Fuego, fuego, fuego, la candela viva. Que allá viene la candela, la candela viva. Cuando Heriberto Pretel Medina, compuso ‘La candela viva’, Alejo Durán tenía exactamente 4 años y cinco días de haber nacido en El Paso, Magdalena, (9 de febrero de 1919), y el incendio sucedió en Chimichagua el 14 de febrero de 1923, […]
Fuego, fuego, fuego,
la candela viva.
Que allá viene la candela,
la candela viva.
Cuando Heriberto Pretel Medina, compuso ‘La candela viva’, Alejo Durán tenía exactamente 4 años y cinco días de haber nacido en El Paso, Magdalena, (9 de febrero de 1919), y el incendio sucedió en Chimichagua el 14 de febrero de 1923, en la casa de Luis Roberto León. Era un miércoles de ceniza, y el lugar donde se originó la candela está ubicada actualmente en la calle 6 con carrera 4, esquina.
Por lo anterior y en respuesta a la columna del apreciado Doctor Hugo Mendoza, publicada ayer en EL PILÓN, el maestro y Rey Vallenato en 1968 no pudo haber compuesto esa obra musical, que sí grabó en 1955.
La historia del hecho que dio pie a la canción comenzó cuando Ana María Flórez asaba panochas, galletas y almojábanas en un horno de barro, de repente, la brisa provocó que salieran varias chispas que llegaron hasta el techo de palma y comenzó la conflagración que acabó con la mayoría de casas del pequeño pueblo. A raíz del hecho se inspiró Heriberto Pretel y compuso ‘La candela viva’, un aire de tambora que es un baile cantao.
El viejo Heriberto, negro bonachón y alegre, era un compositor innato que vivió gran parte de su vida en el actual corregimiento de Plata Perdía, fue un gran devoto de la Virgen de la Pastorita, a la cual le celebraba su fiesta el 15 de agosto de cada año.
El célebre compositor murió el domingo 14 de agosto de 1988, a la edad de 89 años, y paradójicamente en su sepelio, el sacerdote de Chimichagua no dejó que sonaran las tamboras argumentando que “el difunto debía descansar en paz”.
Esta canción la grabaron recientemente Jorge Celedón y Totó La Momposina, con una aceptación inigualable hasta ser declarada como el himno de los pasados carnavales de Barranquilla.
Cabe anotar que Alejo Durán, conocía esa y otras obras como ‘La perra’, ‘Mi compadre se cayó’, ‘La palomita’, ‘La pava echá’, ‘Dime por quién lloras’ y ‘Vuela pajarito’, debido a que su señora madre, Juana Francisca Díaz Villarreal, era una reconocida cantadora de tambora.
Lo que me llama mucho la atención es la propuesta del colega y amigo Carlos Quintero Romero, que el Doctor Mendoza destaca en su columna, es que el estadio de fútbol de Valledupar lleve el nombre de ‘La candela viva’.
Sería un señor Golazo que se anotaría el gobernador Luis Alberto Monsalvo y un gran homenaje a la música vallenata, a Alejo Durán que dio a conocer la canción y a su autor, el viejo ‘Heribe’, como lo llamábamos todos en Chimichagua.
Fuego ya que me quemo,
la candela viva.
Que se quema Chimichagua,
la candela viva.
Fuego, fuego, fuego, la candela viva. Que allá viene la candela, la candela viva. Cuando Heriberto Pretel Medina, compuso ‘La candela viva’, Alejo Durán tenía exactamente 4 años y cinco días de haber nacido en El Paso, Magdalena, (9 de febrero de 1919), y el incendio sucedió en Chimichagua el 14 de febrero de 1923, […]
Fuego, fuego, fuego,
la candela viva.
Que allá viene la candela,
la candela viva.
Cuando Heriberto Pretel Medina, compuso ‘La candela viva’, Alejo Durán tenía exactamente 4 años y cinco días de haber nacido en El Paso, Magdalena, (9 de febrero de 1919), y el incendio sucedió en Chimichagua el 14 de febrero de 1923, en la casa de Luis Roberto León. Era un miércoles de ceniza, y el lugar donde se originó la candela está ubicada actualmente en la calle 6 con carrera 4, esquina.
Por lo anterior y en respuesta a la columna del apreciado Doctor Hugo Mendoza, publicada ayer en EL PILÓN, el maestro y Rey Vallenato en 1968 no pudo haber compuesto esa obra musical, que sí grabó en 1955.
La historia del hecho que dio pie a la canción comenzó cuando Ana María Flórez asaba panochas, galletas y almojábanas en un horno de barro, de repente, la brisa provocó que salieran varias chispas que llegaron hasta el techo de palma y comenzó la conflagración que acabó con la mayoría de casas del pequeño pueblo. A raíz del hecho se inspiró Heriberto Pretel y compuso ‘La candela viva’, un aire de tambora que es un baile cantao.
El viejo Heriberto, negro bonachón y alegre, era un compositor innato que vivió gran parte de su vida en el actual corregimiento de Plata Perdía, fue un gran devoto de la Virgen de la Pastorita, a la cual le celebraba su fiesta el 15 de agosto de cada año.
El célebre compositor murió el domingo 14 de agosto de 1988, a la edad de 89 años, y paradójicamente en su sepelio, el sacerdote de Chimichagua no dejó que sonaran las tamboras argumentando que “el difunto debía descansar en paz”.
Esta canción la grabaron recientemente Jorge Celedón y Totó La Momposina, con una aceptación inigualable hasta ser declarada como el himno de los pasados carnavales de Barranquilla.
Cabe anotar que Alejo Durán, conocía esa y otras obras como ‘La perra’, ‘Mi compadre se cayó’, ‘La palomita’, ‘La pava echá’, ‘Dime por quién lloras’ y ‘Vuela pajarito’, debido a que su señora madre, Juana Francisca Díaz Villarreal, era una reconocida cantadora de tambora.
Lo que me llama mucho la atención es la propuesta del colega y amigo Carlos Quintero Romero, que el Doctor Mendoza destaca en su columna, es que el estadio de fútbol de Valledupar lleve el nombre de ‘La candela viva’.
Sería un señor Golazo que se anotaría el gobernador Luis Alberto Monsalvo y un gran homenaje a la música vallenata, a Alejo Durán que dio a conocer la canción y a su autor, el viejo ‘Heribe’, como lo llamábamos todos en Chimichagua.
Fuego ya que me quemo,
la candela viva.
Que se quema Chimichagua,
la candela viva.