Publicidad
Categorías
Categorías
Política - 30 marzo, 2010

Homilía del Lunes Santo

MONSEÑOR, Oscar Vélez Isaza, profundas reflexiones hizo su excelencia, Monseñor Oscar Velez Isaza, sobre la religión en la vida del hombre en el mundo actual, con motivo de la celebración en honor de Santo Ecce Homo. “La humanidad tiene que analizar la opción entre Jesús y Barrabás”: monseñor Oscar José Vélez EL PILÓN replica algunos […]

Boton Wpp

MONSEÑOR, Oscar Vélez Isaza, profundas reflexiones hizo su excelencia, Monseñor Oscar Velez Isaza, sobre la religión en la vida del hombre en el mundo actual, con motivo de la celebración en honor de Santo Ecce Homo.

“La humanidad tiene que analizar la opción entre Jesús y Barrabás”: monseñor Oscar José Vélez

EL PILÓN replica algunos apartes de la homilía del evangelio de la eucaristía de ayer Lunes Santo, hecha por el Obispo de Valledupar, monseñor Oscar José Vélez Isaza, en la Misa Mayor  en honor al Patrono de Valledupar, Santo Ecce Homo.

“Nos reunimos en este día, Lunes Santo, para celebrar al Patrono de Valledupar, el Santo Ecce Homo.
El Evangelio que hemos escuchado, nos ha narrado el origen de esta devoción.  Jesús es presentado ante el Procurador Romano, Poncio Pilatos, el cual, después de interrogarle y de no encontrar en Él delito alguno, desea soltarlo y pone al pueblo a escoger entre un bandido, Barrabás y Jesús, a quien se le ha acusado de blasfemo por presentarse  como Hijo de Dios y de ser un rebelde contra el César, el emperador romano; por pretender ser el Rey de los Judíos.
Pilatos, después de hacerlo azotar y coronado de espinas, lo presenta en tan lamentable estado, ante el pueblo, quizá para suscitar lástima y poder liberarlo, diciendo en latín: “Ecce Homo”, “Ese es el Hombre” pero el pueblo, aguzado por sus jefes y sacerdotes pide su condena: “crucifícalo” y en cambio pide que suelten a Barrabás.
El Procurador Romano, movido por el miedo de ser acusado de estar contra el César, entregó a Jesús para que lo crucificaran.
Jesús, el Santo Ecce Homo, es presentado ante el pueblo en el estado más lastimoso posible.  Isaías, con muchos siglos de antelación, así lo había profetizado. Muchos se espantaron de Él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano.

“El rostro humano de Dios”…

Pareciera contradictorio que Pilatos afirme “Este es el Hombre” y el profeta Isaías diga “no parecía hombre, ni tenía aspecto humano”.
La segunda carta del apóstol Pedro que hemos escuchado, nos da la razón de tal estado.  Él llevó sobre sí la cruz de nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo para que muertos al pecado, vivamos para la Justicia.  Sus cicatrices nos sanaron.  Efectivamente, Jesús, Dios hecho hombre, asumió en todo nuestra humanidad.  Fue, en expresión del siervo de Dios Juan Pablo II, el “rostro humano de Dios y el rostro Divino del hombre”.  En su humanidad, asumió la condición humana en su máximo esplendor.  Fue la plenitud de lo humano; fue la imagen perfecta de lo que estamos llamados a ser.  Encarnó los valores de la humanidad el amor, la verdad, la justicia, la solidaridad. Pero, porque no era simplemente un hombre, sino Dios hecho hombre, para salvarnos cargó sobre sí todo lo que la humanidad agobiada y doliente lleva sobre sí, particularmente el pecado y el sufrimiento.
La palabra de Dios dice “a quien no conocía pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros”.  El que encarnó lo más bello y noble de la humanidad, cargó con todo lo que nos envilece y nos hace sufrir, precisamente para liberarnos de ello; para que quienes andábamos como ovejas extraviadas, podamos volver al pastor y guardián de nuestras vidas, en expresión de la carta del apóstol Pedro.
Sin embargo hermanos amados, qué ceguera tan terrible la que invadía a sus contemporáneos e invade también a buena parte de la humanidad.  Entre Jesús y Barrabás se opta por este último y se condena a Jesús.  Esta situación se repite innumerables veces a lo largo de la historia.  Pareciera que la humanidad no resiste la luz deslumbrante que brota del rostro del sol radiante que es Jesucristo y prefiriera las tinieblas a la luz.  Desafortunadamente, un elemento muy frecuente de la condición humana es la ceguera.  Al estilo de los murciélagos que no resisten la luz y se refugian en oscuras cavernas, los hombres preferimos muchas veces a Barrabás para que no se vea que nuestras obras son malas.  Así lo dice Jesús poco antes de la pasión: “esta es la hora de ustedes; ahora son las tinieblas las que dominan”.

