“La justicia irá delante de él y sus pasos nos pondrá por camino”. Salmos 85:13 El dicho: “Fue cosa de Dios”, es una forma de describir algo maravilloso e inesperado que nos sucede. Algo que no podemos explicarnos en términos de la actividad humana o por causas naturales. Por ejemplo: Cuando somos salvados milagrosamente de […]
“La justicia irá delante de él y sus pasos nos pondrá por camino”. Salmos 85:13
El dicho: “Fue cosa de Dios”, es una forma de describir algo maravilloso e inesperado que nos sucede. Algo que no podemos explicarnos en términos de la actividad humana o por causas naturales. Por ejemplo: Cuando somos salvados milagrosamente de un accidente. Cuando nos dan el trabajo de nuestros sueños.
Cuando la quimioterapia hace efecto. Cuando encontramos un viejo amigo que hemos estado buscando. En fin, cosas de Dios, son esas piezas de nuestras vidas con formas irregulares que van encajando en su lugar de manera prolija.
Cuando descubrimos que algunas cosas que elegimos al azar, no lo son en realidad; Cuando nos hemos puesto en el curso de colisión con la bendición de Dios, se hace evidente la intervención de Dios en la historia y a eso le llamamos: huellas de Dios.
Esa distinción de acontecimientos fortuitos así como de lugares, donde según nuestra perspectiva, Dios parece estar activamente orquestando las cosas, es profundamente alentadora.
Queremos desesperadamente que él esté activo en nuestras vidas y que aumente su participación en maneras que resulten bien para nosotros. Pero también, por otro lado, puede llevarnos a tener una visión de Dios como de hada madrina, que aparece moviendo su varita mágica y trayendo un poco de magia a nuestras vidas.
O como un superhéroe que espera con los brazos extendidos el momento para lanzarse y rescatarnos del desastre. Visiones como estas no se satisfacen con lo complejo, misterioso e impredecible que es Dios en realidad, o con la carga de dolor que siente por nuestro mundo desmembrado y por nuestras propias vidas llenas de confusión e inconformismo.
Por supuesto que existe un cierto beneficio al limitar la participación de Dios en nuestras vidas a ocasionales apariciones. De esta forma, mantenemos a Dios a una distancia cómoda de las cosas feas que nos suceden y de las tragedias que oímos en las noticias y vemos en la tele.
Cuando ante la perplejidad o la incomprensión, acusamos a Dios de habernos dado la espalda, eso no significa que Dios esté en silencio; Dios se comunica. Casi nunca en una epifanía estática supernatural sino a través de las voces, las manos y la compasión de nuestros semejantes. Así, en la medida en que buscamos con nuestras vidas quebrantadas las huellas de Dios, descubrimos las huellas de los familiares, amigos y las de muchos otros.
Amados amigos lectores, aunque en ocasiones nos sintamos abandonados en el silencio, mirando a las circunstancias desenmarañarse; también podemos encontrar solución feliz a nuestros problemas para proclamar con alegría: ¡Fue cosa de Dios! No estamos solos cuando luchamos con nuestras dudas existenciales, cuando no sentimos el amor de Dios, cuando no podemos comprender por qué él no viene con su poder para solucionar los problemas y tener un futuro más feliz.
Saludos y muchas bendiciones.
“La justicia irá delante de él y sus pasos nos pondrá por camino”. Salmos 85:13 El dicho: “Fue cosa de Dios”, es una forma de describir algo maravilloso e inesperado que nos sucede. Algo que no podemos explicarnos en términos de la actividad humana o por causas naturales. Por ejemplo: Cuando somos salvados milagrosamente de […]
“La justicia irá delante de él y sus pasos nos pondrá por camino”. Salmos 85:13
El dicho: “Fue cosa de Dios”, es una forma de describir algo maravilloso e inesperado que nos sucede. Algo que no podemos explicarnos en términos de la actividad humana o por causas naturales. Por ejemplo: Cuando somos salvados milagrosamente de un accidente. Cuando nos dan el trabajo de nuestros sueños.
Cuando la quimioterapia hace efecto. Cuando encontramos un viejo amigo que hemos estado buscando. En fin, cosas de Dios, son esas piezas de nuestras vidas con formas irregulares que van encajando en su lugar de manera prolija.
Cuando descubrimos que algunas cosas que elegimos al azar, no lo son en realidad; Cuando nos hemos puesto en el curso de colisión con la bendición de Dios, se hace evidente la intervención de Dios en la historia y a eso le llamamos: huellas de Dios.
Esa distinción de acontecimientos fortuitos así como de lugares, donde según nuestra perspectiva, Dios parece estar activamente orquestando las cosas, es profundamente alentadora.
Queremos desesperadamente que él esté activo en nuestras vidas y que aumente su participación en maneras que resulten bien para nosotros. Pero también, por otro lado, puede llevarnos a tener una visión de Dios como de hada madrina, que aparece moviendo su varita mágica y trayendo un poco de magia a nuestras vidas.
O como un superhéroe que espera con los brazos extendidos el momento para lanzarse y rescatarnos del desastre. Visiones como estas no se satisfacen con lo complejo, misterioso e impredecible que es Dios en realidad, o con la carga de dolor que siente por nuestro mundo desmembrado y por nuestras propias vidas llenas de confusión e inconformismo.
Por supuesto que existe un cierto beneficio al limitar la participación de Dios en nuestras vidas a ocasionales apariciones. De esta forma, mantenemos a Dios a una distancia cómoda de las cosas feas que nos suceden y de las tragedias que oímos en las noticias y vemos en la tele.
Cuando ante la perplejidad o la incomprensión, acusamos a Dios de habernos dado la espalda, eso no significa que Dios esté en silencio; Dios se comunica. Casi nunca en una epifanía estática supernatural sino a través de las voces, las manos y la compasión de nuestros semejantes. Así, en la medida en que buscamos con nuestras vidas quebrantadas las huellas de Dios, descubrimos las huellas de los familiares, amigos y las de muchos otros.
Amados amigos lectores, aunque en ocasiones nos sintamos abandonados en el silencio, mirando a las circunstancias desenmarañarse; también podemos encontrar solución feliz a nuestros problemas para proclamar con alegría: ¡Fue cosa de Dios! No estamos solos cuando luchamos con nuestras dudas existenciales, cuando no sentimos el amor de Dios, cuando no podemos comprender por qué él no viene con su poder para solucionar los problemas y tener un futuro más feliz.
Saludos y muchas bendiciones.