“… porque la gloria del Señor había llenado la casa de Dios”. 2 Corintios, 5,14. Según el texto del epígrafe, Dios va a llenar nuestras casas con su gloria de la misma manera que lo hizo con el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón. Esto es algo más que una experiencia emocional religiosa […]
“… porque la gloria del Señor había llenado la casa de Dios”. 2 Corintios, 5,14.
Según el texto del epígrafe, Dios va a llenar nuestras casas con su gloria de la misma manera que lo hizo con el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón. Esto es algo más que una experiencia emocional religiosa en un lugar religioso, es la promesa que su presencia traería esperanza, sanidad, integridad y felicidad, en el mismo lugar donde habitamos.
Oikos en griego y Bait en hebreo son las palabras traducidas como casa, dando la idea de construir, levantar, edificar y ambas se refieren a mucho más que a la planta física en la que vivimos. El concepto bíblico de casa incluye la idea de un bien inmueble lugar de habitación, describe el círculo inmediato de la familia o las relaciones íntimas, también se refiere a las obligaciones de nuestro trabajo o negocios, y a nuestra órbita de influencia.
La gloria de Dios viene primero a nuestras vidas y a las obligaciones prácticas para prosperar y cumplir con nuestras metas y aunque no veamos una bruma velada de gloria, la maravillosa promesa de Dios todavía está lista para llenar nuestros hogares y nuestros sitios de trabajo personal con su presencia y su bendición.
Hace mucho tiempo el salmista escribió: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Esto nos recuerda nuestra inutilidad de cualquier expectativa de una casa de gloria a menos que la mano y el poder de Dios la creen. Solamente nosotros podemos ser conscientes de la triste necesidad en el matrimonio, la sombría condición de nuestro hogar, la situación de deterioro de nuestro trabajo o nuestra opaca influencia en la sociedad.
Amados amigos lectores: ¿cuál es la situación más negra que enfrentamos? ¿Cuál es la posibilidad más brillante que tenemos? En cualquier caso, debemos contárselo al Señor y permitir que se convierta en el comienzo para que Dios nos muestre el camino de la gloria de nuestra casa.
Es axiomático el hecho que todos queremos tener la gloria de Dios en nuestras casas: La gloria de Dios es una respuesta a nuestra dedicación a la alabanza. La senda de la alabanza es el camino cierto para traer la presencia de Dios a nuestras casas. El salmo 22 dice: “pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de tu pueblo”. El palo en la rueda es que Dios nos ha dado una voluntad soberana independiente de la suya. El control absoluto de nuestro destino personal ha sido colocado dentro de nuestro propio poder de decisión. Así, que sobre cualquier cosa relacionada con nuestra casa estamos en completa soberanía; -con frecuencia, es la raíz de nuestros problemas-.
Pero aquí está la poderosa solución de Dios: La senda de la alabanza es el enfoque de la vida que abre el camino para que Dios comience a manifestarse y llene nuestra casa con su gloria.
Mi invitación hoy es a que traigamos la gloria de Dios a nuestras casas, con nuestra alabanza y consagración. En las cuestiones de la vida, nuestras viviendas, nuestras relaciones y negocios, ejercitemos nuestra soberanía y pidamos que sea él quien gobierne. Habrá entonces, una inundación de la gloria de Dios a nuestras circunstancias.
Hagamos de la oración, la alabanza y la obediencia a su reino, el camino más expedito para traer la gloria de Dios a nuestras casas. Consagremos nuestras casas al Señor…
Saludos y muchas bendiciones…
“… porque la gloria del Señor había llenado la casa de Dios”. 2 Corintios, 5,14. Según el texto del epígrafe, Dios va a llenar nuestras casas con su gloria de la misma manera que lo hizo con el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón. Esto es algo más que una experiencia emocional religiosa […]
“… porque la gloria del Señor había llenado la casa de Dios”. 2 Corintios, 5,14.
Según el texto del epígrafe, Dios va a llenar nuestras casas con su gloria de la misma manera que lo hizo con el tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón. Esto es algo más que una experiencia emocional religiosa en un lugar religioso, es la promesa que su presencia traería esperanza, sanidad, integridad y felicidad, en el mismo lugar donde habitamos.
Oikos en griego y Bait en hebreo son las palabras traducidas como casa, dando la idea de construir, levantar, edificar y ambas se refieren a mucho más que a la planta física en la que vivimos. El concepto bíblico de casa incluye la idea de un bien inmueble lugar de habitación, describe el círculo inmediato de la familia o las relaciones íntimas, también se refiere a las obligaciones de nuestro trabajo o negocios, y a nuestra órbita de influencia.
La gloria de Dios viene primero a nuestras vidas y a las obligaciones prácticas para prosperar y cumplir con nuestras metas y aunque no veamos una bruma velada de gloria, la maravillosa promesa de Dios todavía está lista para llenar nuestros hogares y nuestros sitios de trabajo personal con su presencia y su bendición.
Hace mucho tiempo el salmista escribió: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Esto nos recuerda nuestra inutilidad de cualquier expectativa de una casa de gloria a menos que la mano y el poder de Dios la creen. Solamente nosotros podemos ser conscientes de la triste necesidad en el matrimonio, la sombría condición de nuestro hogar, la situación de deterioro de nuestro trabajo o nuestra opaca influencia en la sociedad.
Amados amigos lectores: ¿cuál es la situación más negra que enfrentamos? ¿Cuál es la posibilidad más brillante que tenemos? En cualquier caso, debemos contárselo al Señor y permitir que se convierta en el comienzo para que Dios nos muestre el camino de la gloria de nuestra casa.
Es axiomático el hecho que todos queremos tener la gloria de Dios en nuestras casas: La gloria de Dios es una respuesta a nuestra dedicación a la alabanza. La senda de la alabanza es el camino cierto para traer la presencia de Dios a nuestras casas. El salmo 22 dice: “pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de tu pueblo”. El palo en la rueda es que Dios nos ha dado una voluntad soberana independiente de la suya. El control absoluto de nuestro destino personal ha sido colocado dentro de nuestro propio poder de decisión. Así, que sobre cualquier cosa relacionada con nuestra casa estamos en completa soberanía; -con frecuencia, es la raíz de nuestros problemas-.
Pero aquí está la poderosa solución de Dios: La senda de la alabanza es el enfoque de la vida que abre el camino para que Dios comience a manifestarse y llene nuestra casa con su gloria.
Mi invitación hoy es a que traigamos la gloria de Dios a nuestras casas, con nuestra alabanza y consagración. En las cuestiones de la vida, nuestras viviendas, nuestras relaciones y negocios, ejercitemos nuestra soberanía y pidamos que sea él quien gobierne. Habrá entonces, una inundación de la gloria de Dios a nuestras circunstancias.
Hagamos de la oración, la alabanza y la obediencia a su reino, el camino más expedito para traer la gloria de Dios a nuestras casas. Consagremos nuestras casas al Señor…
Saludos y muchas bendiciones…