Por Luis Mendoza Villalba La Navidad es una temporada óptima para que las personas se muestren como buenos seres humanos, es decir, como seres de amor y amistad. Con tan loable finalidad, FENALCO engalana de mil formas tiendas y almacenesa fin de cautivar las miradas y los corazones de padres, hijos, enamorados, divorciados, separados, monógamos, […]
Por Luis Mendoza Villalba
La Navidad es una temporada óptima para que las personas se muestren como buenos seres humanos, es decir, como seres de amor y amistad. Con tan loable finalidad, FENALCO engalana de mil formas tiendas y almacenesa fin de cautivar las miradas y los corazones de padres, hijos, enamorados, divorciados, separados, monógamos, polígamos, célibes y casados de todos los sexos y condiciones.
Aparecen paradójicamente extraños renos tirando de trineos boreales que se deslizan sobre el arenal del Medio Oriente donde nació Jesús. En la puerta de una gruta el visitante se encuentra con el semblante plácido de un José que no luce su pobre indumentaria de carpintero sino costosos y relucientes ropajes de otras latitudes y condiciones. En una especie de nido está un bebé sonrosado, a punto de llorar por no haber recibido una de las cuatro raciones diarias de la leche de mamá. María, a un lado del pesebre, y tal vez cansada de llevar los cinco kilos de sobrepeso que le dejó el embarazo, mira a su hijo sin mostrar preocupación. Parece que tampoco le molestara el calor del pesado atuendo de reina medieval cuyo largo traje está formado de gruesas y amplias capas. Por el camino hacia el pesebre, viniendo de occidente, se ve llegar a un entrometido y risueño Santa Claus, de pelo y barba cana, gorro rojo y panza prominente. Santa Claus bajó por la chimenea sin ensuciarse ni la ropa ni la cara y sin atascarse en el buitrón. Avenidas de colores y cascadas de cánticos de niños se desgranan desde el cielo del Centro Comercial. El embrujo final va dirigido a capturar hasta el último centavo de la gente, incluidos los intereses corrientes y las moras por sobregiros de cheques y tarjetas. A FENALCO poco le importa que en Navidad disminuya el número de vírgenes vestales. Su cálculo biológico del tiempo prenatal es riguroso. Sabe que al llegar el idílico septiembre del año siguiente se recuperarán las ganancias que el comercio dejó de percibir durante nueve meses por la merma en las venta de vestidos, zapatos,regalos y chucherías: en ese largo periodo tendrá ventas altísimas de pañales, gorros, cunas, teteros y costosos aprestamientos neo y posnatales de carácter médico, sicológico, psiquiátrico y fisioterapéutico.
En el canónico septiembre, sagrado mes del amor y la amistad, -mes de natalicios, ojeras y gemidos-, tanto como en Navidad, -época de recuerdos, amoríos,chifladuras y bacanales-, todos nos sentimos con la obligación de regalar algo especial para no perder estatus. Podemos caer en desgracia social si en la cena de nochebuena no sacamos del baúl la clásica y reluciente vajilla que escondemos todo el año. Podemos perder estatus si no ofrecemos el vino más añejo y una comida tan deliciosa cuanto lo indiquen los nombres más famosos de los restaurantes más exóticos y caros. Por último, Navidad depara una ocasión única y feliz de no reparar en costos para conseguir y cumplir citas de “levante”, convertido éste en nueva y alborotada acepción del amor.
Como ven en este esbozo, el amor no sólo está siendo comercializado en todo momento sino también, y de manera especial, en Navidad y en el mes del amor y la amistad. También notarán que la palabra “amor” que designa ese sentimiento va adquiriendo en estos novísimos tiempo posmodernos nuevas y asombrosas significaciones, de las cuales los humanos ni podemos ni queremos prescindir.
Por Luis Mendoza Villalba La Navidad es una temporada óptima para que las personas se muestren como buenos seres humanos, es decir, como seres de amor y amistad. Con tan loable finalidad, FENALCO engalana de mil formas tiendas y almacenesa fin de cautivar las miradas y los corazones de padres, hijos, enamorados, divorciados, separados, monógamos, […]
Por Luis Mendoza Villalba
La Navidad es una temporada óptima para que las personas se muestren como buenos seres humanos, es decir, como seres de amor y amistad. Con tan loable finalidad, FENALCO engalana de mil formas tiendas y almacenesa fin de cautivar las miradas y los corazones de padres, hijos, enamorados, divorciados, separados, monógamos, polígamos, célibes y casados de todos los sexos y condiciones.
Aparecen paradójicamente extraños renos tirando de trineos boreales que se deslizan sobre el arenal del Medio Oriente donde nació Jesús. En la puerta de una gruta el visitante se encuentra con el semblante plácido de un José que no luce su pobre indumentaria de carpintero sino costosos y relucientes ropajes de otras latitudes y condiciones. En una especie de nido está un bebé sonrosado, a punto de llorar por no haber recibido una de las cuatro raciones diarias de la leche de mamá. María, a un lado del pesebre, y tal vez cansada de llevar los cinco kilos de sobrepeso que le dejó el embarazo, mira a su hijo sin mostrar preocupación. Parece que tampoco le molestara el calor del pesado atuendo de reina medieval cuyo largo traje está formado de gruesas y amplias capas. Por el camino hacia el pesebre, viniendo de occidente, se ve llegar a un entrometido y risueño Santa Claus, de pelo y barba cana, gorro rojo y panza prominente. Santa Claus bajó por la chimenea sin ensuciarse ni la ropa ni la cara y sin atascarse en el buitrón. Avenidas de colores y cascadas de cánticos de niños se desgranan desde el cielo del Centro Comercial. El embrujo final va dirigido a capturar hasta el último centavo de la gente, incluidos los intereses corrientes y las moras por sobregiros de cheques y tarjetas. A FENALCO poco le importa que en Navidad disminuya el número de vírgenes vestales. Su cálculo biológico del tiempo prenatal es riguroso. Sabe que al llegar el idílico septiembre del año siguiente se recuperarán las ganancias que el comercio dejó de percibir durante nueve meses por la merma en las venta de vestidos, zapatos,regalos y chucherías: en ese largo periodo tendrá ventas altísimas de pañales, gorros, cunas, teteros y costosos aprestamientos neo y posnatales de carácter médico, sicológico, psiquiátrico y fisioterapéutico.
En el canónico septiembre, sagrado mes del amor y la amistad, -mes de natalicios, ojeras y gemidos-, tanto como en Navidad, -época de recuerdos, amoríos,chifladuras y bacanales-, todos nos sentimos con la obligación de regalar algo especial para no perder estatus. Podemos caer en desgracia social si en la cena de nochebuena no sacamos del baúl la clásica y reluciente vajilla que escondemos todo el año. Podemos perder estatus si no ofrecemos el vino más añejo y una comida tan deliciosa cuanto lo indiquen los nombres más famosos de los restaurantes más exóticos y caros. Por último, Navidad depara una ocasión única y feliz de no reparar en costos para conseguir y cumplir citas de “levante”, convertido éste en nueva y alborotada acepción del amor.
Como ven en este esbozo, el amor no sólo está siendo comercializado en todo momento sino también, y de manera especial, en Navidad y en el mes del amor y la amistad. También notarán que la palabra “amor” que designa ese sentimiento va adquiriendo en estos novísimos tiempo posmodernos nuevas y asombrosas significaciones, de las cuales los humanos ni podemos ni queremos prescindir.