Entre la verdad y la mentira

La humanidad y cada hombre en particular, tienen que analizar una y otra vez la opción entre la verdad y la mentira; el amor y el egoísmo; la justicia y la injusticia; entre Dios y el demonio, entre la vida y la muerte, entre Jesús y Barrabás.  Pero hoy como ayer, nuestro mundo quiere de nuevo escoger a Barrabás y eclipsar a Dios, sin darse cuenta que tal eclipse llevará inevitablemente al eclipse del hombre.
Recientemente, la Corte Europea de Estrasburgo prohibió exhibir la imagen de Cristo Crucificado en las aulas de clase.  El proceso de secularización tiende a excluir totalmente a Dios de la consciencia pública relegándolo si acaso a la esfera privada.  Se quiere sacar a Dios de la vida cotidiana de los hombres y de sus opciones sociales y morales.  La religión es vista, si acaso, como una cuestión meramente privada, más aún, como algo que pertenece al reino de lo irracional, lo subjetivo y lo sentimental; algo a lo que no le corresponde relevancia pública alguna y no se le reconoce como factor de cultura y de civilización.

Una ética global anticristiana

Alguien decía en estos días que eso del Santo Ecce Homo es simplemente una devoción privada.  Así, ese supuesto ideológico choca frontalmente con la realidad y con la historia.  Está ganando terreno la prisa por crear un hombre nuevo completamente alejado de la tradición judeo cristiana; un nuevo orden mundial, una nueva ética global anticristiana, que acepta como políticamente correcto atacar a los cristianos y a los católicos en particular.

Todos hemos sido testigos de los ataques furibundos que el Santo Padre Benedicto XVI ha recibido la semana anterior, como viles calumnias para tratar de denigrar su imagen sagrada.
Se llega hasta criminalizar la moral cristiana, por ejemplo, con la propuesta de eliminar el derecho a la objeción de consciencia para los médicos en el tema del aborto.  Somos además testigos de la estrategia de tantos poderosísimos medios de comunicación, de valerse de lo que sea para desacreditar la Iglesia.  Se dan verdaderas ejecuciones mediáticas y linchamientos morales sin posibilidad de defensa. Pero, como lo afirmó el siervo de Dios, Juan Pablo II, “cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado”.

Crisis humanitaria

Hoy estamos en una crisis humanitaria, una ruptura con la humanidad; no sólo hay crisis por recesión económica, sino sobre todo, crisis por recesión espiritual.  Hoy se habla de la perspectiva de un mundo post humano, en el cual la técnica, la ciencia y la moralidad pública, podrían terminar dominando al hombre y volviéndose contra él.  El principal desafío de nuestro tiempo radica, en que al negar la existencia de un Dios creador y por tanto de un propósito de la creación, todo pasa a ser susceptible de una manipulación sin límites.
Se quiere borrar la idea de un mundo con significación e inteligibilidad que presupone a Dios.   Si el nacimiento del mundo no depende del acto creador de Dios, si no es expresión de su designio inteligente, cuyos fines deben descubrirse y respetarse, sino simple cuestión de azar, entonces todo podría ser distinto de lo que es y susceptible de manipularse a gusto de quien tenga el suficiente poder científico o el poder político.  Si nada hay definitivo escrito por Dios en la naturaleza y ninguna estructura de sus productos está al servicio de un objetivo, entonces todo está perdido.  Ya el mundo no es objeto de conocimiento del hombre, sino objeto de su voluntad ilimitada.
En tal contexto, las certezas morales básicas son despojadas de su valor objetivo y la moralidad deja de basarse en una definición universal y objetiva del mismo.  Se carcomen así los cimientos morales de la sociedad; por ejemplo, el hombre podría decidir cuándo empieza la vida humana y cuándo la puede poner a término. A consecuencia de todo esto es que la misma adopción de dignidad humana que implica algo sagrado, propio de la persona, algo no sujeto a manipulación o a condición de cosa utilizable por quien tiene el poder, se viene a tierra. El ateísmo elimina el fundamento de la idea de la dignidad inviolable de la persona humana y el carácter sagrado de toda vida, por débil o frágil que parezca”.

