y policiales, ha sido una de las voces que con mayor énfasis e interpretando el clamor y la angustia ciudadana, se ha dado a la tarea de adoptar todo tipo de mecanismos para enfrentar a estos vándalos que ciertamente tienen sometida a nuestra entrañable y otrora pacífica ciudad.
Una de las decisiones de nuestro Alcalde, además de ofrecer incentivos económicos a quienes denuncien a sus vecinos delincuentes fue lanzar, a modo de proclama, la frase: ‘Vamos por ellos’.
Conociendo a Fredys Socarrás, su apego a la tierra y el amor por ella; su incuestionable sentido de pertenencia y su insoslayable sensibilidad, he percibido que sus intenciones van más allá de un simple “deber” como mandatario; su reacción es el vivo reflejo de un vallenato íntegro y genuino; un cañaguatero a quien le duele todo acto que atente contra la tranquilidad y el sosiego de su terruño y sus gentes.
La cruzada que se debe emprender para restituir el orden y la convivencia en nuestro municipio, no sólo compete al Alcalde, esto es una responsabilidad que todos debemos asumir; nuestro papel protagónico sería denunciar, sin vacilaciones y sin temores, a quienes le hacen daño a la ciudad; así mismo, respaldar sin distingos de ninguna naturaleza, toda acción que adelante nuestro Alcalde, puesto que es el vocero y líder natural de la comunidad; pero como estamos en una sociedad en la que los valores están invertidos, y en donde algunos ciudadanos se arrogan el derecho de irrespetar a la autoridad, resulta lamentable que algunos “microfoníferos” y no pocos plumíferos, con dudosa sintaxis, prevalidos de su posición dominante, en lugar de hacer causa común en pro del bienestar ciudadano, se dedican a ensombrecer la loable gestión que el Alcalde adelanta con los más nobles propósitos; más aún, en el seno mismo del Honorable Concejo Municipal, escenario de la democracia y del debate patriótico y civilista, surgen voces disonantes y anodinas tratando de desvirtuar, con exasperante sorna, ciertas iniciativas de nuestro Alcalde en la materia a que nos referimos.
Desde luego, todo funcionario público por definición, es susceptible a la crítica; pero ésta debe ajustarse a los más mínimos postulados de la ética y la decencia, sin olvidar guardar las debidas proporciones y las distancias.