Raúl Arturo Gómez Céspedes, integrante del Club de Leones, que ha dedicado 39 años a la actividad social.
Sus manos arrugadas reflejan el trabajo labrado por más de tres décadas en la actividad social, sin ánimo de lucro. Raúl Arturo Gómez Céspedes lucha por abrirle un espacio a la juventud en las decisiones del Cesar.
El hombre nacido en Valle del Cauca, es uno de los 1.350.000 socios del Club de Leones, organización mundial con más de 45.000 clubes y 1,35 millones de miembros activos distribuidos en 206 países y áreas geográficas. Una de esas, Valledupar.
Gómez Céspedes se ha encargado de preservar los valores éticos y morales en el Cesar, a pesar de los riesgos que los jóvenes adquieren a través de la internet, redes sociales, teléfonos inteligentes, entre otros elementos tecnológicos mal orientados, como él los percibe.
“Me juramenté el 1 de marzo de 1975 (hace 39 años) en el Club de Leones, entidad de servicio sin ánimo de lucro, en la que nuestro objetivo principal es servir y ayudar a la sociedad”, dijo. El ‘veterano León’ comentó que su mayor satisfacción es ver cómo una persona adulta escribe su nombre y lo lee después de muchos años de ser analfabeta.
Es criado en “la tierra que endulza a Colombia” pero llegó muy joven a la capital del Cesar. Desde entonces analiza el crecimiento del departamento y su evolución en la parte social y ambiental. “Todas las entidades luchan y trabajan por las necesidades básicas insatisfechas (educación, salud, empleo, entre otras), pero en la misma forma que se pelea, la población va creciendo y ese es un problema complejo; hay que tener suficientes recursos para ir contra esos flagelos que azotan a la comunidad”, asegura.
Mira la juventud como una corriente sin tapones, porque “el crecimiento es extraordinario. Ya la juventud piensa, está desarrollando su ingenio y creatividad”. Cree que los jóvenes al parecer quieren participar en las decisiones del propio departamento y municipio: “debemos darle a la juventud la oportunidad para que desarrolle todos esos potenciales”.
En una boina que porta sobre su cabeza, durante sus intervenciones en las actividades sociales, se pueden ver muchos de los reconocimientos entregados por organismos oficiales y privados de diferentes regiones del mundo. “Estas son condecoraciones, no sé cuántas tendré, pero llevo una muy especial; un Honor al Mérito, recibido a nivel internacional. Gracias a Dios he trabajado en una forma constante y desinteresada, a toda hora y momento, sin mirar color político, credo, raza, ni nada”, recalca.
Raúl Arturo es seguidor de la ecología y el medio ambiente, por eso sostiene que nunca ha comprado carro y prefiere utilizar servicio público para la preservación del mismo: “yo siempre le pregunto a los conductores que si ven a Valledupar como una de las ciudades más arborizadas de Colombia… es una belleza. Me gustaría que la comunidad de Valledupar se concientizara de la importancia y el valor que tiene un árbol; la cuestión no es sembrarlo, es cuidarlo, quererlo y amarlo”.
Por estos días, se dedica a orientar a profesores de tres instituciones educativas de esta capital, con quienes comparte la importancia de saber llevar a sus estudiantes por el camino del respeto, la responsabilidad y la unión.
Raúl Arturo Gómez Céspedes, integrante del Club de Leones, que ha dedicado 39 años a la actividad social.
Sus manos arrugadas reflejan el trabajo labrado por más de tres décadas en la actividad social, sin ánimo de lucro. Raúl Arturo Gómez Céspedes lucha por abrirle un espacio a la juventud en las decisiones del Cesar.
El hombre nacido en Valle del Cauca, es uno de los 1.350.000 socios del Club de Leones, organización mundial con más de 45.000 clubes y 1,35 millones de miembros activos distribuidos en 206 países y áreas geográficas. Una de esas, Valledupar.
Gómez Céspedes se ha encargado de preservar los valores éticos y morales en el Cesar, a pesar de los riesgos que los jóvenes adquieren a través de la internet, redes sociales, teléfonos inteligentes, entre otros elementos tecnológicos mal orientados, como él los percibe.
“Me juramenté el 1 de marzo de 1975 (hace 39 años) en el Club de Leones, entidad de servicio sin ánimo de lucro, en la que nuestro objetivo principal es servir y ayudar a la sociedad”, dijo. El ‘veterano León’ comentó que su mayor satisfacción es ver cómo una persona adulta escribe su nombre y lo lee después de muchos años de ser analfabeta.
Es criado en “la tierra que endulza a Colombia” pero llegó muy joven a la capital del Cesar. Desde entonces analiza el crecimiento del departamento y su evolución en la parte social y ambiental. “Todas las entidades luchan y trabajan por las necesidades básicas insatisfechas (educación, salud, empleo, entre otras), pero en la misma forma que se pelea, la población va creciendo y ese es un problema complejo; hay que tener suficientes recursos para ir contra esos flagelos que azotan a la comunidad”, asegura.
Mira la juventud como una corriente sin tapones, porque “el crecimiento es extraordinario. Ya la juventud piensa, está desarrollando su ingenio y creatividad”. Cree que los jóvenes al parecer quieren participar en las decisiones del propio departamento y municipio: “debemos darle a la juventud la oportunidad para que desarrolle todos esos potenciales”.
En una boina que porta sobre su cabeza, durante sus intervenciones en las actividades sociales, se pueden ver muchos de los reconocimientos entregados por organismos oficiales y privados de diferentes regiones del mundo. “Estas son condecoraciones, no sé cuántas tendré, pero llevo una muy especial; un Honor al Mérito, recibido a nivel internacional. Gracias a Dios he trabajado en una forma constante y desinteresada, a toda hora y momento, sin mirar color político, credo, raza, ni nada”, recalca.
Raúl Arturo es seguidor de la ecología y el medio ambiente, por eso sostiene que nunca ha comprado carro y prefiere utilizar servicio público para la preservación del mismo: “yo siempre le pregunto a los conductores que si ven a Valledupar como una de las ciudades más arborizadas de Colombia… es una belleza. Me gustaría que la comunidad de Valledupar se concientizara de la importancia y el valor que tiene un árbol; la cuestión no es sembrarlo, es cuidarlo, quererlo y amarlo”.
Por estos días, se dedica a orientar a profesores de tres instituciones educativas de esta capital, con quienes comparte la importancia de saber llevar a sus estudiantes por el camino del respeto, la responsabilidad y la unión.