Política
30 marzo, 2010

Homilía del Lunes Santo

MONSEÑOR, Oscar Vélez Isaza, profundas reflexiones hizo su excelencia, Monseñor Oscar Velez Isaza, sobre la religión en la vida del hombre en el mundo actual, con motivo de la celebración en honor de Santo Ecce Homo. “La humanidad tiene que analizar la opción entre Jesús y Barrabás”: monseñor Oscar José Vélez EL PILÓN replica algunos […]


Boton Wpp

MONSEÑOR, Oscar Vélez Isaza, profundas reflexiones hizo su excelencia, Monseñor Oscar Velez Isaza, sobre la religión en la vida del hombre en el mundo actual, con motivo de la celebración en honor de Santo Ecce Homo.

“La humanidad tiene que analizar la opción entre Jesús y Barrabás”: monseñor Oscar José Vélez

EL PILÓN replica algunos apartes de la homilía del evangelio de la eucaristía de ayer Lunes Santo, hecha por el Obispo de Valledupar, monseñor Oscar José Vélez Isaza, en la Misa Mayor  en honor al Patrono de Valledupar, Santo Ecce Homo.

“Nos reunimos en este día, Lunes Santo, para celebrar al Patrono de Valledupar, el Santo Ecce Homo.
El Evangelio que hemos escuchado, nos ha narrado el origen de esta devoción.  Jesús es presentado ante el Procurador Romano, Poncio Pilatos, el cual, después de interrogarle y de no encontrar en Él delito alguno, desea soltarlo y pone al pueblo a escoger entre un bandido, Barrabás y Jesús, a quien se le ha acusado de blasfemo por presentarse  como Hijo de Dios y de ser un rebelde contra el César, el emperador romano; por pretender ser el Rey de los Judíos.
Pilatos, después de hacerlo azotar y coronado de espinas, lo presenta en tan lamentable estado, ante el pueblo, quizá para suscitar lástima y poder liberarlo, diciendo en latín: “Ecce Homo”, “Ese es el Hombre” pero el pueblo, aguzado por sus jefes y sacerdotes pide su condena: “crucifícalo” y en cambio pide que suelten a Barrabás.
El Procurador Romano, movido por el miedo de ser acusado de estar contra el César, entregó a Jesús para que lo crucificaran.
Jesús, el Santo Ecce Homo, es presentado ante el pueblo en el estado más lastimoso posible.  Isaías, con muchos siglos de antelación, así lo había profetizado. Muchos se espantaron de Él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano.

“El rostro humano de Dios”…

Pareciera contradictorio que Pilatos afirme “Este es el Hombre” y el profeta Isaías diga “no parecía hombre, ni tenía aspecto humano”.
La segunda carta del apóstol Pedro que hemos escuchado, nos da la razón de tal estado.  Él llevó sobre sí la cruz de nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo para que muertos al pecado, vivamos para la Justicia.  Sus cicatrices nos sanaron.  Efectivamente, Jesús, Dios hecho hombre, asumió en todo nuestra humanidad.  Fue, en expresión del siervo de Dios Juan Pablo II, el “rostro humano de Dios y el rostro Divino del hombre”.  En su humanidad, asumió la condición humana en su máximo esplendor.  Fue la plenitud de lo humano; fue la imagen perfecta de lo que estamos llamados a ser.  Encarnó los valores de la humanidad el amor, la verdad, la justicia, la solidaridad. Pero, porque no era simplemente un hombre, sino Dios hecho hombre, para salvarnos cargó sobre sí todo lo que la humanidad agobiada y doliente lleva sobre sí, particularmente el pecado y el sufrimiento.
La palabra de Dios dice “a quien no conocía pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros”.  El que encarnó lo más bello y noble de la humanidad, cargó con todo lo que nos envilece y nos hace sufrir, precisamente para liberarnos de ello; para que quienes andábamos como ovejas extraviadas, podamos volver al pastor y guardián de nuestras vidas, en expresión de la carta del apóstol Pedro.
Sin embargo hermanos amados, qué ceguera tan terrible la que invadía a sus contemporáneos e invade también a buena parte de la humanidad.  Entre Jesús y Barrabás se opta por este último y se condena a Jesús.  Esta situación se repite innumerables veces a lo largo de la historia.  Pareciera que la humanidad no resiste la luz deslumbrante que brota del rostro del sol radiante que es Jesucristo y prefiriera las tinieblas a la luz.  Desafortunadamente, un elemento muy frecuente de la condición humana es la ceguera.  Al estilo de los murciélagos que no resisten la luz y se refugian en oscuras cavernas, los hombres preferimos muchas veces a Barrabás para que no se vea que nuestras obras son malas.  Así lo dice Jesús poco antes de la pasión: “esta es la hora de ustedes; ahora son las tinieblas las que dominan”.

