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Columnista - 28 mayo, 2014

Abstencionismo, alianzas y voto en blanco

La derrota del presidente Santos en la primera vuelta es una señal de alerta a la forma como se están desarrollando los diálogos de paz con la guerrilla en La Habana y a la manera como se está informando a los colombianos de sus notables avances. Es necesario anotar que la prudencia no se debe […]

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La derrota del presidente Santos en la primera vuelta es una señal de alerta a la forma como se están desarrollando los diálogos de paz con la guerrilla en La Habana y a la manera como se está informando a los colombianos de sus notables avances. Es necesario anotar que la prudencia no se debe confundir con un manejo secreto cuando se trata de temas vitales para el país como la organización en el mediano plazo de las Fuerzas Militares y la suerte de la propiedad privada.

Las actuaciones de los electores en un futuro próximo deben ser muy cuidadosas y bien pensadas para eliminar los miedos y no seguir enfrentados a una guerra insensata, estéril e interminable. ¡No debemos hacer la guerra con los hijos ajenos!

Llama mucho la atención, y es alarmante, que el 60 por ciento de los colombianos se abstuvieran de votar. Es una cifra de escándalo que puede comprometer seriamente la legitimidad de las elecciones y es un atentado que afecta la fortaleza de nuestra democracia. Las generaciones jóvenes deben ser estimuladas para abandonar sus posiciones cómodas y comprometerlas con el ejercicio de elegir y ser elegido. Lo mismo ocurre con el 6 por ciento de los votos en blanco.

Es muy común la recomendación básica de no dejar que otros votantes definan por ti. En esta segunda vuelta esperamos de Santos y Zuluaga actuaciones dignas y honestas, transparentes y leales, como debe ser, sin golpes bajos y con árbitros neutrales en un encuentro que se muestra reñido y de difícil pronóstico.

Ahora sigue el ejercicio de las alianzas, la votación estratégica y los debates serios. Se deben revisar los formatos de las confrontaciones por televisión que se han vuelto insípidos con monólogos sin trascendencia y en luchas contra el tiempo. Hoy, con solo dos candidatos, es de esperarse que los debates sean más interesantes, fluidos y cargados de ideas válidas con el fin de ir señalado caminos para la nueva forma de hacer política en un clima de paz propicio para ejercer plenamente el ejercicio de la democracia, reconociendo la legitimidad de la justicia y el respeto por las instituciones.

¡Pensamos que la segunda vuelta se convierte prácticamente un referendo para el proceso de paz! Santos y Zuluaga deben entender que los colombianos tenemos el derecho de vivir en un país decente y civilizado con instituciones sólidas y funcionales.

Colombia ha avanzado mucho en los últimos años, pero lo conseguido es apenas un pequeño trampolín para lo que falta por hacer. Esperamos una segunda vuelta con planteamientos de fondo para sacudir a un electorado dormido, polarizado y expectante. Estamos en la obligación de reemplazar la locura de la guerra por la locura de la vida.

Columnista
28 mayo, 2014

Abstencionismo, alianzas y voto en blanco

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

La derrota del presidente Santos en la primera vuelta es una señal de alerta a la forma como se están desarrollando los diálogos de paz con la guerrilla en La Habana y a la manera como se está informando a los colombianos de sus notables avances. Es necesario anotar que la prudencia no se debe […]


La derrota del presidente Santos en la primera vuelta es una señal de alerta a la forma como se están desarrollando los diálogos de paz con la guerrilla en La Habana y a la manera como se está informando a los colombianos de sus notables avances. Es necesario anotar que la prudencia no se debe confundir con un manejo secreto cuando se trata de temas vitales para el país como la organización en el mediano plazo de las Fuerzas Militares y la suerte de la propiedad privada.

Las actuaciones de los electores en un futuro próximo deben ser muy cuidadosas y bien pensadas para eliminar los miedos y no seguir enfrentados a una guerra insensata, estéril e interminable. ¡No debemos hacer la guerra con los hijos ajenos!

Llama mucho la atención, y es alarmante, que el 60 por ciento de los colombianos se abstuvieran de votar. Es una cifra de escándalo que puede comprometer seriamente la legitimidad de las elecciones y es un atentado que afecta la fortaleza de nuestra democracia. Las generaciones jóvenes deben ser estimuladas para abandonar sus posiciones cómodas y comprometerlas con el ejercicio de elegir y ser elegido. Lo mismo ocurre con el 6 por ciento de los votos en blanco.

Es muy común la recomendación básica de no dejar que otros votantes definan por ti. En esta segunda vuelta esperamos de Santos y Zuluaga actuaciones dignas y honestas, transparentes y leales, como debe ser, sin golpes bajos y con árbitros neutrales en un encuentro que se muestra reñido y de difícil pronóstico.

Ahora sigue el ejercicio de las alianzas, la votación estratégica y los debates serios. Se deben revisar los formatos de las confrontaciones por televisión que se han vuelto insípidos con monólogos sin trascendencia y en luchas contra el tiempo. Hoy, con solo dos candidatos, es de esperarse que los debates sean más interesantes, fluidos y cargados de ideas válidas con el fin de ir señalado caminos para la nueva forma de hacer política en un clima de paz propicio para ejercer plenamente el ejercicio de la democracia, reconociendo la legitimidad de la justicia y el respeto por las instituciones.

¡Pensamos que la segunda vuelta se convierte prácticamente un referendo para el proceso de paz! Santos y Zuluaga deben entender que los colombianos tenemos el derecho de vivir en un país decente y civilizado con instituciones sólidas y funcionales.

Colombia ha avanzado mucho en los últimos años, pero lo conseguido es apenas un pequeño trampolín para lo que falta por hacer. Esperamos una segunda vuelta con planteamientos de fondo para sacudir a un electorado dormido, polarizado y expectante. Estamos en la obligación de reemplazar la locura de la guerra por la locura de la vida.