Dos aspectos sobresalen en el presente de Valledupar, que llaman la atención de los visitantes; el aspecto de la ciudad y la sorpresa de no encontrar acordeones en ningún lugar.
Una mirada desde adentro de Valledupar, impacta a los turistas que con frecuencia visitan ‘La Capital Mundial del Vallenato’, con la expectativa de conocer la tierra legendaria de los acordeones y ciudad de la costa norte asoleada y en consecuencia calurosa. Pero el impacto no llega a los ojos de los visitantes por encontrar lo que esperan; la capital del Cesar brinda una imagen sobrecogedora y ambiental por su amplia arborización comparada con el inmenso mar verde de los llanos colombianos, hecho que le da el título de una de las ciudades más arborizadas de Colombia.
La sorpresa de los visitantes es encontrar una ciudad verde, llena de mangos, maíz tostado, cañaguates, algarrobillos, cauchos, almendros, y otras especies, que comprenden en el centro de la ciudad 74.305 árboles plantados en el marco de un proyecto municipal de años anteriores.
Sentimientos encontrados experimentan visitantes como Alexander Tapias, constructor oriundo de Nechí, Antioquia, que en su primera vista a la ‘Ciudad de Los Santos Reyes’, se sorprende por estos dos aspectos.
“En Medellín se está buscando que la ciudad tenga pulmones vegetales, los gobiernos están sembrando árboles frutales para oxigenar; aquí es muy bonito encontrar árboles, el aire que se respira es muy puro.
Acordeones, esos son las que no vemos, en Medellín por la 70 vemos grupos de caja, guacharaca y acordeón”, dijo un poco decepcionado el antioqueño esperando encontrar el vallenato es su máxima expresión, en las esquinas y plaza Alfonso López.
El ambientalista José Atuesta Mindiola, recuerda que en los años 1965 – 66, el profesor César Pompeyo Mendoza Hinojosa emprendió la misión ambiental de plantar árboles, y fue quizá el origen de la arborización que hoy tiene la ciudad.
“El primer profesor que hizo campañas ambientalistas, fue César Pompeyo Mendoza del colegio Ateneo el Rosario, en el 65. Yo fui alumno de él y recuerdo que sembraba cañaguate, corazón fino, algarrobillos, campanos, no había mangos en esa época. Empezaron las avenidas como la Simón Bolívar y Pastrana, y alrededores del colegio en la carrera 11 y 12, entre calles 8 y 9, donde quedaba el colegio”, afirmó Atuesta Mindiola.
Entonces…
No había festival, pero dos años después nació la idea de congregar a los acordeoneros en esta ciudad, y esto atrajo a todos los ejecutantes del arrugado instrumento.
Se multiplicaron los árboles y los acordeoneros como hojas, pero en algún momento de la historia reciente, la siembra de plantas se limitó a programas escolares de momento, y los músicos jamás fueron vistos en épocas diferentes a las de abril, para decepción de los que escucharon en todos los rincones de Colombia, el rumor de que los pitos y bajos se podían apreciar en la ‘Capital Mundial del Vallenato’ a toda hora.
El pasado diciembre se realizó un homenaje a Alfonso López Michelsen en el marco de la celebración de los 46 años de existencia del departamento del Cesar; el 20 de diciembre se convocó al desfile “100 Años, cien acordeoneros”, pero desde el Colegio Nacional Loperena, no salieron siquiera 50 instrumentistas, y la mayoría eran niños de dos escuelas de música de la ciudad.
¿Dónde están los acordeoneros?
¿Tal vez el “Pollo López” no mueve músicos y mucho menos a marchar por las calles? el locutor, periodista, y presidente del Círculo de Periodistas de Valledupar, CPV, Aquiles Hernández, recuerda que las caminatas de acordeones se hicieron poco frecuentes con el paso de los años y la evolución del folclor.
“La primera marcha de acordeones que yo recuerdo fue cuando la muerte del cajero Cirilo Castilla en pleno Festival Vallenato 1972, había un ambiente distinto, los acordeoneros pasaron frente al colegio Loperena buscando la Plaza Alfonso López. Y cuando la muerte de Héctor Zuleta en el año 1982 hubo una romería de acordeones; hoy se da pero la circunstancia es más mediática, no por sentimiento y solidaridad”, concluyó Hernández.
¿Ha sido entonces la voluntad política, el hecho originador de un fenómeno ambiental positivo, y la disminución del fenómeno popular musical? Los historiadores, investigadores o folcloristas, aseguran que el acordeón fue proscrito de los espacios culturales, aristocracia vallenata y guajira, por su apego al pueblo simple, sencillo y bohemio, para luego convertirse en el instrumento de la élite. De manera que no hay acordeoneros en las calles, plazas, cafés, como lo esperan los turistas.
Aníbal Martínez Zuleta, exalcalde de Valledupar, explica que por actos de gobierno pudo multiplicar el esfuerzo de unos jóvenes, entre ellos uno de sus hijos, fallecido, y Cecilia Caballero de López.
“logramos sembrar más de 25 mil especies en dos años de gobierno, es lo debido, en defensa del planeta, la arborización es un factor de desarrollo, solo con la sombra combatimos el clima inclemente.
La Voz del Cañaguate es en honor al árbol que fue elevado de categoría, y en esa época sembramos ceiba, mango, trinitarias de todos los colores, porque teníamos un vivero municipal, entonces le regalábamos a las juntas de acción comunal para que sembraran”.
