Si supiera qué habrá sido de aquella mujer que he soñado, ¡ingrata! No la he vuelto a ver, no se ha vuelto a cruzar por mis sueños. En los confines del laberinto un hombre encadenado padece un tormento existencial. Amar demasiado. Espera el amanecer con la idea feliz de que sus recuerdos se desvanezcan con […]
Si supiera qué habrá sido de aquella mujer que he soñado, ¡ingrata! No la he vuelto a ver, no se ha vuelto a cruzar por mis sueños.
En los confines del laberinto un hombre encadenado padece un tormento existencial. Amar demasiado. Espera el amanecer con la idea feliz de que sus recuerdos se desvanezcan con las nieblas de la mañana, quizás ha sido traicionado por vientos contrarios que lo apartan de sus caminos, a veces viaja en fantasías de colores para engañar su infortunio, cree haber malgastado su vida en amores inciertos que después se alejaron, traicionado por la realidad se condena, cree haberlo perdido todo cuando en realidad solo está soñando, pronto despertará para alejarse de su pesadilla, pero él sabe que lo espera el veneno de su realidad tan amarga como su sueño, y al anochecer se dormirá de nuevo solo para encontrarse otra vez con la pesadilla que lo atormenta.
Marinero sin naves, guerrero sin armas, quien pudiera ordenar su mundo como el poeta ordena sus palabras para escribir un hermoso canto a la vida, pero él no tiene canto, no tiene mundo, no tiene vida él es un poeta …
Penélope
Penélope la tejedora, bordaba y bordaba sin mirar, pensando en Ulises, el guerrero legendario. A miles de kilómetros, en el fragor de la guerra, él sintió el llamado del amor, era un hombre de guerra, por lo tanto decidido, se vino por el hilo del bordado mientras ella bordaba y bordaba todas las tardes, sin mirar el bordado y soñando con él.
Varias semanas después, cuando el bordado estuvo terminado, ella lo extendió para corregir los errores. No había error, ¡era perfecto!
Estaba Ulises con su uniforme de guerra y el rostro impaciente mirando a lo lejos como si esperara a alguien, había cruzado el desierto de los médanos infinitos, el golfo de Corinto, y había escalado las escarpadas rocas del kilimingo, seis semanas de travesía, pero llegó justo a tiempo para demostrarle que no había error en su pensamiento. Ni en sus sueños.
Consejos
Siendo muy niño, mi joven profesora que me mantenía muy cerca a sus faldas y extasiado en su perfume, me aconsejó que nunca mirara a una mujer hermosa a los ojos.
Pueden pasar dos cosas – me dijo delicadamente – que te vuelvas loco o que te enamores de ella para siempre. Los años han pasado y yo nunca he podido olvidar a mi profesora de primaria, el solo recuerdo de su perfume me hipnotiza el pensamiento y me hace feliz, pero hay algo más perturbador. Aun busco con ansiedad sus ojos bellos en cada mujer tierna que se cruza en mi camino.
Por Leonardo Maya
Si supiera qué habrá sido de aquella mujer que he soñado, ¡ingrata! No la he vuelto a ver, no se ha vuelto a cruzar por mis sueños. En los confines del laberinto un hombre encadenado padece un tormento existencial. Amar demasiado. Espera el amanecer con la idea feliz de que sus recuerdos se desvanezcan con […]
Si supiera qué habrá sido de aquella mujer que he soñado, ¡ingrata! No la he vuelto a ver, no se ha vuelto a cruzar por mis sueños.
En los confines del laberinto un hombre encadenado padece un tormento existencial. Amar demasiado. Espera el amanecer con la idea feliz de que sus recuerdos se desvanezcan con las nieblas de la mañana, quizás ha sido traicionado por vientos contrarios que lo apartan de sus caminos, a veces viaja en fantasías de colores para engañar su infortunio, cree haber malgastado su vida en amores inciertos que después se alejaron, traicionado por la realidad se condena, cree haberlo perdido todo cuando en realidad solo está soñando, pronto despertará para alejarse de su pesadilla, pero él sabe que lo espera el veneno de su realidad tan amarga como su sueño, y al anochecer se dormirá de nuevo solo para encontrarse otra vez con la pesadilla que lo atormenta.
Marinero sin naves, guerrero sin armas, quien pudiera ordenar su mundo como el poeta ordena sus palabras para escribir un hermoso canto a la vida, pero él no tiene canto, no tiene mundo, no tiene vida él es un poeta …
Penélope
Penélope la tejedora, bordaba y bordaba sin mirar, pensando en Ulises, el guerrero legendario. A miles de kilómetros, en el fragor de la guerra, él sintió el llamado del amor, era un hombre de guerra, por lo tanto decidido, se vino por el hilo del bordado mientras ella bordaba y bordaba todas las tardes, sin mirar el bordado y soñando con él.
Varias semanas después, cuando el bordado estuvo terminado, ella lo extendió para corregir los errores. No había error, ¡era perfecto!
Estaba Ulises con su uniforme de guerra y el rostro impaciente mirando a lo lejos como si esperara a alguien, había cruzado el desierto de los médanos infinitos, el golfo de Corinto, y había escalado las escarpadas rocas del kilimingo, seis semanas de travesía, pero llegó justo a tiempo para demostrarle que no había error en su pensamiento. Ni en sus sueños.
Consejos
Siendo muy niño, mi joven profesora que me mantenía muy cerca a sus faldas y extasiado en su perfume, me aconsejó que nunca mirara a una mujer hermosa a los ojos.
Pueden pasar dos cosas – me dijo delicadamente – que te vuelvas loco o que te enamores de ella para siempre. Los años han pasado y yo nunca he podido olvidar a mi profesora de primaria, el solo recuerdo de su perfume me hipnotiza el pensamiento y me hace feliz, pero hay algo más perturbador. Aun busco con ansiedad sus ojos bellos en cada mujer tierna que se cruza en mi camino.
Por Leonardo Maya