“Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, que nos depara en vano su carne la mujer”, la Casada Infiel, poesía predilecta de mi hermano José Gumersindo Peñaloza Montero “GUMITO”, que recitaba en sus años mozos en el Loperena, no se le paraba una mosca y creía que era el rey del mundo. En […]
“Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, que nos depara en vano su carne la mujer”, la Casada Infiel, poesía predilecta de mi hermano José Gumersindo Peñaloza Montero “GUMITO”, que recitaba en sus años mozos en el Loperena, no se le paraba una mosca y creía que era el rey del mundo. En estos días quiero visitarlo, en compañía de un aromático tinto hecho por La Maye, su esposa y hablaremos de cosas agradables, sin tristezas y sin lágrimas, porque si a él le duele el cuerpo, a otros nos duele el alma.
Bueno, esta introducción, que si no me avispo me lleva media columna, era para decir que para hoy estaba en blanco, tenía un pocón de temas, pero no tenía ninguno y no sabía por donde comenzar y estaba para llamar a Alba y decirle que un fuerte dolor de cabeza, de esos que siempre le dan a las mujeres cuando no quieren nada de “aquello”, cuando a las cinco de la mañana sonó el celular y me asusté, pues a esa hora las noticias no son gratas, verifiqué quien era y en la pantalla apareció “número celestial” y contesté buenos días y una voz varonil pero suave y paternal me respondió “Jose buenos días, no te alarmes por la llamada a esta hora, pero es que más tarde llega tanta gente a pedirme cosas que me ocupo e incumplo con mis deberes”, ¿con quién hablo?, conmigo, con el Ecce Homo, que quiero darte las gracias por lo de los abanicos y decirte que no lo vayas a echar en saco roto y adelanta la campaña tú solo, porque creo que el Padre Jesús no te ha llamado y el calor me está llevando y recordarte que me sigas ayudando con lo del Monumento, porque o de no, tendré que tomar medidas drásticas que no quiero hacer, en ese momento entró Mercy que pegada a Dios ya venía de rezar el Rosario con el Pilón en la mano y me preguntó que quien había llamado tan temprano y le dije Dios, ese a quien tanto le oras y suplicas y que nos oye, porque todos los días nos abre una ventanita por donde penetran soluciones parciales a los problemas que nos aquejan, se puso feliz aunque un poco incrédula y arrancó para su misa diaria, su desayuno espiritual en compañía de María Luisa.
Abrí el periódico y busqué el editorial y sus columnistas, que es lo primero que leo, y ya veo “Los Cortijos sin Dolientes”, con avidez lo leo y concluyo que es un buen editorial, que ojalá que Fredys, el Alcalde y su Secretario de Obras Públicas lo lean y digan algo y den alguna explicación a la ciudadanía, para ver si le consiguen unos voticos a Santos, a quien veo bailando el tilín tilín en una cuerda floja de donde puede caer y malograrse.
Bueno, no tenía que decir, porque casi siempre digo nada como dice Toño Murgas, pero hice la columna y no le voy a quitar una coma ni a revisar, lo que fue, fue.
Termino con este bello verso de la misma poesía de la introducción: “Aquella noche recorrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar, sin bridas y sin estribos”.
“Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, que nos depara en vano su carne la mujer”, la Casada Infiel, poesía predilecta de mi hermano José Gumersindo Peñaloza Montero “GUMITO”, que recitaba en sus años mozos en el Loperena, no se le paraba una mosca y creía que era el rey del mundo. En […]
“Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, que nos depara en vano su carne la mujer”, la Casada Infiel, poesía predilecta de mi hermano José Gumersindo Peñaloza Montero “GUMITO”, que recitaba en sus años mozos en el Loperena, no se le paraba una mosca y creía que era el rey del mundo. En estos días quiero visitarlo, en compañía de un aromático tinto hecho por La Maye, su esposa y hablaremos de cosas agradables, sin tristezas y sin lágrimas, porque si a él le duele el cuerpo, a otros nos duele el alma.
Bueno, esta introducción, que si no me avispo me lleva media columna, era para decir que para hoy estaba en blanco, tenía un pocón de temas, pero no tenía ninguno y no sabía por donde comenzar y estaba para llamar a Alba y decirle que un fuerte dolor de cabeza, de esos que siempre le dan a las mujeres cuando no quieren nada de “aquello”, cuando a las cinco de la mañana sonó el celular y me asusté, pues a esa hora las noticias no son gratas, verifiqué quien era y en la pantalla apareció “número celestial” y contesté buenos días y una voz varonil pero suave y paternal me respondió “Jose buenos días, no te alarmes por la llamada a esta hora, pero es que más tarde llega tanta gente a pedirme cosas que me ocupo e incumplo con mis deberes”, ¿con quién hablo?, conmigo, con el Ecce Homo, que quiero darte las gracias por lo de los abanicos y decirte que no lo vayas a echar en saco roto y adelanta la campaña tú solo, porque creo que el Padre Jesús no te ha llamado y el calor me está llevando y recordarte que me sigas ayudando con lo del Monumento, porque o de no, tendré que tomar medidas drásticas que no quiero hacer, en ese momento entró Mercy que pegada a Dios ya venía de rezar el Rosario con el Pilón en la mano y me preguntó que quien había llamado tan temprano y le dije Dios, ese a quien tanto le oras y suplicas y que nos oye, porque todos los días nos abre una ventanita por donde penetran soluciones parciales a los problemas que nos aquejan, se puso feliz aunque un poco incrédula y arrancó para su misa diaria, su desayuno espiritual en compañía de María Luisa.
Abrí el periódico y busqué el editorial y sus columnistas, que es lo primero que leo, y ya veo “Los Cortijos sin Dolientes”, con avidez lo leo y concluyo que es un buen editorial, que ojalá que Fredys, el Alcalde y su Secretario de Obras Públicas lo lean y digan algo y den alguna explicación a la ciudadanía, para ver si le consiguen unos voticos a Santos, a quien veo bailando el tilín tilín en una cuerda floja de donde puede caer y malograrse.
Bueno, no tenía que decir, porque casi siempre digo nada como dice Toño Murgas, pero hice la columna y no le voy a quitar una coma ni a revisar, lo que fue, fue.
Termino con este bello verso de la misma poesía de la introducción: “Aquella noche recorrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar, sin bridas y sin estribos”.