Por Andrés Llamas Nova
[email protected]
Dos aspectos sobresalen en el presente de Valledupar, que llaman la atención de los visitantes; el aspecto de la ciudad y la sorpresa de no encontrar acordeones en ningún lugar.
Una mirada desde adentro de Valledupar, impacta a los turistas que con frecuencia visitan ‘La Capital Mundial del Vallenato’, con la expectativa de conocer la tierra legendaria de los acordeones y ciudad de la costa norte asoleada y en consecuencia calurosa. Pero el impacto no llega a los ojos de los visitantes por encontrar lo que esperan; la capital del Cesar brinda una imagen sobrecogedora y ambiental por su amplia arborización comparada con el inmenso mar verde de los llanos colombianos, hecho que le da el título de una de las ciudades más arborizadas de Colombia.
La sorpresa de los visitantes es encontrar una ciudad verde, llena de mangos, maíz tostado, cañaguates, algarrobillos, cauchos, almendros, y otras especies, que comprenden en el centro de la ciudad 74.305 árboles plantados en el marco de un proyecto municipal de años anteriores.
Sentimientos encontrados experimentan visitantes como Alexander Tapias, constructor oriundo de Nechí, Antioquia, que en su primera vista a la ‘Ciudad de Los Santos Reyes’, se sorprende por estos dos aspectos.
“En Medellín se está buscando que la ciudad tenga pulmones vegetales, los gobiernos están sembrando árboles frutales para oxigenar; aquí es muy bonito encontrar árboles, el aire que se respira es muy puro.
Acordeones, esos son las que no vemos, en Medellín por la 70 vemos grupos de caja, guacharaca y acordeón”, dijo un poco decepcionado el antioqueño esperando encontrar el vallenato es su máxima expresión, en las esquinas y plaza Alfonso López.
El ambientalista José Atuesta Mindiola, recuerda que en los años 1965 – 66, el profesor César Pompeyo Mendoza Hinojosa emprendió la misión ambiental de plantar árboles, y fue quizá el origen de la arborización que hoy tiene la ciudad.
“El primer profesor que hizo campañas ambientalistas, fue César Pompeyo Mendoza del colegio Ateneo el Rosario, en el 65. Yo fui alumno de él y recuerdo que sembraba cañaguate, corazón fino, algarrobillos, campanos, no había mangos en esa época. Empezaron las avenidas como la Simón Bolívar y Pastrana, y alrededores del colegio en la carrera 11 y 12, entre calles 8 y 9, donde quedaba el colegio”, afirmó Atuesta Mindiola.
Entonces…
No había festival, pero dos años después nació la idea de congregar a los acordeoneros en esta ciudad, y esto atrajo a todos los ejecutantes del arrugado instrumento.
Se multiplicaron los árboles y los acordeoneros como hojas, pero en algún momento de la historia reciente, la siembra de plantas se limitó a programas escolares de momento, y los músicos jamás fueron vistos en épocas diferentes a las de abril, para decepción de los que escucharon en todos los rincones de Colombia, el rumor de que los pitos y bajos se podían apreciar en la ‘Capital Mundial del Vallenato’ a toda hora.
El pasado diciembre se realizó un homenaje a Alfonso López Michelsen en el marco de la celebración de los 46 años de existencia del departamento del Cesar; el 20 de diciembre se convocó al desfile “100 Años, cien acordeoneros”, pero desde el Colegio Nacional Loperena, no salieron siquiera 50 instrumentistas, y la mayoría eran niños de dos escuelas de música de la ciudad.
¿Dónde están los acordeoneros?
¿Tal vez el “Pollo López” no mueve músicos y mucho menos a marchar por las calles? el locutor, periodista, y presidente del Círculo de Periodistas de Valledupar, CPV, Aquiles Hernández, recuerda que las caminatas de acordeones se hicieron poco frecuentes con el paso de los años y la evolución del folclor.
“La primera marcha de acordeones que yo recuerdo fue cuando la muerte del cajero Cirilo Castilla en pleno Festival Vallenato 1972, había un ambiente distinto, los acordeoneros pasaron frente al colegio Loperena buscando la Plaza Alfonso López. Y cuando la muerte de Héctor Zuleta en el año 1982 hubo una romería de acordeones; hoy se da pero la circunstancia es más mediática, no por sentimiento y solidaridad”, concluyó Hernández.
¿Ha sido entonces la voluntad política, el hecho originador de un fenómeno ambiental positivo, y la disminución del fenómeno popular musical? Los historiadores, investigadores o folcloristas, aseguran que el acordeón fue proscrito de los espacios culturales, aristocracia vallenata y guajira, por su apego al pueblo simple, sencillo y bohemio, para luego convertirse en el instrumento de la élite. De manera que no hay acordeoneros en las calles, plazas, cafés, como lo esperan los turistas.
Aníbal Martínez Zuleta, exalcalde de Valledupar, explica que por actos de gobierno pudo multiplicar el esfuerzo de unos jóvenes, entre ellos uno de sus hijos, fallecido, y Cecilia Caballero de López.
“logramos sembrar más de 25 mil especies en dos años de gobierno, es lo debido, en defensa del planeta, la arborización es un factor de desarrollo, solo con la sombra combatimos el clima inclemente.
La Voz del Cañaguate es en honor al árbol que fue elevado de categoría, y en esa época sembramos ceiba, mango, trinitarias de todos los colores, porque teníamos un vivero municipal, entonces le regalábamos a las juntas de acción comunal para que sembraran”.
Por Andrés Llamas Nova
[email protected]