El relato del Evangelio que se lee en la liturgia de este día nos cuenta la historia de un hombre que, antes de salir de viaje, repartió dinero a sus sirvientes y, al volver, los llamó para ajustar cuentas. La parábola es una forma de recordarnos que cada uno de nosotros ha recibido dones de […]
El relato del Evangelio que se lee en la liturgia de este día nos cuenta la historia de un hombre que, antes de salir de viaje, repartió dinero a sus sirvientes y, al volver, los llamó para ajustar cuentas. La parábola es una forma de recordarnos que cada uno de nosotros ha recibido dones de Dios y que es preciso hacerlos fructificar. Todo lo que somos y tenemos es regalo del cielo y es necesario usar de ello responsablemente, procurando el mayor bien para nosotros mismos y para nuestros semejantes.
Dios nos ha provisto de “talentos” y va a pedirnos cuentas de ellos. La pregunta que inquieta a muchos es: ¿Cuándo? ¿Cuándo vendrá Jesús a ajustar cuentas con sus siervos?
Muchos creyentes han suspirado por el momento en que vean aparecer a Jesús, puesto que él consumará con su venida la obra iniciada en el acontecimiento del Gólgota, pondrá fin a la muerte, hará reinar la justicia, cesarán las humanas limitaciones y será posible la realización de las más grandes aspiraciones del corazón humano. Muchos otros han dedicado largas horas y años a aplicar a este pasaje diversas técnicas de investigación, buscando comprender el significado profundo de las palabras del Maestro. Otros han empleado su tiempo en meditar y pasar por la mente y el corazón estas expresiones de Jesús, intentando desentrañar su sentido místico.
Finalmente, algunos han usado éste y otros versículos de la Biblia para infundir miedo a los incautos y atraerlos a la aceptación de una determinada religión, prometiéndoles escapar del infierno y contar con un seguro boleto al paraíso.
No corresponde a nosotros emitir un juicio sobre cuál de las anteriores actitudes es la más acertada, aunque sabrá el lector identificar cuál de todas ellas es la menos indicada. Dediquemos nuestras líneas más bien a considerar tres verdades fundamentales de la fe cristiana que, por estos días de final de año, revisten particular importancia: Cristo vino, Cristo viene y Cristo vendrá.
Cristo vino. Todo el cristianismo se basa en esta verdad fundamental: Dios se hizo hombre. La encarnación es el acontecimiento central de la historia, la prueba fehaciente del amor de Dios por la humanidad. El Verbo se hizo hombre para que el hombre pudiera alcanzar la divinidad y Jesús de Nazaret, síntesis perfecta de ambas naturalezas, nos enseñó de palabra y de obra que la única fuerza capaz de transformar el mundo es la del amor.
Cristo viene. Para los que nos decimos seguidores de Jesús cada acontecimiento de la vida es una oportunidad de encontrarnos con él. La fe nos atestigua que nuestro Dios nos habla a través de las circunstancias cotidianas y que hemos de estar atentos para descubrir el significado de sus palabras de silencio que solo puede captar nuestro corazón. No es simple retórica, Cristo viene cada día a nosotros.
Cristo vendrá. Jesús prometió volver y cumplirá su promesa, el que es la verdad no puede decir mentiras. Vendrá ciertamente y, aunque nadie sabe ni el día ni la hora, todos hemos de estar preparados para su llegada; pero, lejos de la pertenencia a una determinada confesión religiosa, estar preparados significa hacer de la justicia verdadera la medida de nuestras acciones, del amor a Dios y al prójimo nuestra mayor motivación y de la esperanza nuestro mayor tesoro. Feliz domingo.
@majadoa
El relato del Evangelio que se lee en la liturgia de este día nos cuenta la historia de un hombre que, antes de salir de viaje, repartió dinero a sus sirvientes y, al volver, los llamó para ajustar cuentas. La parábola es una forma de recordarnos que cada uno de nosotros ha recibido dones de […]
El relato del Evangelio que se lee en la liturgia de este día nos cuenta la historia de un hombre que, antes de salir de viaje, repartió dinero a sus sirvientes y, al volver, los llamó para ajustar cuentas. La parábola es una forma de recordarnos que cada uno de nosotros ha recibido dones de Dios y que es preciso hacerlos fructificar. Todo lo que somos y tenemos es regalo del cielo y es necesario usar de ello responsablemente, procurando el mayor bien para nosotros mismos y para nuestros semejantes.
Dios nos ha provisto de “talentos” y va a pedirnos cuentas de ellos. La pregunta que inquieta a muchos es: ¿Cuándo? ¿Cuándo vendrá Jesús a ajustar cuentas con sus siervos?
Muchos creyentes han suspirado por el momento en que vean aparecer a Jesús, puesto que él consumará con su venida la obra iniciada en el acontecimiento del Gólgota, pondrá fin a la muerte, hará reinar la justicia, cesarán las humanas limitaciones y será posible la realización de las más grandes aspiraciones del corazón humano. Muchos otros han dedicado largas horas y años a aplicar a este pasaje diversas técnicas de investigación, buscando comprender el significado profundo de las palabras del Maestro. Otros han empleado su tiempo en meditar y pasar por la mente y el corazón estas expresiones de Jesús, intentando desentrañar su sentido místico.
Finalmente, algunos han usado éste y otros versículos de la Biblia para infundir miedo a los incautos y atraerlos a la aceptación de una determinada religión, prometiéndoles escapar del infierno y contar con un seguro boleto al paraíso.
No corresponde a nosotros emitir un juicio sobre cuál de las anteriores actitudes es la más acertada, aunque sabrá el lector identificar cuál de todas ellas es la menos indicada. Dediquemos nuestras líneas más bien a considerar tres verdades fundamentales de la fe cristiana que, por estos días de final de año, revisten particular importancia: Cristo vino, Cristo viene y Cristo vendrá.
Cristo vino. Todo el cristianismo se basa en esta verdad fundamental: Dios se hizo hombre. La encarnación es el acontecimiento central de la historia, la prueba fehaciente del amor de Dios por la humanidad. El Verbo se hizo hombre para que el hombre pudiera alcanzar la divinidad y Jesús de Nazaret, síntesis perfecta de ambas naturalezas, nos enseñó de palabra y de obra que la única fuerza capaz de transformar el mundo es la del amor.
Cristo viene. Para los que nos decimos seguidores de Jesús cada acontecimiento de la vida es una oportunidad de encontrarnos con él. La fe nos atestigua que nuestro Dios nos habla a través de las circunstancias cotidianas y que hemos de estar atentos para descubrir el significado de sus palabras de silencio que solo puede captar nuestro corazón. No es simple retórica, Cristo viene cada día a nosotros.
Cristo vendrá. Jesús prometió volver y cumplirá su promesa, el que es la verdad no puede decir mentiras. Vendrá ciertamente y, aunque nadie sabe ni el día ni la hora, todos hemos de estar preparados para su llegada; pero, lejos de la pertenencia a una determinada confesión religiosa, estar preparados significa hacer de la justicia verdadera la medida de nuestras acciones, del amor a Dios y al prójimo nuestra mayor motivación y de la esperanza nuestro mayor tesoro. Feliz domingo.
@majadoa