Entre la verdad y la mentira

La humanidad y cada hombre en particular, tienen que analizar una y otra vez la opción entre la verdad y la mentira; el amor y el egoísmo; la justicia y la injusticia; entre Dios y el demonio, entre la vida y la muerte, entre Jesús y Barrabás.  Pero hoy como ayer, nuestro mundo quiere de nuevo escoger a Barrabás y eclipsar a Dios, sin darse cuenta que tal eclipse llevará inevitablemente al eclipse del hombre.
Recientemente, la Corte Europea de Estrasburgo prohibió exhibir la imagen de Cristo Crucificado en las aulas de clase.  El proceso de secularización tiende a excluir totalmente a Dios de la consciencia pública relegándolo si acaso a la esfera privada.  Se quiere sacar a Dios de la vida cotidiana de los hombres y de sus opciones sociales y morales.  La religión es vista, si acaso, como una cuestión meramente privada, más aún, como algo que pertenece al reino de lo irracional, lo subjetivo y lo sentimental; algo a lo que no le corresponde relevancia pública alguna y no se le reconoce como factor de cultura y de civilización.

Una ética global anticristiana

Alguien decía en estos días que eso del Santo Ecce Homo es simplemente una devoción privada.  Así, ese supuesto ideológico choca frontalmente con la realidad y con la historia.  Está ganando terreno la prisa por crear un hombre nuevo completamente alejado de la tradición judeo cristiana; un nuevo orden mundial, una nueva ética global anticristiana, que acepta como políticamente correcto atacar a los cristianos y a los católicos en particular.

Todos hemos sido testigos de los ataques furibundos que el Santo Padre Benedicto XVI ha recibido la semana anterior, como viles calumnias para tratar de denigrar su imagen sagrada.
Se llega hasta criminalizar la moral cristiana, por ejemplo, con la propuesta de eliminar el derecho a la objeción de consciencia para los médicos en el tema del aborto.  Somos además testigos de la estrategia de tantos poderosísimos medios de comunicación, de valerse de lo que sea para desacreditar la Iglesia.  Se dan verdaderas ejecuciones mediáticas y linchamientos morales sin posibilidad de defensa. Pero, como lo afirmó el siervo de Dios, Juan Pablo II, “cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado”.

Crisis humanitaria

Hoy estamos en una crisis humanitaria, una ruptura con la humanidad; no sólo hay crisis por recesión económica, sino sobre todo, crisis por recesión espiritual.  Hoy se habla de la perspectiva de un mundo post humano, en el cual la técnica, la ciencia y la moralidad pública, podrían terminar dominando al hombre y volviéndose contra él.  El principal desafío de nuestro tiempo radica, en que al negar la existencia de un Dios creador y por tanto de un propósito de la creación, todo pasa a ser susceptible de una manipulación sin límites.
Se quiere borrar la idea de un mundo con significación e inteligibilidad que presupone a Dios.   Si el nacimiento del mundo no depende del acto creador de Dios, si no es expresión de su designio inteligente, cuyos fines deben descubrirse y respetarse, sino simple cuestión de azar, entonces todo podría ser distinto de lo que es y susceptible de manipularse a gusto de quien tenga el suficiente poder científico o el poder político.  Si nada hay definitivo escrito por Dios en la naturaleza y ninguna estructura de sus productos está al servicio de un objetivo, entonces todo está perdido.  Ya el mundo no es objeto de conocimiento del hombre, sino objeto de su voluntad ilimitada.
En tal contexto, las certezas morales básicas son despojadas de su valor objetivo y la moralidad deja de basarse en una definición universal y objetiva del mismo.  Se carcomen así los cimientos morales de la sociedad; por ejemplo, el hombre podría decidir cuándo empieza la vida humana y cuándo la puede poner a término. A consecuencia de todo esto es que la misma adopción de dignidad humana que implica algo sagrado, propio de la persona, algo no sujeto a manipulación o a condición de cosa utilizable por quien tiene el poder, se viene a tierra. El ateísmo elimina el fundamento de la idea de la dignidad inviolable de la persona humana y el carácter sagrado de toda vida, por débil o frágil que parezca”.