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General - 20 junio, 2014

Cristina Salcedo una ‘luz’ que no se opacará

Lee con la yema de los dedos y cursa octavo semestre de sociología en la Universidad Popular del Cesar. La mujer de 34 años, es discapacitada visual.

Cristina Salcedo anhela terminar la universidad, hacer una especialización y luego trabajar con personal discapacitado. El hecho de no quedarme en su casa, deja claro que ella puede. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.
Cristina Salcedo anhela terminar la universidad, hacer una especialización y luego trabajar con personal discapacitado. El hecho de no quedarme en su casa, deja claro que ella puede. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.
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Se levanta muy temprano, a eso de las 5:00 de la mañana, el cántico de los gallos vaticina el comenzar de un día productivo.

Faltando 15 minutos para las 6:00 de la mañana, Cristina Salcedo Alvarado sale de su casa, con la ayuda de un familiar rumbo a la cúspide de su más grandes sueño, ser profesional universitaria, sin importar los límites, que para ella no existen.

Desde su humilde residencia ubicada en la carrera Cuarta con calle 28 del barrio Villa del Rosario, Cristina quien presenta discapacidad visual, en sus dos ojos, toma una moto que la conduzca a la Universidad Popular del Cesar, de la que hace parte gracias a su inscripción en la facultad de Sociología. Cursa octavo semestre.

 

Cristina Salcedo juega ajedrez en la Selección Cesar de Limitados Visuales, en unos juegos Paralímpicos Nacionales consiguió medalla de Bronce para este departamento.

“Siempre procuro que el medio de transporte me deje en la entrada principal (del campus de Sábana) donde esté el vigilante. Él me colabora con el desplazamiento a través de un estudiante que vaya para clases para que me ubique en el salón”, dice la mujer de 34 años agregando que el pasillo que da la entrada al ascensor del claustro universitario no cuenta con zona peatonal o puntos de referencia para la población discapacitada.

Dice que al llegar al salón de clases saca su material de trabajo, una pizarra y un punzón. “Tomó mis apuntes en mí sistema de lectura y escritura táctil. Escribo con pizarra y punzón, son una serie de puntos o códigos que quedan en alto relieve y leo con la yema de los dedos”. El aprendizaje de este lenguaje (braille) lo aprendió después de instruirse en el Instituto Departamental de Rehabilitación y Educación Especial del Cesar, Idreec.

No ingresó al proceso de pregrado por su condición de discapacitada, sino como cualquier otro estudiante. Se inscribió y salió admitida, luego de su primera clase expresó la dificultad: “Me interesé por la sociología gracias a la parte humanística. Yo empecé a estudiar porque me llama la atención la parte social. Me encanta la carrera”, declara Cristina.

Lleva 17 años de ser limitada visual. En 1997 ocurrió el suceso que intentó opacar la luz de su destino, pero ella fue fuerte y le hizo un ‘quite’ a la tragedia con la ayuda de sus padres; Antonino Salcedo y Ruth Alvarado, su madre.

Cristina, hermana de Doraida, Elizabeth y Eleazar, comenzó a perder la vista cuando cursaba noveno de bachillerato en el colegio Rafael Valle Meza. Recuerda que el trance inició con pérdida de la visión por el ojo derecho y mucha dificultad en el izquierdo.

“En Valledupar los médicos no me decía cuál era mi patología. Me remitieron a Bucaramanga Me diagnosticaron desprendimiento de retina en ambos ojos. El 15 de enero del año 1999 me operaron el ojo derecho, la retina fue aplicada y dos meses después se volvió a desprender y presenté hidrocefalia aguda. Yo tengo dos válvulas en la cabeza. Después me operaron en Barranquilla y en el año 2000 la retina del ojo izquierdo fue aplicada… después me dijeron que no iba a ver más y me puse a llorar, armé berrinche… mi familia me convenció y dos meses después ingresé al Idreec”, declaró la estudiante.

En el 2008, 11 años después, volvió a las aulas de clases para cristalizar el sueño de terminar los estudios de bachiller. Lo hizo de manera semestralizada, los días sábados.

Al terminar su año lectivo, se inscribió en la Universidad Popular del Cesar. “Lo primero que hacía era presentarme ante los profesores y decirles: vea profesor yo soy una persona con discapacidad visual, lo que necesito es que sea descriptivo a la hora de dar la clase, que cuando usted escriba en el tablero diga lo que está escribiendo, no es que me diga cuando la ciencia se junta con esta ciencia sale otras ciencias, no, que sea descriptivo y los apuntes los tomo en braille” comentó entre risas.

Ya en las aulas, gracias a Eliana Grisales y Lisbeth Turán Murgas, amigas y tutoras privadas de Cristina, ella continúa el proceso estudiantil con altura y dedicación. En el quinto semestre estuvo a punto de ‘desertar’ de los estudios, un profesor la insultó y había perdido la beca universitaria que la blindaba del pago. Sin embargo un ángel se apareció en su camino: “Se llama Galvis Antonio Bolaños Daza, quien los últimos dos semestres ha aportado el dinero para mí matrícula”, dice.

Al finalizar la charla con EL PILÓN, Cristina Salcedo, quien no se cansa de soñar y darle respuestas a la vida, dio el motivo para seguir triunfando: “Dios y el hecho de decir que puedo salir adelante. Yo puedo salir, leer; trato de no limitarme, para no hacerlos están las herramientas”.

“Dios y el hecho de decir que pudo salir adelante. Yo puedo salir, leer; trato de no limitarme, para no hacerlos están las herramientas”: Cristina Salcedo.

Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
[email protected]

General
20 junio, 2014

Cristina Salcedo una ‘luz’ que no se opacará

Lee con la yema de los dedos y cursa octavo semestre de sociología en la Universidad Popular del Cesar. La mujer de 34 años, es discapacitada visual.


Cristina Salcedo anhela terminar la universidad, hacer una especialización y luego trabajar con personal discapacitado. El hecho de no quedarme en su casa, deja claro que ella puede. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.
Cristina Salcedo anhela terminar la universidad, hacer una especialización y luego trabajar con personal discapacitado. El hecho de no quedarme en su casa, deja claro que ella puede. EL PILÓN / Joaquín Ramírez.
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Se levanta muy temprano, a eso de las 5:00 de la mañana, el cántico de los gallos vaticina el comenzar de un día productivo.

Faltando 15 minutos para las 6:00 de la mañana, Cristina Salcedo Alvarado sale de su casa, con la ayuda de un familiar rumbo a la cúspide de su más grandes sueño, ser profesional universitaria, sin importar los límites, que para ella no existen.

Desde su humilde residencia ubicada en la carrera Cuarta con calle 28 del barrio Villa del Rosario, Cristina quien presenta discapacidad visual, en sus dos ojos, toma una moto que la conduzca a la Universidad Popular del Cesar, de la que hace parte gracias a su inscripción en la facultad de Sociología. Cursa octavo semestre.

 

Cristina Salcedo juega ajedrez en la Selección Cesar de Limitados Visuales, en unos juegos Paralímpicos Nacionales consiguió medalla de Bronce para este departamento.

“Siempre procuro que el medio de transporte me deje en la entrada principal (del campus de Sábana) donde esté el vigilante. Él me colabora con el desplazamiento a través de un estudiante que vaya para clases para que me ubique en el salón”, dice la mujer de 34 años agregando que el pasillo que da la entrada al ascensor del claustro universitario no cuenta con zona peatonal o puntos de referencia para la población discapacitada.

Dice que al llegar al salón de clases saca su material de trabajo, una pizarra y un punzón. “Tomó mis apuntes en mí sistema de lectura y escritura táctil. Escribo con pizarra y punzón, son una serie de puntos o códigos que quedan en alto relieve y leo con la yema de los dedos”. El aprendizaje de este lenguaje (braille) lo aprendió después de instruirse en el Instituto Departamental de Rehabilitación y Educación Especial del Cesar, Idreec.

No ingresó al proceso de pregrado por su condición de discapacitada, sino como cualquier otro estudiante. Se inscribió y salió admitida, luego de su primera clase expresó la dificultad: “Me interesé por la sociología gracias a la parte humanística. Yo empecé a estudiar porque me llama la atención la parte social. Me encanta la carrera”, declara Cristina.

Lleva 17 años de ser limitada visual. En 1997 ocurrió el suceso que intentó opacar la luz de su destino, pero ella fue fuerte y le hizo un ‘quite’ a la tragedia con la ayuda de sus padres; Antonino Salcedo y Ruth Alvarado, su madre.

Cristina, hermana de Doraida, Elizabeth y Eleazar, comenzó a perder la vista cuando cursaba noveno de bachillerato en el colegio Rafael Valle Meza. Recuerda que el trance inició con pérdida de la visión por el ojo derecho y mucha dificultad en el izquierdo.

“En Valledupar los médicos no me decía cuál era mi patología. Me remitieron a Bucaramanga Me diagnosticaron desprendimiento de retina en ambos ojos. El 15 de enero del año 1999 me operaron el ojo derecho, la retina fue aplicada y dos meses después se volvió a desprender y presenté hidrocefalia aguda. Yo tengo dos válvulas en la cabeza. Después me operaron en Barranquilla y en el año 2000 la retina del ojo izquierdo fue aplicada… después me dijeron que no iba a ver más y me puse a llorar, armé berrinche… mi familia me convenció y dos meses después ingresé al Idreec”, declaró la estudiante.

En el 2008, 11 años después, volvió a las aulas de clases para cristalizar el sueño de terminar los estudios de bachiller. Lo hizo de manera semestralizada, los días sábados.

Al terminar su año lectivo, se inscribió en la Universidad Popular del Cesar. “Lo primero que hacía era presentarme ante los profesores y decirles: vea profesor yo soy una persona con discapacidad visual, lo que necesito es que sea descriptivo a la hora de dar la clase, que cuando usted escriba en el tablero diga lo que está escribiendo, no es que me diga cuando la ciencia se junta con esta ciencia sale otras ciencias, no, que sea descriptivo y los apuntes los tomo en braille” comentó entre risas.

Ya en las aulas, gracias a Eliana Grisales y Lisbeth Turán Murgas, amigas y tutoras privadas de Cristina, ella continúa el proceso estudiantil con altura y dedicación. En el quinto semestre estuvo a punto de ‘desertar’ de los estudios, un profesor la insultó y había perdido la beca universitaria que la blindaba del pago. Sin embargo un ángel se apareció en su camino: “Se llama Galvis Antonio Bolaños Daza, quien los últimos dos semestres ha aportado el dinero para mí matrícula”, dice.

Al finalizar la charla con EL PILÓN, Cristina Salcedo, quien no se cansa de soñar y darle respuestas a la vida, dio el motivo para seguir triunfando: “Dios y el hecho de decir que puedo salir adelante. Yo puedo salir, leer; trato de no limitarme, para no hacerlos están las herramientas”.

“Dios y el hecho de decir que pudo salir adelante. Yo puedo salir, leer; trato de no limitarme, para no hacerlos están las herramientas”: Cristina Salcedo.

Por Carlos Mario Jiménez / EL PILÓN
[email protected]