En la época de los inicios del vallenato los músicos o juglares iban recolectando canciones de pueblo en pueblo,aprendiéndoselas y cantándolas, la tradición oral era pieza fundamental en la recolección de material para tocar en parranda, aún no se pensaba en grabaciones. Nuestros juglares no tenían conciencia plena de lo que significaba derechos de autor, […]
En la época de los inicios del vallenato los músicos o juglares iban recolectando canciones de pueblo en pueblo,aprendiéndoselas y cantándolas, la tradición oral era pieza fundamental en la recolección de material para tocar en parranda, aún no se pensaba en grabaciones.
Nuestros juglares no tenían conciencia plena de lo que significaba derechos de autor, por ello en muchas ocasiones temas de un compositor aparecían como si fueran de autoría del intérprete, ocurrió con Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez y muchos otros; algunos compositores empleaban melodías ajenas para cantar sus letras, ocurrió hasta con el más grande de todos: Rafael Escalona Martínez.
Las cosas fueron cambiando y por la época de los 60 y 70, nuestros primeros intérpretes con talante comercial, Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, luego los Hermanos López, Los Hermanos Zuleta y demás, visitaban a los compositores para escucharle sus canciones y recolectar el material del LP que sacarían al mercado.
El vallenato se empezó a vender como pan caliente y con ello llegaron las regalías por ventas y por sonadas, nace Sayco, Acinpro y otras;muchos de los compositores montaron una estrategia distinta, a fin de buscar que los intérpretes de moda les grabaran sus canciones, eran ellos los que perseguían y les metían por los ojos y los oídos las canciones que querían que les grabaran, incluso pagaban de su bolsillo los pasajes y estadía para acompañarlos a Bogotá o Medellín, únicas ciudades donde se grababa en esas épocas y hasta que su canción no estaba grabada no salían del estudio, ello implicaba una inversión económica.
En esta apretada síntesis llegamos a la época en que nace una especie de mafia de intermediarios, que son quienes se encargan de “vender” o más bien entusiasmar al intérprete para que grabe una u otra canción y por supuesto ellos llevan una comisión, el mercantilismo en su más ramplona acepción.
Por el camino correcto creo que va hoy Silvestre Dangond Corrales, al regresar al sistema de visitar directamente a los compositores en sus hogares y escuchar de su viva voz las canciones inéditas que harán parte del repertorio que escogerá para su próximo trabajo musical, esa es la vía adecuada para encontrar buenas canciones.
Con beneplácito recibo la noticia de que Silvestre visitó con acordeón y guitarra en mano a Sergio Moya Molina, a Marciano Martínez y a otros compositores de ese talante, lo que sin duda es un gran avance, incluso por la sola metodología, ojalá regresemos por esta vía al buen Vallenato.
Ese es el camino.
En la época de los inicios del vallenato los músicos o juglares iban recolectando canciones de pueblo en pueblo,aprendiéndoselas y cantándolas, la tradición oral era pieza fundamental en la recolección de material para tocar en parranda, aún no se pensaba en grabaciones. Nuestros juglares no tenían conciencia plena de lo que significaba derechos de autor, […]
En la época de los inicios del vallenato los músicos o juglares iban recolectando canciones de pueblo en pueblo,aprendiéndoselas y cantándolas, la tradición oral era pieza fundamental en la recolección de material para tocar en parranda, aún no se pensaba en grabaciones.
Nuestros juglares no tenían conciencia plena de lo que significaba derechos de autor, por ello en muchas ocasiones temas de un compositor aparecían como si fueran de autoría del intérprete, ocurrió con Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez y muchos otros; algunos compositores empleaban melodías ajenas para cantar sus letras, ocurrió hasta con el más grande de todos: Rafael Escalona Martínez.
Las cosas fueron cambiando y por la época de los 60 y 70, nuestros primeros intérpretes con talante comercial, Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, luego los Hermanos López, Los Hermanos Zuleta y demás, visitaban a los compositores para escucharle sus canciones y recolectar el material del LP que sacarían al mercado.
El vallenato se empezó a vender como pan caliente y con ello llegaron las regalías por ventas y por sonadas, nace Sayco, Acinpro y otras;muchos de los compositores montaron una estrategia distinta, a fin de buscar que los intérpretes de moda les grabaran sus canciones, eran ellos los que perseguían y les metían por los ojos y los oídos las canciones que querían que les grabaran, incluso pagaban de su bolsillo los pasajes y estadía para acompañarlos a Bogotá o Medellín, únicas ciudades donde se grababa en esas épocas y hasta que su canción no estaba grabada no salían del estudio, ello implicaba una inversión económica.
En esta apretada síntesis llegamos a la época en que nace una especie de mafia de intermediarios, que son quienes se encargan de “vender” o más bien entusiasmar al intérprete para que grabe una u otra canción y por supuesto ellos llevan una comisión, el mercantilismo en su más ramplona acepción.
Por el camino correcto creo que va hoy Silvestre Dangond Corrales, al regresar al sistema de visitar directamente a los compositores en sus hogares y escuchar de su viva voz las canciones inéditas que harán parte del repertorio que escogerá para su próximo trabajo musical, esa es la vía adecuada para encontrar buenas canciones.
Con beneplácito recibo la noticia de que Silvestre visitó con acordeón y guitarra en mano a Sergio Moya Molina, a Marciano Martínez y a otros compositores de ese talante, lo que sin duda es un gran avance, incluso por la sola metodología, ojalá regresemos por esta vía al buen Vallenato.
Ese es el camino.