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Columnista - 13 febrero, 2014

La nobleza alemana

Por: Julio Oñate Martínez  Se siguen estrechando las relaciones entre Emilianito Zuleta y la fábrica de acordeones Honner de Alemania dentro del mutuo acuerdo entre ellos que lo designa como embajador musical ante el mundo avalado, por un acordeón que llevara su nombre y el registro de tan prestigiosa marca. Además de varias tonalidades desarrolladas […]

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Por: Julio Oñate Martínez 

Se siguen estrechando las relaciones entre Emilianito Zuleta y la fábrica de acordeones Honner de Alemania dentro del mutuo acuerdo entre ellos que lo designa como embajador musical ante el mundo avalado, por un acordeón que llevara su nombre y el registro de tan prestigiosa marca.

Además de varias tonalidades desarrolladas artesanalmente por nuestros componedores de acordeones como son Ovidio Granados, Lucho Campillo, Jorge Rojas, y José Luis Sierra entre otros, los alemanes tienen en su poder “el Colibrí” de Emilianito o “El cinco letras alzao” primer acordeón de factura colombiana al que le fue modificado su tono original y que hoy en día los técnicos de la fabrica están en capacidad de producir, pero en un gesto de generosidad y nobleza, no propio de alemanes los coterráneos de Hitler no quieren fabricar industrialmente por las funestas consecuencias que esto representaría para nuestros artesanos musicales.

Ninguno de ellos ha tenido la sana precaución de patentar los tonos empíricamente logrados a base de ingenio y mucho esfuerzo para enriquecer ese espectro sonoro que le ofrece a nuestros músicos mayores recursos y posibilidades para destacarse en el campo artístico, es decir serian héroes anónimos sin ningún justo reconocimiento a su loable aporte, no solo al vallenato, sino a otras expresiones musicales.

Por otra parte una producción industrial y continua de nuestras tonalidades nativas dejarían sin oficio a ese gran número de artesanos del acordeón que en forma rudimentaria y con insólitas herramientas son capaces de lograr nuevas sonoridades en pitos y bajos.

Si nos ubicamos en el plano puramente folclórico, es incuestionable que las maquinas y la tecnología están en desventaja ante el ingenio y la sensibilidad del ser humano. Sencillamente los aparatos no tienen sentimiento y son ajenos a la inspiración propia de un estado del alma sensible con que nos premio el creador.

Siempre hemos podido comprobar que los mas hermosos sonidos de la creación son los alcanzados por la voz humana, que no podrán superar los instrumentos musicales, por muy afinados y perfectos que ellos sean.

Un percusionista graduado con lauros en el conservatorio de Berlín o de Londres, no podrá nunca repicar un paseo vallenato con el mismo sabor que le da Pablito López. Es cuestión de sentirlo, vivirlo, quererlo y festejarlo.

Los acordeones que hoy fabrican nuestros artesanos, quizás pueden tener pequeñas imperfecciones en su estructura ante los Made in Europa, pero sus tonos logrados con el pulso de un relojero, afinados a punta de oído y pulmón con un fuelle remendado y una fragua emparapetada, con un martillito mocho y una lima sin estrías, tienen la perfección que en el arte solo es posible cuando el sentimiento toca las fibras del alma. Y creo que esto lo saben los alemanes.

Por: Julio Cesar Oñate Martínez

Columnista
13 febrero, 2014

La nobleza alemana

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Por: Julio Oñate Martínez  Se siguen estrechando las relaciones entre Emilianito Zuleta y la fábrica de acordeones Honner de Alemania dentro del mutuo acuerdo entre ellos que lo designa como embajador musical ante el mundo avalado, por un acordeón que llevara su nombre y el registro de tan prestigiosa marca. Además de varias tonalidades desarrolladas […]


Por: Julio Oñate Martínez 

Se siguen estrechando las relaciones entre Emilianito Zuleta y la fábrica de acordeones Honner de Alemania dentro del mutuo acuerdo entre ellos que lo designa como embajador musical ante el mundo avalado, por un acordeón que llevara su nombre y el registro de tan prestigiosa marca.

Además de varias tonalidades desarrolladas artesanalmente por nuestros componedores de acordeones como son Ovidio Granados, Lucho Campillo, Jorge Rojas, y José Luis Sierra entre otros, los alemanes tienen en su poder “el Colibrí” de Emilianito o “El cinco letras alzao” primer acordeón de factura colombiana al que le fue modificado su tono original y que hoy en día los técnicos de la fabrica están en capacidad de producir, pero en un gesto de generosidad y nobleza, no propio de alemanes los coterráneos de Hitler no quieren fabricar industrialmente por las funestas consecuencias que esto representaría para nuestros artesanos musicales.

Ninguno de ellos ha tenido la sana precaución de patentar los tonos empíricamente logrados a base de ingenio y mucho esfuerzo para enriquecer ese espectro sonoro que le ofrece a nuestros músicos mayores recursos y posibilidades para destacarse en el campo artístico, es decir serian héroes anónimos sin ningún justo reconocimiento a su loable aporte, no solo al vallenato, sino a otras expresiones musicales.

Por otra parte una producción industrial y continua de nuestras tonalidades nativas dejarían sin oficio a ese gran número de artesanos del acordeón que en forma rudimentaria y con insólitas herramientas son capaces de lograr nuevas sonoridades en pitos y bajos.

Si nos ubicamos en el plano puramente folclórico, es incuestionable que las maquinas y la tecnología están en desventaja ante el ingenio y la sensibilidad del ser humano. Sencillamente los aparatos no tienen sentimiento y son ajenos a la inspiración propia de un estado del alma sensible con que nos premio el creador.

Siempre hemos podido comprobar que los mas hermosos sonidos de la creación son los alcanzados por la voz humana, que no podrán superar los instrumentos musicales, por muy afinados y perfectos que ellos sean.

Un percusionista graduado con lauros en el conservatorio de Berlín o de Londres, no podrá nunca repicar un paseo vallenato con el mismo sabor que le da Pablito López. Es cuestión de sentirlo, vivirlo, quererlo y festejarlo.

Los acordeones que hoy fabrican nuestros artesanos, quizás pueden tener pequeñas imperfecciones en su estructura ante los Made in Europa, pero sus tonos logrados con el pulso de un relojero, afinados a punta de oído y pulmón con un fuelle remendado y una fragua emparapetada, con un martillito mocho y una lima sin estrías, tienen la perfección que en el arte solo es posible cuando el sentimiento toca las fibras del alma. Y creo que esto lo saben los alemanes.

Por: Julio Cesar Oñate Martínez