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Columnista - 3 junio, 2014

El fin de la guerra o guerra sin fin

A nuestros lectores se les dirá que inevitablemente este 15 de Junio la puesta en escena electoral para Colombia es el desiderátum entre la guerra y la paz. Entre el zigzag de una espada lacerante, cruenta y la anhelada reconciliación simbolizada con la efigie de la paloma blanca. En esta oportunidad los Colombianos en las […]

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A nuestros lectores se les dirá que inevitablemente este 15 de Junio la puesta en escena electoral para Colombia es el desiderátum entre la guerra y la paz. Entre el zigzag de una espada lacerante, cruenta y la anhelada reconciliación simbolizada con la efigie de la paloma blanca.

En esta oportunidad los Colombianos en las urnas, empezaremos a ratificar o no el proceso y las negociaciones de Paz que se adelantan en La Habana. Ahora diremos en referéndum sí, sí y multiplicandamente sí, estamos de acuerdo con ese proceso. ¡¡Lo ratificamos con la reelección de Santos!!. Después ratificaremos -también en referéndum- los contenidos de los acuerdos de Paz.

Uribe-Zuluaga, sistemáticamente han hablado contra las negociaciones en La Habana y hecho de todo (pero de todo para acabarlas o sabotearlas). Los dos que ahora son uno solo, en proterva simbiosis, han venido utilizando lenguaje virulento, colmados de odios. Les brota un irreconciliable rencor. Jamás Uribe abandonará sus odios. Es un ser fundamentalista y, per se, maniqueo en tanto que pretende completar e invalidar a todos los demás. Zuluaga dice: “yo ya no sé si soy yo”.

Uribe no solo es radical y pendenciero, sino que escuchando a los adeptos de su tribu -aun los inteligentes y culturalmente bien formados- no dejan de asombrar, como manipula sus temores, entre el bien y el mal. Y obsecuentemente se contagian con su furia y con ciega reverencia abandonan los sentimientos de unión y conciliación que hay que construir todos los Colombianos.

Como ya no tenemos capacidad de asombro, la ruindad política de la coyuntura electoral, les hace recientemente, en rol de pinochos, proponer un insostenible reversazo o voltereta para decir que no han dicho lo que siempre han dicho, es decir, mostrar al zorro con piel de oveja, o mejor, con ropaje de pavo que es el animal sagrado de la doctrina de los maniqueos. Uribe-Zuluaga son hombres de extremos, de odios y de venganza, expertos cruzadores de espadas.

Recuerden que Zuluaga primero negó que conocía a los hackers, después aceptó conocerlos, para posteriormente aseverar que todo es un montaje. Dijo que suspendería el proceso de paz y ahora sostiene lo contrario. Qué tal, el personajillo!!

Santos se identifica con la Paz. Se ha contagiado de ese sentimiento colectivo. Zuluaga se identifica con la guerra. Y peor con la guerra interna y con los países vecinos (Venezuela, Ecuador y Nicaragua).

Colombia y su sociedad es particularmente paradójica. Se repudia a la insurgencia, pero se justifica la de los paramilitares. Se aplaude a Uribe por hacer malamente rodar que a la campaña de Santos ingresaron 2 millones de dólares del narcotráfico, pero se critica que el presidente candidato se obsesione por la Paz. En perspectivas de contextos Uribe caudillista proclive a la guerra sin fin, Santos un hombre institucional trabaja por un país en Paz.

Para pensar en la Paz hay que dejar de odiarnos. Ah, los unos y los otros. Por todo lo de arriba hay que hacer proselitismo activo por la Paz, porque esta se encuentra cerca. Hay que pasar la página y olvidar las décadas de violencia y muerte que ha cobrado la guerra interminable. Por Dios!!.

Columnista
3 junio, 2014

El fin de la guerra o guerra sin fin

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hugo Mendoza

A nuestros lectores se les dirá que inevitablemente este 15 de Junio la puesta en escena electoral para Colombia es el desiderátum entre la guerra y la paz. Entre el zigzag de una espada lacerante, cruenta y la anhelada reconciliación simbolizada con la efigie de la paloma blanca. En esta oportunidad los Colombianos en las […]


A nuestros lectores se les dirá que inevitablemente este 15 de Junio la puesta en escena electoral para Colombia es el desiderátum entre la guerra y la paz. Entre el zigzag de una espada lacerante, cruenta y la anhelada reconciliación simbolizada con la efigie de la paloma blanca.

En esta oportunidad los Colombianos en las urnas, empezaremos a ratificar o no el proceso y las negociaciones de Paz que se adelantan en La Habana. Ahora diremos en referéndum sí, sí y multiplicandamente sí, estamos de acuerdo con ese proceso. ¡¡Lo ratificamos con la reelección de Santos!!. Después ratificaremos -también en referéndum- los contenidos de los acuerdos de Paz.

Uribe-Zuluaga, sistemáticamente han hablado contra las negociaciones en La Habana y hecho de todo (pero de todo para acabarlas o sabotearlas). Los dos que ahora son uno solo, en proterva simbiosis, han venido utilizando lenguaje virulento, colmados de odios. Les brota un irreconciliable rencor. Jamás Uribe abandonará sus odios. Es un ser fundamentalista y, per se, maniqueo en tanto que pretende completar e invalidar a todos los demás. Zuluaga dice: “yo ya no sé si soy yo”.

Uribe no solo es radical y pendenciero, sino que escuchando a los adeptos de su tribu -aun los inteligentes y culturalmente bien formados- no dejan de asombrar, como manipula sus temores, entre el bien y el mal. Y obsecuentemente se contagian con su furia y con ciega reverencia abandonan los sentimientos de unión y conciliación que hay que construir todos los Colombianos.

Como ya no tenemos capacidad de asombro, la ruindad política de la coyuntura electoral, les hace recientemente, en rol de pinochos, proponer un insostenible reversazo o voltereta para decir que no han dicho lo que siempre han dicho, es decir, mostrar al zorro con piel de oveja, o mejor, con ropaje de pavo que es el animal sagrado de la doctrina de los maniqueos. Uribe-Zuluaga son hombres de extremos, de odios y de venganza, expertos cruzadores de espadas.

Recuerden que Zuluaga primero negó que conocía a los hackers, después aceptó conocerlos, para posteriormente aseverar que todo es un montaje. Dijo que suspendería el proceso de paz y ahora sostiene lo contrario. Qué tal, el personajillo!!

Santos se identifica con la Paz. Se ha contagiado de ese sentimiento colectivo. Zuluaga se identifica con la guerra. Y peor con la guerra interna y con los países vecinos (Venezuela, Ecuador y Nicaragua).

Colombia y su sociedad es particularmente paradójica. Se repudia a la insurgencia, pero se justifica la de los paramilitares. Se aplaude a Uribe por hacer malamente rodar que a la campaña de Santos ingresaron 2 millones de dólares del narcotráfico, pero se critica que el presidente candidato se obsesione por la Paz. En perspectivas de contextos Uribe caudillista proclive a la guerra sin fin, Santos un hombre institucional trabaja por un país en Paz.

Para pensar en la Paz hay que dejar de odiarnos. Ah, los unos y los otros. Por todo lo de arriba hay que hacer proselitismo activo por la Paz, porque esta se encuentra cerca. Hay que pasar la página y olvidar las décadas de violencia y muerte que ha cobrado la guerra interminable. Por Dios!!.