Ya lo dije: los taxistas se han convertido en mi mejor fuente de información sobre lo que ocurre en el Valle, me cuentan historias que a veces por graciosas unas, por interesantes otras, terminan en una columna. Pedí el servicio a la central y llegó un joven arrojado, con un taxi nuevecito y un vallenato […]
Ya lo dije: los taxistas se han convertido en mi mejor fuente de información sobre lo que ocurre en el Valle, me cuentan historias que a veces por graciosas unas, por interesantes otras, terminan en una columna. Pedí el servicio a la central y llegó un joven arrojado, con un taxi nuevecito y un vallenato a todo volumen, su saludo fue:” Por fin conozco a Mary Daza, la que menciona Martín Elías en su último disco”. Ante mi extrañeza, insistió: “¿No lo ha escuchado? Ahí la nombra”, y comenzó a buscar la canción que al parecer se titula El Fantasma; no le alcanzó el camino para encontrarla, porque pronto llegué a mi casa.
Abrí la puerta y el espectáculo no pudo ser más simpático, la muchacha que me ayuda en los quehaceres diarios, una de esas que se meten, por los años de servicios, en los afectos de todos los de la casa, estaba vestida con la camiseta de la Selección Colombia, haciendo sonar una corneta que no alcanza a ser una vuvuzela y asegurando que la Selección Colombia iba a ganar. Gladys es la hincha sin declives, hasta las uñas se las pinta de amarillo, azul y rojo,y reza todas las noches para que Colombia siga ganando.
La observé un rato, me divierte mucho su pasión por el fútbol; la interrumpí en su ensayo para el partido de Colombia con Uruguay y le dije: “Un taxista me dijo que me nombran en un disco”.
Contestó: “Ayayay, se me había olvidado decírselo, si mis amigas me dicen:¡A tu patrona la saludan en el disco de Martín Elías!”,y buscó la canción, en su teléfono inteligente, y sonó hasta cuando llegó el saludo: ‘para los doctores tal y tal y Mary Daza’.
Me reí un buen rato, y luego le dije: “No soy yo, el cantante no me conoce, sólo fui amiga de su padre; además, yo no gasto un buen dinero, ni un centavo, para que me nombren en un disco, porque esos saludos hay que pagarlos, definitivamente es un homónimo (le aclaré: una tocaya)”
Me miró como desilusionada y con desparpajo me insistió: “Pero tiene que ser como de su edad, porque ahora no se ponen esos nombres”, me hizo reír, tenía razón, Mary es el diminutivo cariñosos de María, que abundaba quizás cuando así me bautizaron. El disco siguió sonando, y mi interesante muchacha me insistió: “Cómprelo pa’ chicaniá”.
Me entró la curiosidad por conocer a la doctora que se llama como yo, a la que mencionan en el disco, quizás lo logre. Pasadas las risas y el agradable momento, llamé a mi hija Silvana, le conté lo del saludo del cantante, con mi nombre pero que no es para mí, y me dijo con ese humor, que tanto me gusta, fino y punzantico: “Anda, mami, te vas a volver famosa”.
Ya lo dije: los taxistas se han convertido en mi mejor fuente de información sobre lo que ocurre en el Valle, me cuentan historias que a veces por graciosas unas, por interesantes otras, terminan en una columna. Pedí el servicio a la central y llegó un joven arrojado, con un taxi nuevecito y un vallenato […]
Ya lo dije: los taxistas se han convertido en mi mejor fuente de información sobre lo que ocurre en el Valle, me cuentan historias que a veces por graciosas unas, por interesantes otras, terminan en una columna. Pedí el servicio a la central y llegó un joven arrojado, con un taxi nuevecito y un vallenato a todo volumen, su saludo fue:” Por fin conozco a Mary Daza, la que menciona Martín Elías en su último disco”. Ante mi extrañeza, insistió: “¿No lo ha escuchado? Ahí la nombra”, y comenzó a buscar la canción que al parecer se titula El Fantasma; no le alcanzó el camino para encontrarla, porque pronto llegué a mi casa.
Abrí la puerta y el espectáculo no pudo ser más simpático, la muchacha que me ayuda en los quehaceres diarios, una de esas que se meten, por los años de servicios, en los afectos de todos los de la casa, estaba vestida con la camiseta de la Selección Colombia, haciendo sonar una corneta que no alcanza a ser una vuvuzela y asegurando que la Selección Colombia iba a ganar. Gladys es la hincha sin declives, hasta las uñas se las pinta de amarillo, azul y rojo,y reza todas las noches para que Colombia siga ganando.
La observé un rato, me divierte mucho su pasión por el fútbol; la interrumpí en su ensayo para el partido de Colombia con Uruguay y le dije: “Un taxista me dijo que me nombran en un disco”.
Contestó: “Ayayay, se me había olvidado decírselo, si mis amigas me dicen:¡A tu patrona la saludan en el disco de Martín Elías!”,y buscó la canción, en su teléfono inteligente, y sonó hasta cuando llegó el saludo: ‘para los doctores tal y tal y Mary Daza’.
Me reí un buen rato, y luego le dije: “No soy yo, el cantante no me conoce, sólo fui amiga de su padre; además, yo no gasto un buen dinero, ni un centavo, para que me nombren en un disco, porque esos saludos hay que pagarlos, definitivamente es un homónimo (le aclaré: una tocaya)”
Me miró como desilusionada y con desparpajo me insistió: “Pero tiene que ser como de su edad, porque ahora no se ponen esos nombres”, me hizo reír, tenía razón, Mary es el diminutivo cariñosos de María, que abundaba quizás cuando así me bautizaron. El disco siguió sonando, y mi interesante muchacha me insistió: “Cómprelo pa’ chicaniá”.
Me entró la curiosidad por conocer a la doctora que se llama como yo, a la que mencionan en el disco, quizás lo logre. Pasadas las risas y el agradable momento, llamé a mi hija Silvana, le conté lo del saludo del cantante, con mi nombre pero que no es para mí, y me dijo con ese humor, que tanto me gusta, fino y punzantico: “Anda, mami, te vas a volver famosa”.